Curruca capirotada - Sylvia atricapilla (Linnaeus, 1758)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

 

Key words: Eurasian blackcap, diet.

 

Ecología trófica

Como se comentó en el apartado del Estado graso, esta especie presenta ritmos endógenos estacionales de preferencia alimenticia (Berthold, 1976; 1984; Shirihai et al., 2001), siendo básicamente insectívora durante la cría y frugívora el resto del año, si bien la fracción frugívora en la dieta presenta una correlación inversamente proporcional con el consumo de insectos, lo que sugiere que los frutos y los insectos son usados como recursos alimenticios alternativos para obtener nutrientes básicos (Jordano, 1987). El cambio de dieta de insectívora a frugívora se halla asociado, en primer lugar, a un incremento en la deposición grasa y, en segundo lugar, a un incremento tanto en la eficiencia de la asimilación del alimento consumido durante el engorde premigratorio como a la cantidad diaria de alimento ingerida (Bairlein, 1987; Shirihai et al., 2001). En todo caso, varios estudios han mostrado que las currucas requieren menos proteínas que lípidos en su dieta (Bairlein, 1987; Jordano, 1988), así que el consumo de bayas y otros frutos suculentos se halla más limitado por el contenido en lípidos (grasa) de estos frutos que por su contenido en proteína (muy bajo también, por otra parte), en carbohidratos (relativamente elevado en todos ellos) o en agua. Además, y al igual que otras especies tales como Sylvia hortensis, Sylvia borin y Turdus merula (Aparicio, 2015; 2016a; 2016c), Sylvia atricapilla se puede considerar como un frugívoro legítimo (Herrera, 1984; 2004); es decir, que ingiere las bayas y drupas de una amplia variedad de árboles y arbustos y dispersa las semillas sin dañarlas y en condiciones adecuadas para su germinación. Pero conviene señalar que no siempre se comporta de esta manera, pues si bien las olivas de los acebuches las engulle habitualmente enteras y puede contribuir a su diseminación, las aceitunas de los olivos, la variedad cultivada de Olea europea, que son de mayor tamaño, solo puede consumirlas picoteando la pulpa; es decir, actuaría como un frugívoro depredador en estos casos (Rey et al., 1997; Herrera, 2004). Otras adaptaciones relacionadas con el frugivorismo son la elevada tolerancia a metabolitos secundarios potencialmente tóxicos, la capacidad de rastrear en el tiempo y en el espacio las abundancias cambiantes de frutos, el presentar picos más anchos que otras especies no frugívoras y el breve tránsito intestinal del alimento en comparación con las aves no frugívoras.

La capirotada incluye normalmente más de un 80,0% de frutos carnosos en su dieta de otoño e invierno (Herrera, 2001). En ocasiones este porcentaje llega al 98,3%, como se ha medido en Sierra Morena (Jordano, 1981), es ligeramente inferior, como el 79,0% obtenido en un estudio realizado en León (Fuentes, 1994), o desciende al 60,2%, como se obtuvo en un estudio de Doñana (Jordano y Herrera, 1981), aunque el promedio es del 86,4% (Herrera, 1995) y la mayoría de los registros oscilan alrededor de este valor, por ejemplo, el 92,4% y el 86,1% en dos estudios realizados en Andalucía (Herrera, 1984; Jordano, 1987).

En general selecciona frutos energéticos durante la migración y la invernada, pero dentro de esta condición, según su disponibilidad: hiedras Hedera helix, espinos Crataegus, Rhamnus, aligustres Ligustrum, rosas y zarzamoras Rosa, Rubus, cornejos Cornus, madreselvas Lonicera, plantas de jardín como Cotoneaster y manzanos Malus sylvestris en el norte peninsular (Noval, 1975; Fuentes, 1994); saúcos Sambucus nigra, higueras Ficus carica, zarzamoras Rubus, lentiscos Pistacia lentiscus, labiérnagos Phillyrea angustifolia y espinos Rhamnus lycioides en el centro y el sur de nuestro país (Jordano, 1981; 1987; Calleja y Ponce, 2005). Sin embargo y como se ha comprobado en Andalucía, también busca activamente frutos escasos pero que presentan una mayor proporción de vitaminas y de sales minerales que los frutos más abundantes, aunque también ostenten más alcaloides: Osyris alba, Smilax aspera y Lonicera periclymenum, por ejemplo (Jordano, 1988). Estos frutos escasos los consume juntos y en pequeñas cantidades acompañando a una o dos especies de frutos energéticos más abundantes. La importancia de los frutos en la dieta queda patente al considerar que el 80,0% de las muestras obtenidas en una zona eurosiberiana como Ginebra, Suiza (Turrian y Jenni, 1991) presentaron restos vegetales. En este estudio, los frutos más consumidos fueron los más abundantes, Rubus fruticosa y Cornus sanguinea, pero también Hippophae y Sambucus nigra, al parecer buscado activamente puesto que no se hallaba en las inmediaciones de la zona de estudio. En realidad, es muy frugívora fuera de la época de cría en todas partes: en Centroeuropa incluye en su dieta gran variedad y cantidad de frutos, por ejemplo, Lonicera, Prunus, Viscum, Hedera, Cornus, Rhamnus, Taxus e Hippophae; en el Mediterráneo Olea, Rhamnus, Ficus, Pistacia, Rubus y Hedera; en África occidental Balanites, Ziziphus y Salvadora (Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001; Aymí et al., 2020). Precisamente los frutos de Salvadora persica juegan un papel muy importante en el engorde premigratorio primaveral en Senegal (Stoate y Moreby, 1995), situación análoga a la que desempeña el olivo durante el invierno en el Mediterráneo (Herrera, 1983; Tellería et al., 1999).

En Sierra Morena se ha observado que el 70,0% de los excrementos analizados de capirotada contenían restos de Rubus ulmifolius (tabla 12), por el 66,7% de Ficus carica y el 10,0% de otros frutos (Jordano, 1981). Las semillas de la zarzamora son dispersadas por numerosas especies de aves, siendo las cuatro principales en esta localidad cordobesa Sylvia atricapilla, Sylvia borin, Erithacus rubecula y Turdus merula (Jordano, 1984). Pues bien, la capitotada dispersó el 29,6% de ellas, sobre todo las comprendidas entre 2,0 y 2,9 mm de diámetro. En Galicia, la capirotada es una de las especies que más moviliza las semillas de Hedera helix, solo por detrás del mirlo y el petirrojo, identificándose sus semillas en el 42,8% de las muestras fecales analizadas (Guitián, 1987).

En un matorral mediterráneo del área de Doñana, se constató el consumo de frutos carnosos de más de diez especies vegetales en dos años de estudio (Jordano, 1988). Los cambios en la dieta entre años reflejaron la disponibilidad interanual de los frutos, es decir, los más consumidos (>10,0%) también fueron los más abundantes, pero asimismo los más energéticos, mientras que los de menor consumo (<10,0%) fueron aquellos que ostentaron un valor calórico neto inferior, verbigracia, menos lípidos y carbohidratos solubles que los más consumidos, aunque también un mayor contenido en sales minerales, alcaloides y otros compuestos como terpenos y taninos. En otro estudio realizado en cuatro localidades de Andalucía (Jordano y Herrera, 1981), Sylvia atricapilla consumió 29 tipos de frutos diferentes, pero prefiriendo los más abundantes en cada localidad, si bien se apreció que la importancia de éstos en la dieta fue menor en febrero y marzo que en octubre y noviembre y, especialmente, que en diciembre y enero, en respuesta a su disponibilidad. Entre los más consumidos se pueden señalar higos Ficus carica, madroños Arbutus unedo, aceitunas Olea europaea, labiérnagos Phillyrea angustifolia, zarzamoras Rubus ulmifolius y zarzaparrillas Smilax aspera.

En un estudio longitudinal realizado durante 12 otoños en la Sierra de Cazorla (Herrera, 1998), se comprobó 1) que tanto las variaciones anuales en la importancia relativa de los frutos en la dieta como en la composición específica de la fracción frugívora de ésta, no guardan relación con los cambios en la abundancia y composición de los frutos disponibles; 2) que los frutos consumidos varían mucho entre años y que en siete de los 12 años del estudio una especie dominante aportó más del 50,0% de la pulpa ingerida: el madroño en cinco de ellos, el lentisco y el labiérnago en uno y en los cinco restantes, una combinación equilibrada de estas tres especies; 3) que algunos frutos son preferidos, otros se consumen según su abundancia y, finalmente, otros son poco apreciados; entre los preferidos se hallan los de Pistacia lentiscus y Lonicera implexa; entre los consumidos según su abundancia se encuentran los de Rubus ulmifolius, Pistacia terebrinthus, Phillyrea latifolia, Phillyrea angustifolia, Smilax aspera y Arbutus unedo; finalmente, entre los menos preferidos se pueden señalar los de Daphne gnidium, Juniperus oxycedrus, Viburnum tinus y Rubia peregrina; 4) que esta preferencia es consistente entre años y está relacionada con las diferencias en el contenido en carbohidratos y lípidos de la pulpa, seleccionando los que ostentan mayor proporción de estos compuestos.

No obstante, en hábitats muy humanizados como los olivares, la dieta de la capirotada apenas incluye otros frutos que las aceitunas, aunque esta uniformidad se compensa en cierta medida con la inclusión de gran cantidad de artrópodos y diversa materia vegetal (Rey et al., 1996); en definitiva, la dieta en los olivares viene determinada sobre todo por la disponibilidad de olivas, la fenología de maduración y el proceso de cosechado, todo ello muy dependiente del tipo de olivar y de la variedad cultivada.

En breve resumen, la maduración de una abundante cosecha de frutos de algunas especies como las zarzamoras, los torviscos, los labiérnagos, los lentiscos, los acebuches y otros pequeños frutos carnosos propios del matorral mediterráneo, crea una situación de alta disponibilidad de alimento alternativo a los insectos, fácilmente accesible para los pájaros en migración y en invernada. Asimismo, los frutos no solo pueden suplir las demandas energéticas de algunas especies, sino que también son una fuente importante de agua en los secos y calurosos veranos mediterráneos (Jordano, 1981), máxime si se tiene en cuenta que los largos vuelos migratorios entrañan graves riesgos de deshidratación (Bairlein, 1987).

En invierno acumulan poca grasa, la necesaria para resistir las frías noches de esta época, pero para ello necesitan ingerir frutos con un elevado contenido lipídico. En la España meridional las olivas cumplen este papel (Herrera, 1983; 2001). Y como se indicó en el apartado de Hábitat, la distribución invernal de la capirotada es coincidente con la del olivar (Cantos, 1992; Pérez-Tris, 2012).

Un aspecto bastante controvertido es el relativo a la existencia de coevolución entre las plantas productoras de frutos carnosos y las aves dispersantes de sus semillas. En realidad, el ajuste suele ser bastante imperfecto entre la época de fructificación de las plantas y el paso y la invernada de las capirotadas o de cualquier otra especie. En un estudio realizado en el área de Montpellier, en el sur de Francia (Debussche e Isenmann, 1992), la capirotada fue uno de los agentes dispersantes más importantes de las semillas de una amplia variedad de plantas productoras de frutos carnosos, consumiendo los más disponibles según la fenología: en verano y principios de otoño Sambucus nigra, Rubus ulmifolius y Ficus carica; en otoño e invierno Rhus coriaria, Hedera helix y Viburnum tinus; a finales de invierno las exóticas Pyracantha coccinea y Cotoneaster horizontalis. En León (Fuentes, 1994), los frutos de la madreselva Lonicera etusca constituyen uno de los puntos básicos de su dieta porque, a grandes rasgos, coinciden la migración con la fructificación, pero hay que aclarar que la capirotada consume frutos de otras especies y que no solo es la capirotada quien consume estos frutos. El desajuste se muestra más diáfano en el valle del río Guadarrama (Madrid), pues la migración postnupcial se inicia y desarrolla en plena fructificación del saúco, que aprovecha como alimento, pero la maduración de estas drupas ya se produce en agosto, coincidiendo con el paso de la curruca mosquitera, especie que también las consume en cantidad (Calleja y Ponce, 2005). En definitiva, 1) la época de maduración de los frutos está más determinada por los rasgos climatológicos que por las aves dispersantes; 2) la coincidencia, a grandes rasgos, de la época de maduración de los frutos y la mayor abundancia de frugívoros legítimos no se debe a una selección coevolutiva, sino más bien a la capacidad que tienen los frugívoros de rastrear sus fuentes de alimentación; 3) se conocen varios sistemas mutualistas muy eficientes sin necesidad (y posibilidad) de que haya existido una coevolución estrecha previa entre las especies participantes (Debussche e Isenmann, 1992; Herrera, 1998; 2001; 2004).

En relación con la dieta de origen animal también muestra una gran plasticidad, consumiendo las presas conforme a su disponibilidad, siempre que sean insectos poco móviles, típicos de follaje y fáciles de capturar. Así en Ginebra (Turrian y Jenni, 1991) capturan en agosto un 35,0% de homópteros cicádidos e himenópteros, en septiembre se centran en los tricópteros, con un 23,0% de las capturas, y en dípteros nematóceros, que es cuando éstos son más abundantes, pues llegan a suponer más de la mitad de las presas durante su pico de actividad, mientras que en octubre casi todo lo que capturan son áfidos, ya que en consonancia con su gran abundancia, alcanzan el 90,0% de las mismas; solo cuando decaen estos últimos cobran cierta relevancia, nuevamente, los homópteros. Los dípteros braquíceros son presas secundarias en todo el periodo, aunque se capturan más en agosto. El tamaño medio varía según el tipo de presa. En Sierra Morena (Jordano, 1981) el tamaño medio obtenido fue de 5,5 mm para los coleópteros; 3,7 mm para los formícidos; 4,3 mm para los hemípteros y 5,7 mm para los dípteros. En esta localidad más del 98,0% del volumen de su dieta estuvo compuesto por materia vegetal, pero también consumió insectos, fundamentalmente coleópteros e himenópteros y más esporádicamente otros grupos de artrópodos (tabla 1).

 

Tabla 1. Dieta postnupcial de la curruca capirotada en Sierra Morena, según Jordano (1981). Frecuencia: frecuencia de aparición respecto al total de muestras. Biomasa: porcentaje del volumen animal o vegetal. Porcentaje: porcentaje numérico respecto al total de presas.

Especie

Frecuencia (n=30 aves)

Biomasa (%)

Porcentaje (n=33 heces)

Ficus carica

66,7

38,3

43,2

Rubus ulmifolius

70

56,6

47,7

Otros frutos

10

5,1

9,1

Coleoptera

23,3

45,6

24,2

Hymenoptera

26,7

12,7

27,3

Formicidae

20

11

21,2

Diptera

10

18,3

9,1

Hemiptera

10

9

9,1

Arachnida

6,7

2,7

6,1

Otros Artropoda

3,3

0,8

0,3

 

Todo parece indicar que una pequeña proporción de insectos en la dieta provoca importantes incrementos de proteínas en la ingesta. Y que un incremento de solo el 1,0% en el tiempo de actividad en el consumo de frutos se resuelve en una importante ganancia absoluta de grasa (Jordano, 1983; 1988). En todo caso, el consumo de presas animales es minoritario en otoño e invierno, incluso en su invernada africana, donde se alimenta de una gran variedad de frutos producidos por las diferentes especies de Balanites, Zizyphus, Salvadora, Parinari, Pauridiantha, Lantana, etc., además de homópteros y ortópteros (Cramp, 1992).

También consume néctar cuando otros alimentos o el agua son escasos, debido a que su contenido en azúcar es alto y se halla diluido; por ejemplo, de Eriobotrya japonica en el centro de España durante el invierno (Merino y Nogueras, 2003); de Anagyris foetida en el este y el suroeste de España en otoño e invierno (Ortega-Olivencia et al., 2005); de varias especies de Scrophularia en Canarias y el Mediterráneo durante la primavera (Ortega-Olivencia et al., 2012); de Agave americana en Canarias durante el verano (Rodríguez et al., 2015) y de varias especies de plantas en Dinamarca, Reino Unido e Italia (Cramp, 1992). Asimismo, en invierno visita regularmente los comederos e incluso consume pan, cacahuetes y patatas (Cramp, 1992).

Primavera

Su régimen alimenticio es básicamente insectívoro durante la cría, incluyendo adultos y larvas de la mayoría de los órdenes de insectos, además de otros artrópodos e invertebrados; por ejemplo, Ephemeroptera, Odonata, Plecoptera, Orthoptera, Dermaptera, Hemiptera, Neuroptera, Mecoptera, Trichoptera, Lepidoptera, Diptera, Coleoptera, Acarina, Aranae, Isopoda, Diplopoda, Gasteropoda y Oligochaeta (Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001; Aymí et al., 2020). Los frutos de Hedera helix pueden ser importantes al inicio de la temporada de reproducción, cuando los insectos son aún muy escasos, aunque los pollos son cebados casi en exclusiva con invertebrados, sobre todo orugas y otros insectos de cuerpo blando, siendo raros los frutos en esta etapa. En todo caso, al avanzar la estación e iniciarse la maduración de algunos frutos carnosos como los del aladierno Rhamnus alaternus, el cerezo Prunus avium o el arraclán Frangula alnus, no solo los pollos son alimentados esporádicamente con estos frutos, sino que tanto los adultos como los volantones van incrementando la importancia de las bayas y drupas en su dieta (Noval, 1975; Hampe, 2001; Herrera, 2004; Bas et al., 2005; Hernández, 2007).

En España apenas se conoce su dieta en la época reproductora. Noval (1975) señala la captura de innumerables coleópteros y dípteros y, especialmente, de orugas de lepidópteros una vez nacidos los pollos, además de cerezas, higos y frutos silvestres. En un estudio realizado a lo largo del ciclo anual en los Ancares gallegos a base de muestras fecales de aves anilladas (Guitián, 1985), se indica que el 38,8% presentan frutos carnosos y que la capirotada depende en gran medida de los frutos de la zarzamora desde el final de la cría hasta que abandona la zona en invierno; además, también muestra un cambio de dieta, pues en primavera solo consume insectos, en verano ya aparecen los frutos y, finalmente, en otoño todas las muestras contienen frutos, pero solo el 40,0% insectos. Los grupos más capturados son los himenópteros, con el 44,4% de las muestras, seguidos de los coleópteros, con el 27,7% y los huevos y larvas con el 16,6%. Diferentes estudios de alimentación se han realizado en varios lugares de Europa (Cramp, 1992). En Dinamarca se analizaron 49 estómagos en migración primaveral, siendo la dieta muy diversa y representando los dípteros quironómidos, las presas más capturadas, el 17,0%, consumiendo también un 8,0% de himenópteros tentredínidos, larvas de lepidópteros y caracoles. En Inglaterra, según el análisis de más de mil presas identificadas en heces, la dieta se compone de un 75,9% de hemípteros, un 11,3% de dípteros, un 9,4% de coleópteros, un 1,5% de orugas de lepidópteros y el resto de otras presas. En Moldavia, 19 estómagos analizados contuvieron un 42,2% de coleópteros, un 20,1% de orugas de lepidópteros, un 8,5% de hemípteros, el mismo porcentaje de himenópteros y el resto de otras presas. En Rusia europea, el análisis de ocho estómagos incluyó un 48,0% de coleópteros, un 18,0% de dípteros, un 8,0% de larvas de lepidópteros, el mismo porcentaje de hemípteros y el resto otras presas. En Ucrania se identificaron 108 presas en 12 estómagos, representando las larvas de lepidópteros y los himenópteros un 27,0% cada grupo, un 17,0% los coleópteros, un 12,0% los dípteros, un 8,5% los hemípteros, un 6,0% los arácnidos y el resto otras presas. Conforme a los datos presentados, los chinches, las mariposas y los escarabajos forman parte esencial de la dieta en época de cría, siendo menor la importancia de otros grupos como las moscas y las avispas y no apareciendo los saltamontes y grillos.

La dieta de los pollos y volantones se basa en insectos de cuerpo blando, especialmente orugas de lepidópteros y coleópteros, a veces con algún aporte de frutos carnosos, como se indicó anteriormente. Parece ser que las larvas de lepidópteros son la dieta básica los primeros días de vida, incluyéndose dípteros y pequeños lepidópteros conforme los pollos van creciendo; incluso algunos frutos carnosos cuando éstos son casi volantones, tal como registró Hernández (2005) en León, con el 60,7% de las cebas a los pollos crecidos a base de artrópodos y el 39,3% restante casi en exclusiva consistente en frutos de hiedra. El tamaño medio de presa obtenido mediante los collares esofágicos fue de 10,0 mm (Cramp, 1992).  Según los datos mostrados en la tabla 2, los pollos consumen sobre todo escarabajos y mariposas, aunque también son importantes las moscas y, en alguna localidad, las arañas y las avispas. En relación con la dieta de los adultos, queda claramente reflejado que los mayores aportes son insectos de cuerpo blando, pues la mayoría de los escarabajos y mariposas son larvas, no imagos. Y al igual que en los adultos, los grillos y saltamontes brillan por su ausencia.

 

Tabla 2. Dieta durante la época reproductora de los pollos de curruca capirotada en diferentes lugares de Rusia, Moldavia e Inglaterra, según Cramp (1992). Los datos aparecen como el porcentaje respecto al total de muestras. H, heces; C, collares esofágicos; ¿?, desconocido.

Presas

Inglaterra
H

Inglaterra
H

Inglaterra
C

Rusia
C

Rusia
¿?

Rusia
C

Moldavia
C

Orthoptera

Hemiptera

5,1

2

2

6,1

9

22

Lepidoptera

14,1

40,6

25

41,6

15,2

24,9

Diptera

28,9

30,1

41

2,5

8,1

26,9

7

Hymenoptera

1,2

22,1

8

Coleoptera

50,8

20,6

27

4,5

38,1

55

Aranae

1,1

1,8

44,4

19,8

Gasteropoda

5

3,3

Otros

1,1

7,6

2

10,4

16,1

8

Muestras

256

276

51

178

669

390

74

 

Referencias

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Rafael J. Aparicio Santos
Diego Aparicio Pascual
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Fecha de publicación: 26-12-2023

 

Aparicio, R.J., Aparicio, D. (2023). Curruca Capirotada – Sylvia atricapilla. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. López, P., Martín, J. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org