Curruca capirotada - Sylvia atricapilla (Linnaeus, 1758)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

 

Key words: Eurasian blackcap, habitat, abundance, status, threats.

 

Hábitat

Sylvia atricapilla quizás sea la curruca con mayor amplitud de hábitat. Ocupa cualquier tipo de formación arbolada, pero sobre todo bosques abiertos con espeso sotobosque, bordes de bosques frondosos y sotos; en zonas urbanas incluso parques y jardines con arbolado desarrollado. También se establece en zonas con diversos matorrales, cultivos arbolados como naranjales y olivares y bosques de laurel en las islas atlánticas. Lo que no ofrece dudas es que es una especie fundamentalmente arbórea que prefiere los bosques caducifolios o mixtos a los de coníferas (Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001; Aymí et al., 2020; BTO, 2023).

Fuera de la época de cría, la elección de hábitat viene dictada por la disponibilidad de frutos carnosos. En el Mediterráneo, zonas de matorral como garrigas y maquis, pero también olivares y parques y jardines, especialmente bajo olas de frío; además, en otras zonas, cultivos de palmeras e, incluso, oasis. En África oriental prefiere bosques de montaña, pero en África occidental bosques galería, sabanas arboladas, bordes forestales y bosques secundarios, montanos o no, pero todos ellos a menor altitud que en el otro extremo del continente (Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001; Aymí et al., 2020).

En nuestro país prefiere hábitats arbolados húmedos, siempre que cuenten con abundante sotobosque y abundancia de zarzamoras Rubus, características éstas que son típicas de los sotos (figura 1), de ahí su abundancia en este medio, aunque también es frecuente en los bosques húmedos eurosiberianos y supramediterráneos, como pinares montanos, robledales y hayedos, si cuentan con abundante vegetación arbustiva. La misma premisa se cumple para los medios agrícolas y urbanos, pues coloniza ampliamente las campiñas cantábricas y los parques y jardines si la presencia de arbustos es destacada. En Canarias ocupa bosques naturales y medios humanizados como parques, jardines y cultivos arbolados (Pleguezuelos, 1997; Carbonell, 2003; Pérez-Tris y Remacha, 2022).

En un estudio sobre la selección de hábitat de cinco poblaciones ibéricas representativas, se comprobó que todas ellas prefirieron los tramos de bosque más denso, desarrollado y rico en arbustos higrófilos, especialmente aquellos sectores abundantes en zarzamoras, aunque el uso del hábitat se amoldó a las condiciones locales (Carbonell y Tellería, 1998).

 

Figura 1. Soto del río Riaza, Segovia. © Rafael J. Aparicio.

 

Durante el invierno su distribución es antagónica a la mostrada durante la cría, pues ocupa los bosques y matorrales ricos en frutos carnosos de los pisos bioclimáticos meso y termomediterráneo, así como los olivares (figura 2), pudiendo existir una cierta complementariedad en el uso de uno u otro medio, dependiendo de la disponibilidad de frutos naturales en los primeros frente a la disponibilidad de aceitunas en los segundos (Tellería et al., 1999). En todo caso, su capacidad para rastrear la oferta de frutos posibilita su presencia en casi cualquier ambiente, incluyendo parques urbanos con comederos artificiales o cultivos arbolados como los naranjales. Lo que no ofrece dudas es que el modelo de distribución invernal de la capirotada se asocia claramente con los olivares (Cantos, 1992; Pérez-Tris, 2012).

 

Figura 2. Olivar. Dehesa de Arganda, Madrid. © Pilar Pascual.

 

El análisis realizado por Carrascal et al. (2005) sobre las variables más destacadas que explican su distribución en la época reproductora, muestra que, si bien esta especie tiene una amplia valencia ecológica en su distribución a gran escala en la península Ibérica, también es posible destacar que: 1) tiene marcadas preferencias por las zonas con menor insolación, 2) su rango altitudinal alcanza el límite del arbolado, es decir, unos 2000 m, siendo más frecuente entre el nivel del mar y los 1000 m, pero sobre todo a partir de los 500 m y 3) sus hábitats preferidos son las formaciones arboladas, tanto densas como abiertas, incidiendo también en el medio urbano. Para un mayor detalle, véanse los datos de la curruca capirotada en el Atlas virtual de las aves terrestres de España (Carrascal et al., 2005).

Por otra parte, en el área de Gibraltar se ha podido constatar que los bosques húmedos son ocupados todo el año por las capirotadas reproductoras, que son sedentarias, mientras que las capirotadas exclusivamente invernantes ocupan tanto los bosques como los matorrales, si bien en los primeros predominan las aves adultas y en los segundos los jóvenes del año (Pérez-Tris y Tellería, 2002). El sexo de las aves no influyó en la elección, pero sí el tamaño, pues como las capirotadas sedentarias son mayores y dominantes, ocupan las formaciones forestales y relegan a los matorrales a los invernantes juveniles y a los adultos más pequeños.

 

Abundancia

En general, las densidades de Sylvia atricapilla muestran gran variabilidad. En el conjunto de Europa, las mayores abundancias se registran en una amplia zona que comprende el norte de España, gran parte del centro y oeste del continente, islas Británicas y sur de Escandinavia (Keller et al., 2020). Fuera de nuestras fronteras se han estimado unas densidades medias de 2,0-8,0 parejas/10 ha. en hábitat favorable, alcanzando densidades de 15,0-19,0 parejas/10 ha. en sur de Alemania y Suiza; en Gran Bretaña, 15,1 territorios/km2 en bosques y 2,2 territorios/km2 en agrositemas, pero hasta 130,0 territorios/km2 en algún bosque; en Francia, 3,0-55,0 parejas/km2 en bosques caducifolios y 55,0 parejas/km2 en encinares; en Suecia, 4,0 parejas/km2 en bosques de coníferas y 33,0 parejas/km2 en bosques caducifolios; en Finlandia, 13,0 parejas/km2 en bosques mixtos; en Italia, 279,0 territorios/km2 en bosques mixtos; en Córcega, hasta 71,5 parejas/km2 en maquis alto; en Marruecos, hasta 46,0 parejas/km2 en zonas relativamente húmedas (Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001).

Las mayores abundancias de esta especie durante la cría en la Península se registran en sotos, robledales y encinares, siendo la densidad media de estos hábitats de 12,2 aves/10 ha. (Carbonell, 2003). En Baleares se ha estimado su densidad entre 2,9-7,5 parejas/10 ha. en un mosaico de pinos carrascos, lentiscos y arbustos de la isla de Mallorca (Schaefer y Barkow, 2004). Las densidades máximas obtenidas en Canarias oscilan entre las 6,2 aves/10 ha. en Tenerife y las 18,1 en La Gomera, pero normalmente son menores (Trujillo, 2007).

En el conjunto de la España peninsular, las mayores densidades obtenidas en el programa SACRE (Carrascal y Palomino, 2008) se registraron en los robledales pirenaicos (78,4 aves/km2), pero también fueron importantes en casi todas las formaciones del piso cantábrico: bosques de planifolios (40,0-52,0 aves/km2), matorrales (37,0 aves/km2) y mosaicos agrarios (45,0 aves/km2). Fuera de este piso, destacan las riberas arboladas del noreste (43,0 aves/km2). Los datos del III Atlas (Pérez-Tris y Remacha, 2022) muestran la importancia de los sotos (55,0 aves/km2) y, en general, de todas las formaciones arboladas, con una densidad de unas 15,0 aves/km2 en los bosques de coníferas, unas 35,0 aves/km2 en robledales y hayedos y casi 50,0 aves/km2 en diversas formaciones de planifolios, como las fresnedas. Medios antropógenos, tales como los mosaicos agrarios y los parques y jardines de las zonas urbanas tienen cierta importancia en esta época, ya que sus densidades rondan las 20,0 aves/km2. En el III Atlas también se observa que en Canarias las mayores densidades se registran en cultivos, mosaicos agrarios y medios urbanos y no en los bosques naturales (100,0 aves/km2 en tarajales y 75,0 aves/km2 en cultivos arbóreos, frente a unas 10,0 aves/km2 en laurisilva y otras planifolias).

En invierno, sus densidades más elevadas corresponden a los mosaicos agropecuarios (120,0 aves/km2) y los cultivos arbolados como los naranjales y olivares (65,0 aves/km2). Precisamente el olivar es el medio más seleccionado si se tiene en cuenta su disponibilidad (Pérez-Tris, 2012). Otros medios muy característicos en época de cría, como los sotos, donde su densidad primaveral, como acabamos de ver, ronda las 55,0 aves/km2, presentan una densidad mucho más baja en invierno, apenas 10,0 aves/km2.

A escala regional se han detallado sus preferencias de hábitat en la comunidad de Madrid. Durante la cría se comporta como una especie de marcado carácter forestal, estando muy ligada a los bosques de influencia atlántica. Prefiere fresnedas (figura 3), melojares, pinares montanos, sotos y enebrales (Díaz et al., 1994). Las densidades máximas (Carrascal, 2004) las alcanza en las fresnedas (hábitat principal, 3,7 aves/10 ha.) y los pinares de Pinus pinaster (hábitat secundario, 2,2 aves/10 ha.).

 

Figura 3. Fresneda. Sª Guadarrama, Madrid. © Rafael J. Aparicio.

 

Fuera de la época reproductora su distribución es antagónica con la que presenta durante la cría, pues ocupa preferentemente los olivares y algunas arboledas y matorrales ricos en frutos carnosos. En definitiva, y al igual que en el conjunto de la Península, la distribución de los olivares en Madrid explica su distribución invernal (Carbonell, 2002). Carrascal el al. (2003) han sintetizado las variables más determinantes en su distribución invernal en la comunidad de Madrid. Le afectan negativamente la latitud y la altitud, mientras que ejerce un efecto positivo la presencia de arbolado caducifolio. Por medios, los más favorables son los olivares y los sotos, tanto meridionales como serranos, (13,0; 2,6 y 0,5 aves/10 ha. respectivamente), pero también ocupa otros ambientes; por ejemplo, campiñas (0,2), parques urbanos (0,2), encinares (0,1) e, incluso, zonas urbanas (0,1).

Así mismo existe información sobre su densidad poblacional en otras zonas de España. En época de cría se obtuvieron las siguientes densidades (aves/10 ha.) en diferentes medios de 1) norte: 0,2-0,7 en pinares de Pinus radiata, 1,0-3,0 en la campiña cantábrica, 2,5 en robledales albares y 0,2-1,8 en hayedos; 2) centro: 0,2-0,7 en pinares de Pinus sylvestris, 0,5-3,2 en melojares, 2,6-6,2 en pinares de Pinus pinaster, 6,6 en campiña con setos, 1,7 en encinares supramediterráneos y 0,3-2,0 en parques urbanos; finalmente, 3) sur: 7,6 en encinar montano y 8,4 en robledal montano (Pleguezuelos, 1997).

En el Sistema Central, Tellería y Potti (1984) estudiaron la frecuencia de aparición de las currucas a lo largo del gradiente de vegetación de estas montañas. La formación forestal en la que se obtuvo la mayor frecuencia de aparición (IPA) de la capirotada fue el soto (30,4%). Fresnedas (17,6%), robledales (16,9%) y pinares (7,3%) fueron los otros medios ocupados, dejando vacantes los matorrales, encinares y pastizales.

En definitiva, e independiente de la metodología empleada en los muestreos, esta especie muestra una clara preferencia en época de cría por los medios forestales más desarrollados y húmedos (figura 4).

 

Figura 4. Melojar. Macizo galaico-leonés, Ourense. © Rafael J. Aparicio.

 

En Canarias la densidad reproductora es muy variable. En Tenerife (Carrascal y Palomino, 2005) se obtuvieron los valores máximos en los barrancos con restos de tabaibal-cardonal (3,7 aves/10 ha.), los mosaicos de cultivos septentrionales (3,3), las zonas urbanas septentrionales (3,1) y los tabaibales-cardonales del norte (2,1). En general, medios situados en las laderas norte con bastante influencia humana. En La Palma (Carrascal et al., 2008) sobresalen el medio urbano (49,3 aves/km2) y los diferentes matorrales de medianías (48,0-49,0 aves/km2); el tabaibal (23,3 aves/km2), las plataneras (23,2 aves/km2) y el fayal-brezal (13,9 aves/km2) se ocupan claramente en menor cuantía. Finalmente, en Gran Canaria, los valores máximos obtenidos (IPA) fueron 0,7 en los restos de monteverde y 0,9 en los cultivos de medianías (Trujillo, 2007).

Algunos estudios basados en el anillamiento permiten calibrar la importancia que cobra España para la capirotada fuera de la época de cría, especialmente durante las migraciones. En la Illa de L’Aire, Baleares, esta especie representó el 3,4% de los más de 41 mil anillamientos realizados en las primaveras de 1993-2005 (García Febrero, 2004). En Doñana, Huelva, representó el 14,4% de los más de 48 mil anillamientos efectuados en otoño durante el periodo 1994-2005, sin apenas variaciones interanuales en el número de capturas, siendo, además, la especie más anillada (Arroyo, 2004). Finalmente, en una localidad urbanizada de la Sierra de Guadarrama representó el 9,5% de los más de 520 anillamientos efectuados y fue la tercera especie en el número de capturas en los periodos agosto-noviembre (10,1%) y diciembre-marzo (15,6%), pero apenas se capturó en abril-julio (3,2%) porque fueron muy escasas las parejas reproductoras en la zona (Aparicio, 2002).

Durante el periodo diciembre-febrero, la capirotada fue una de las tres especies más abundantes en un acebuchar del sur de España, para desaparecer a partir de marzo, con la migración prenupcial (Cuadrado, 1986). También se han comprobado variaciones en la densidad de esta especie en distintas situaciones para una misma localidad. En invierno, en el matorral alto de acebuches, lentiscos y otros arbustos del entorno de Doñana (Jordano, 1985), se obtuvo una media de 7,7 aves/10 ha. en el invierno de 1980-81; 3,6 aves/10 ha. en 1981-82 y, finalmente, 115,2 aves/10 ha. en 1982-83, siendo significativa la diferencia obtenida el último año. Estas densidades anuales estuvieron relacionadas con la oferta de frutos, pero no se pudo establecer una relación causal entre estas dos variables, ya que la abundancia de aves también dependió de otros factores. En un estudio longitudinal llevado a cabo durante 12 temporadas otoñales y realizado en la Sierra de Cazorla (Herrera, 1998), se comprobó que tanto la oferta de frutos como la abundancia de frugívoros variaron mucho entre años, pero no existió correlación entre ambas, prevaleciendo los factores abióticos sobre los bióticos en la determinación de estas variaciones anuales, lo que imposibilita que se produzca un acoplamiento a largo plazo entre las dinámicas de los frutos y los frugívoros; es decir, que exista coevolución.

 

Tamaño poblacional

La población reproductora en España ha sido estimada entre 850 mil y 1,5 millones de parejas (Pleguezuelos, 1997). Basándose en los resultados del programa SACRE, Carrascal y Palomino (2008) han estimado la población de la curruca capirotada en España entre 4,7 y 5,9 millones de aves, la gran mayoría en Castilla y León (24,3%) y porcentajes menores en otras autonomías, destacando Galicia (10,8%), Navarra (9,1%), Andalucía (9,0%), Cataluña (9,0%) y Asturias (8,2%). Para Canarias se ha estimado, orientativamente, una población reproductora comprendida entre 10 y 20 mil parejas (Trujillo, 2007). Conforme a los datos obtenidos en el III Atlas (Pérez-Tris y Remacha, 2022), la población reproductora española rondaría los 6,0 millones de capirotadas, correspondiendo a la mitad norte Peninsular casi el 70,0% de esta población. Las autonomías con más capirotadas son Castilla y León (24,2%), Cataluña (9,8%), Andalucía (9,7%), Castilla-La Mancha (9,6%), Aragón (9,0%) y Galicia (8,0%). Las capirotadas de Baleares y Canarias representan, respectivamente, el 1,2% y el 1,3% del conjunto nacional.

La tendencia de la población reproductora detectada por el programa SACRE (Pérez-Tris y Remacha, 2022) ha sido de un incremento del 5,0% durante el periodo 1998-2018, y se ha producido en todas las regiones, salvo en Canarias, cuya tendencia es incierta. Los últimos datos publicados, que incluyen hasta 2022, también registran un incremento moderado en el periodo 1998-2022 (Escandell et al., 2023). La misma tendencia se ha registrado en la población invernante detectada por el programa SACIN (Escandell y Escudero, 2023); es decir, un incremento moderado durante el periodo 2008-2022. Por otra parte, la tendencia de la productividad (% de jóvenes capturados en relación con el total de adultos anillados) de la población reproductora basada en el programa PASER ha sido ligeramente positiva (0,3) para el periodo 1995-2021 (Leal, 2022), si bien fue negativa (-0,3) en el periodo 1995-2014 (Leal, 2015).

 

Estatus de conservación

Categoría global IUCN (2016): Preocupación Menor LC (BirdLife Internacional, 2016).

Categoría España IUCN (2021): Preocupación Menor LC (Lopez-Jiménez, 2021).

Se estiman para la especie unos 100,0-165,0 millones de individuos para el conjunto de su área de distribución, el 80,0% de los cuales se reproducirían en Europa. La población española es poco importante, pues apenas supera el 5,0% de la europea, incluso incluyendo Canarias, si bien el único país que rebasa el 10,0% es Rusia (16,0%) y solo Polonia (9,0%), Francia (8,0%), Alemania (7,0%), Rumanía (6,0%) e Italia (6,0%) superan nuestra población (BirdLife Internacional, 2015). Pero si se tiene en cuenta que España alberga poblaciones de capirotadas muy singulares, como las del área de Gibraltar (Pérez-Tris et al., 2014), resulta evidente nuestra responsabilidad en su conservación.

Su tendencia actual es positiva, con colonización de nuevas áreas de cría, no constatándose amenazas reseñables en el presente. De hecho, la población reproductora europea ha experimentado un incremento moderado durante el periodo 1980-2021 (Aymí et al., 2020; Escandell et al., 2023).

En España está catalogada de interés especial (Real decreto 139/2011; para más detalles consúltese el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, 2011) y es, por tanto, especie protegida.

 

Factores de amenaza

Generales

- Se ha demostrado que el deterioro del estrato arbustivo a causa del sobrepastoreo puede reducir su abundancia (Holt et al., 2013).

- Según los modelos que predicen los efectos del cambio climático sobre la distribución de las currucas a finales del siglo XXI (Doswald et al., 2009), las especies migradoras de corta distancia y sedentarias, la capirotada entre ellas, serán las que sufran en menor grado sus efectos negativos, ya que solo tendrían desplazamientos escasos o moderados en sus áreas de cría y de invernada, en relación con la distribución actual.

España

Pueden señalarse las siguientes amenazas:

- Ya sea durante la migración o durante la invernada, se podría comprometer seriamente su futuro por la destrucción de multitud de localidades carentes de toda protección, pero importantes para la reposición de sus reservas grasas por la gran cantidad de frutos de maduración otoño-invernal que atesoran (Pérez-Tris, 2012; Aparicio y Casaux, 2014).

- El cambio climático: según los modelos que predicen los efectos del cambio climático sobre la distribución de la curruca capirotada en España (Araújo et al., 2011), se esperan impactos elevados para el periodo 2041-2070, pues los modelos proyectan disminuciones en la distribución potencial actual de la especie entre un 67,0% y un 71,0% y se reduce el nivel de coincidencia entre la distribución observada y potencial entre un 28,0% y un 32,0%.

 

Medidas de conservación

No hay datos disponibles de resultados de las estrategias de conservación en la península Ibérica. Se proponen las siguientes medidas de conservación prioritarias:

- Deben conservarse la gran cantidad de mosaicos agropecuarios compuestos por cultivos arbolados y matorral mediterráneo aclarado, que es donde la capirotada alcanza las mayores densidades en invierno, pues resultan cruciales para su supervivencia porque en ellos se producen los frutos carnosos que consume para reponer sus reservas (Pérez-Tris, 2012).

- También deben conservarse los bosques húmedos mediterráneos, por ejemplo, los del área del Estrecho, pues en ellos residen unas poblaciones muy singulares de capirotadas que atesoran una gran variabilidad genética (Pérez-Tris et al., 2014).

- Referente al cambio climático, se debe investigar la existencia y la magnitud del desfase entre la disponibilidad de presas y la fenología reproductora por sus graves implicaciones en el éxito reproductor (Sanz, 2002). Este desajuste ya ha sido demostrado en otras especies, por ejemplo, el carbonero común Parus major y el papamoscas cerrojillo Ficedula hypoleuca (Grossman, 2004).

 

Referencias

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Rafael J. Aparicio Santos
Diego Aparicio Pascual
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Fecha de publicación: 26-12-2023

 

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