Curruca mirlona - Sylvia hortensis (Gmelin, 1789)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Orphean Warbler, habitat, abundance, status, threats.

 

Hábitat

La curruca mirlona ocupa varios tipos de bosques abiertos o aclarados con variable cobertura; es decir, maquis con alcornoques y encinas, dehesas de estas mismas especies, olivares y pinares. También huertos abandonados, jardines suburbanos y márgenes forestales de cultivos (Aymí y Gargallo, 2006). Frecuenta medios cálidos y secos, generalmente bajo los 800 m en el oeste de Europa, pero a mayor altitud hacia el sur (2500 m en el Atlas) y el este (3000 m en Pakistán).

Durante la cría en Europa prefiere bosques esclerófilos bien estructurados en laderas secas y soleadas. Le resultan muy favorables los bosques y matorrales luminosos o aclarados de alcornoques Quercus suber y encinas Q. ilex, si bien también ocupa matorrales y cultivos arbolados. En Grecia prefiere maquis con arbustos desarrollados, mosaicos agrarios y olivares. En Francia es típica del bosque y matorral mediterráneos, pero también es habitual en mosaicos agrarios de pastizales y enebros. En Suiza ocupa laderas de solana con arbustos desarrollados. En el sur de Marruecos prefiere bosquetes de Argania spinosa. y en la región Aralocáspica y Pakistán, áreas montanas con cierta cobertura arbustiva. En definitiva, unos pocos árboles o unos arbustos desarrollados son componentes esenciales de su hábitat (Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001).

Fuera de la época de cría ocupa varios tipos de sabanas y estepas semiáridas, caracterizadas por arbolado disperso y alguna vegetación arbustiva; la mayoría bosques y matorrales de Acacia, aunque también tarajales de Tamarix senegalensis a lo largo de la ribera de los ríos (Aymí y Gargallo, 2006).

En España se encuentra en una gran variedad de medios durante la reproducción, aunque su hábitat característico lo constituyen los bosques abiertos de frondosas y, en menor medida, de coníferas. Prefiere una vegetación de cierto porte y no está ligada a la presencia de sotobosque como otras especies de Sylviidae. Suele criar en encinares y alcornocales (normalmente adehesados y a menudo en contacto con matorrales), pinares, sabinares, acebuchales y cultivos leñosos de secano (almendrales, olivares y algarrobales). Es una curruca forestal que prefiere los árboles bajos o los arbustos altos, ocupando bosques jóvenes o abiertos. También es una especie típica de borde de bosque, que encuentra en el matorral mediterráneo las condiciones ideales para su nidificación. Su carácter mediterráneo también se manifiesta en su preferencia por las laderas de solana para criar (Ruiz, 1997). Con menos frecuencia ocupa otras formaciones forestales más húmedas, tales como quejigares y melojares, pues su distribución en los bosques ibéricos se asocia negativamente a las precipitaciones. Rara vez supera los 1300 m de altitud en las montañas, pero siguiendo los encinares supramediterráneos puede llegar a los 1500 m, puntualmente a cotas mayores (Tellería et al., 1999). Según la información recogida en el atlas de las aves reproductoras (Ruiz, 1997; Prieta, 2003), en nuestro país se distribuye ampliamente por la Iberia mediterránea, excluyendo Baleares. Sus mayores abundancias se registran en encinares, sabinares (figura 1) y olivares (la densidad media de estos hábitats es de 3,5 aves/10 ha).

 

Figura 1. Sabinar de Juniperus thurifera, hábitat característico en la Ribera del Duero soriana. © Rafael J. Aparicio.

 

Reproducción. El análisis realizado por Carrascal et al. (2005) sobre las variables más destacadas que explican su distribución, muestra que, si bien esta especie tiene una amplia valencia ecológica en su distribución a gran escala en la península Ibérica, también es posible destacar que: 1) tiene marcadas preferencias por las zonas montañosas con menor precipitación, 2) su rango altitudinal alcanza los 2000 m, pero es más frecuente entre los 500 m y los 1500 m y 3) sus hábitats preferidos son las formaciones arboladas densas, aunque también ocupa las formaciones arboladas abiertas y los medios arbustivos. Para un mayor detalle, véanse los datos de la curruca mirlona en el Atlas virtual de las aves terrestres de España (Carrascal et al., 2005).

Al objeto de ilustrar la amplitud de hábitat y las preferencias de esta especie en época reproductora se ha confeccionado la tabla 1, basada en Tellería y Potti (1984). En ella puede observarse que en el Sistema Central la curruca mirlona se distribuye por los pisos bioclimáticos inferiores, donde prefiere los jarales de Cistus ladanifer y C.laurifolius y otros matorrales de sustitución de los medios forestales, no alcanzando el piso oromediterráneo.

Es necesario aclarar que las diferencias que se aprecian entre las densidades obtenidas para un mismo ecosistema en los diferentes estudios deben atribuirse a las distintas metodologías de censo empleadas.

 

Tabla 1. Frecuencia de aparición (en %) de la curruca mirlona en las formaciones vegetales del Sistema Central, según Tellería y Potti (1984).

Mesomediterráneo

Supramediterráneo

Oromediterráneo

Cereal

Soto

Encinar

Jaral

Fresneda

Melojar

Jaral

Brezal

Pinar

Piornal

0

2,2

9,4

23,3

4,3

2,7

24,3

1,4

0

0

 

Migración. Los hábitats más utilizados en la región Mediterránea durante la migración son los matorrales y otros medios arbustivos similares, especialmente aquellos que cuentan con zarzas y otros arbustos o arbolillos productores de frutos carnosos como lentiscos, saúcos, enebros y sabinas, pero también ocupa matorrales ribereños y vegetación palustre. Esta especie habitualmente es de las currucas menos capturadas, pero aun así existen tres trabajos que estudian su migración en ambos pasos migratorios: el primero se realizó en la Reserva de Doñana, en Huelva (Belman, 1973), el segundo en la Punta del Sabinal, en Almería (García et al., 1988) y el tercero en La Camarga, en Francia (Isenmann, 1989). Otros estudios incluyen a esta especie, pero con menos anillamientos que los anteriores. En época postnupcial pueden citarse el nuestro en la Ribera del Duero soriana (Aparicio, 2014) y dos realizados en Madrid, el primero en el monte de Valdelatas (Villarán et al., 2010) y el segundo en el valle del río Guadarrama (Calleja y Ponce, 2005). En primavera apenas existen datos, básicamente los obtenidos en la costa mediterránea de Túnez (Waldenström et al., 2004) y los del proyecto “Piccole Isole” en la illa de l’Aire en Baleares (García Febrero, 2004) y en las islas Columbretes en Castellón (Carmona y Castany, 2006).

La presencia de frutos carnosos también parece ser importante en primavera en África transahariana, antes del cruce del Sahara. En el norte de Senegal resulta esencial la presencia de Salvadora persica, pues sus frutos son cruciales para el engorde premigratorio (Stoate y Moreby, 1995), mientras que en los oasis de Mauritania (Salewski y Scahub, 2007), los árboles y arbustos que están siempre presentes son Phoenix dactylifera, Balanites aegyptiaca y Acacia raddiana.

Invernada. De esta especie existe mucha menos información que de otras currucas, pero su hábitat típico en África occidental lo constituyen las estepas y sabanas arboladas de Acacia y Balanites en la región del Sahel, mientras que en la sabana sudanesa, algo más húmeda, se compone de especies latifolias tales como Bombax, Pterocarpus, Combretum, Sterculia y Daniellia (Morel y Morel, 1992), aunque también puede hallarse en otras formaciones vegetales, como el matorral bajo de Maytenus senegalensis y T.senegalensis en Gambia (King y Hutchinson, 2001). Esta relativa amplitud de hábitat se refleja en los datos de anillamiento obtenidos en el delta del río Senegal, en el Parque Nacional de Diawling, en Mauritania (Moreno-Opo et al., 2014): de 11 capturas, 6 lo fueron en la sabana arbolada de acacias, 3 en el oasis de palmeras, 1 en la vegetación palustre y 1 en el bosquete de tarajes.

 

Abundancia

Su densidad reproductora es muy variable, pero casi siempre es baja porque sus territorios son relativamente grandes y sus hábitos reservados dificultan su detección (Prieta, 2003). Además, parece ser que alterna presencias destacadas con ausencias inexplicables en hábitats a primera vista idénticos y favorables (Aymí y Gargallo, 2006). En Suiza se censaron 8 machos a lo largo de 2,5 km; en el norte de Portugal se estimaron 8-9 territorios/km2; en Provenza, sur de Francia, 4,9 parejas/km2; en el matorral mediterráneo del sur de Francia, 3,0-11,0 parejas/km2; en el norte de Italia, un máximo de 2-3 parejas/km2; en bosque y matorral de Pakistán, 9,0 parejas/km2. Finalmente, en Marruecos hasta 18-23 parejas/km2 en un valle, pero normalmente 1,0 pareja/km2 en maquis (Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001). En España también es escasa en los medios que ocupa: 2,0 aves/km2 en jarales; 5,0-9,0 aves/km2 en sabinares; 3,0-13,0 aves/km2 en olivares y 2,0-18,0 aves/km2 en encinares (Ruiz, 1997; Prieta, 2003).

En el conjunto de España, las mayores densidades obtenidas en el programa SACRE (Carrascal y Palomino, 2008) se registraron en los enebrales y sabinares de la transición supra-mesomediterránea (5,5 aves/km2), los encinares supramediterráneos (3,2 aves/km2), los matorrales de altura mesomediterráneos (2,9 aves/km2) y los encinares pirenaicos (2,3 aves/km2).

Por otra parte, en nuestro país se ignora si su densidad reproductora muestra variabilidad interanual, pero en un estudio realizado en la Sierra de Guadarrama segoviana (Villarán et al., 2013) no se registraron diferencias mensuales a lo largo del verano en el número de capturas.

A escala regional se han detallado sus preferencias de hábitat en la comunidad de Madrid. Ocupa principalmente el piedemonte de la sierra, con algunos núcleos en la mitad oriental, faltando en las zonas más deforestadas. Su hábitat típico son los bosques mediterráneos, especialmente encinares, aunque también pinares termófilos y quejigares (Díaz et al., 1994). Las densidades máximas en Madrid (Carrascal, 2004) las alcanza en los sabinares (hábitat principal, 8,0 aves/km2) y los brezales (hábitat secundario, 2,0 aves/km2). Utilizando una metodología diferente, en el monte de El Pardo (municipio de Madrid) se identificaron 5 territorios en 5 km de recorrido por un encinar con sotobosque de carrascas y algún enebro Juniperus oxycedrus (Langlois, 2000). Su hábitat disponible representa aproximadamente el 16% de la comunidad; su población se estimó en unas 1000–2500 parejas.

Fuera de la época reproductora es relativamente común en la mayoría de su área de distribución, estimándose 10 aves/km2 en la sabana arbolada de Senegal y 1-3 aves/km2 en Mauritania (Cramp, 1992).

 

Tamaño poblacional

La población reproductora en España ha sido estimada entre 170 y 440 mil parejas (Ruiz, 1997). Basándose en los resultados del programa SACRE, Carrascal y Palomino (2008) han estimado la población de curruca mirlona en España entre 219.000 y 441.000 aves, la gran mayoría en Castilla y León (26,2%) y Andalucía (24,9%) y porcentajes menores en otras autonomías, destacando Extremadura (16,7%) y Castilla-La Mancha (12,6%).

La tendencia de la población reproductora detectada por el programa SACRE (SEO/Birdlife, 2013) ha sido de un incremento moderado (46,9%) durante el periodo 1998-2013, aunque con notables fluctuaciones interanuales.

 

Estatus de conservación

Categoría global IUCN (2015): Preocupación Menor LC (BirdLife Internacional, 2014).

Categoría España IUCN (2002): Preocupación Menor LC (Madroño et al., 2004).

Se estiman para la especie unos 0,5-1,2 millones de individuos solo en Europa, a los que habría de añadir entre un 25% y un 50% más del resto de su área de distribución. La población española es muy importante, pues representa alrededor del 39% de la europea y solo la croata alcanza cifras parecidas (35%), mientras que la pequeña población suiza parece haberse extinguido, la portuguesa o la griega representan el 2%, la francesa y la italiana el 1%, y la turca, más cuantiosa, el 17% (BirdLife Internacional, 2015). Por ello resulta evidente nuestra responsabilidad en su conservación.

Su tendencia actual es positiva, no constatándose amenazas reseñables en el presente, aunque durante el siglo XX y hasta la década actual, pero especialmente en el periodo 1970-1990, se produjo una notable reducción de la población europea, no solo de la española, que se pudo detectar también en su área de invernada africana (Aymí y Gargallo, 2006; Walther et al., 2011). Como muestra de ello, valgan los siguientes datos: 1) Noval (1975) señaló que ya era una especie escasa y que cada año disminuía más su paso primaveral por la Cornisa Cantábrica; 2) Wiltschko y García (1974) registraron en Almería una reducción de los anillamientos en un 75% en 1973 con respecto a 1972, atribuible tanto a un menor éxito reproductor el segundo año, como a una mayor mortalidad en África transahariana en el invierno 1972-1973; 3) en Doñana, mientras que en un solo año de la década de los 70 se anillaron 20 ejemplares en paso postnupcial (Belman, 1973), entre 1994 y 2005 solo se capturaron 14 (Arroyo, 2004); 4) finalmente, aunque criaba a principios del siglo XX en Baleares (Tellería et al., 1999), en la actualidad está considerada como rareza (García Febrero, 2004).

En España está incluida en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, aunque sin categoría de amenaza (Real decreto 139/2011; para más detalles consúltese el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, Subdirección General para el Medio Natural, 2014) y es, por tanto, especie protegida.

 

Factores de amenaza

Generales

-La extensión del clima atlántico en el oeste de Europa perjudica a esta curruca tan mediterránea (Shirihai et al., 2001).

-La transformación del hábitat, en especial el abandono del medio rural y la recuperación de las masas forestales, resultan perjudiciales para esta especie por su preferencia por los medios abiertos (Prieta, 2003).

-La pérdida y transformación del hábitat de su área de invernada del Sahel, causada por el incremento de la población humana, la intensificación agraria, la mayor presión de la ganadería y la deforestación, repercute negativamente sobre esta especie (Walther et al., 2011).

-Según los modelos que predicen los efectos del cambio climático sobre la distribución de las currucas a finales del siglo XXI (Doswald et al., 2009), las especies transaharianas, la mirlona entre ellas, serán las que sufran en mayor grado sus efectos negativos, ya que su área de cría se desplazará hacia el norte en Europa, pero se contraerá en el sur; también se modificará su área de invernada, si bien en menor cuantía que la de reproducción; el hábitat disponible disminuirá apreciablemente, especialmente en Europa; finalmente, se incrementará la distancia a salvar en sus migraciones, lo que implicará la necesidad de acumular mayores reservas grasas o, alternativamente, aumentar el número de etapas migratorias.

España

Pueden señalarse las siguientes amenazas, muy relacionadas con el deterioro del hábitat:

- Utilización indiscriminada de insecticidas (Ruiz, 1997).

-Ausencia de la cobertura vegetal adecuada (Ruiz, 1997).

-Pérdida del arbolado por la falta de regeneración en las dehesas (Prieta, 2003).

-Aparición de enfermedades forestales como “la seca” en los encinares (Prieta, 2003).

-Expansión de grandes infraestructuras y regadíos (Prieta, 2003).

-Intensificación y abandono de olivares, almendrales y algarrobales (Prieta, 2003).

-El cambio climático: adelanto de la fenología postnupcial, que ya afecta a otras especies transaharianas (Mezquida et al., 2007). Por otra parte, según los modelos que predicen los efectos del cambio climático sobre la distribución de la curruca mirlona en España (Araújo et al., 2011), se esperan impactos bajos para el periodo 2041-2070, pues los modelos proyectan aumentos en la distribución potencial actual de la especie entre un 3% y un 11% y el nivel de coincidencia entre la distribución observada y potencial se solapa entre un 58% y un 64%.

 

Medidas de conservación

No hay datos disponibles de resultados de las estrategias de conservación en la península Ibérica. Se proponen las siguientes medidas de conservación prioritarias (listadas en orden de importancia):

-Debe permitirse, en la medida de lo posible, la regeneración natural del bosque y el matorral mediterráneo tras los incendios, pues aunque el fuego tiene un indudable efecto adverso a corto plazo, favorece la recolonización de esta especie al clarear el bosque. Así, en algunos alcornocales se ha comprobado su reproducción un año después del incendio, alcanzando elevadas densidades solo cuatro años después (Aymí y Gargallo, 2006).

-Debe evitarse la degradación de los ecosistemas mediterráneos, tanto en lo referente a la intensificación agraria y al abandono de los cultivos tradicionales, como a su destrucción por otros usos del suelo (Ruiz, 1997; Prieta, 2003).

-Referente al cambio climático, se debe investigar la existencia y la magnitud del desfase entre la disponibilidad de presas y la fenología reproductora por sus graves implicaciones en el éxito reproductor (Sanz, 2002). Este desajuste ya ha sido demostrado en otras especies, por ejemplo el carbonero común Parus major y el papamoscas cerrojillo Ficedula hypoleuca (Grossman, 2004).

-A fin de conservar el medio natural en su área de invernada en el Sahel, es imprescindible la implantación de sistemas más sostenibles de explotación de los recursos naturales e incrementar las zonas protegidas (Walther et al., 2011).

 

Referencias

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Rafael J. Aparicio Santos
C/Juglares, 2C, 2ºA, 28032 Madrid
pascapa@ono.com

Fecha de publicación: 23-09-2015

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