Curruca mirlona - Sylvia hortensis (Gmelin, 1789)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Orphean warbler, description, measurements, body mass, sexual dimorphism, moult, variation, subspecies.

 

Nombres vernáculos

Español: Curruca mirlona. Alemán: Orpheusgrasmücke. Catalán: Tallarol enmascarat. Francés: Fauvette orphée. Gallego: Papuxa real. Inglés: Orphean warbler.  Italiano: Bigia grossa. Portugués: Toutinegra-real. Vasco: Zozo-txinboa (Lepage, 2015; Gutiérrez et al., 2012).

 

Origen y evolución

Las currucas pertenecen al género Sylvia, integrado por unas 25 especies de Sylviidae propias de medios forestales, sus orlas arbustivas y otros matorrales (Shirihai et al., 2001). Se distribuyen por Eurasia y África y la mayoría forman parte de la fauna europea (BirdLife International, 2004), siendo la región Mediterránea la zona que cuenta con el mayor número de especies. Los estudios filogenéticos realizados certifican que las currucas se hallan relativamente lejanas de los mosquiteros Phylloscopus, zarceros Hippolais y carriceros Acrocephalus y más cercanas a los charlatanes y tordinos Timallidae (Shirihai et al., 2001; Alström et al., 2006). También sugieren que el género surgió en Asia a principios del Mioceno, hace unos 20 millones de años, divergiendo en tres clados fundamentales hace unos 15-12 millones de años por eventos paleoclimáticos relacionados con las expansiones y retracciones de las formaciones forestales (Voelker y Light, 2011). El primer clado, distribuido por Europa y África, incluiría las currucas capirotada S. atricapilla y mosquitera S .borin, así como dos especies africanas: las currucas de Príncipe S. dohrni y abisínica S. abyssinicus. Los dos clados restantes parecen guardar más relación entre sí que con el anterior, englobando lo que Blondel et al. (1996) denominan grupo “auténticamente Mediterráneo”. El primero de ellos tiene como centro de distribución el norte de África, Oriente Próximo y Europa meridional, e incluye la curruca zarcera S. communis y las pequeñas currucas mediterráneas tales como la cabecinegra S. melanocephala, rabilarga S. undata, tomillera S. conspicillata y carrasqueña S. cantillans. Finalmente, el último clado se distribuye preferentemente por Europa meridional y Asia suroccidental, aunque cuenta con varias especies en África transahariana y alguna de ellas alcanza el norte de Europa y Asia central. Dentro de este tercer clado, las currucas zarcerilla S. curruca y gavilana S. nisoria son las que presentan un parentesco más alejado con la mirlona S.hortensis, mientras que la especie más cercana a ella es la curruca árabe S. leucomelaena, de la que se separó hace unos 3,5 millones de años. Por otra parte, ambas especies están estrechamente emparentadas con las currucas yemení y parda S. buryi y S. lugens (Aymí y Gargallo, 2006; Voelker y Light, 2011).

S. hortensis ha sido considerada a veces una superespecie junto a S. leucomelaena, pero estudios genéticos recientes han demostrado que ambas difieren significativamente (Aymí y Gargallo, 2006). Por otra parte, las razas de S. hortensis constituyen dos grupos, uno al oeste y otro al este del golfo de Sirte y el mar Adriático (Cramp, 1992; Aymí y Gargallo, 2006). Recientes investigaciones indican que estos dos grupos difieren marcadamente en el ADN mitocondrial, así como en el plumaje, secuencia de muda, morfología del pico y canto, lo que sugiere que S. hortensis debería considerarse, en realidad, como una superespecie compuesta por dos aloespecies; es decir, dos especies distintas cuya área de distribución es contigua y sin solapamientos: S. hortensis “sensu stricto” en el oeste y S. crassirostris en el este. Actualmente existe cierta controversia sobre el asunto, puesto que mientras algunos autores siguen manteniendo la opinión tradicional, consistente en que las diferencias entre ambos grupos son insuficientes como para considerarlos dos especies distintas (Vaurie, 1954; Williamson, 1976; Cramp, 1992; Blondel et al, 1996; Svensson, 1996; Aymí y Gargallo, 2006; BirdLife International, 2014), otros aceptan la división y opinan que deberían tratarse como dos especies hermanas o, al menos, muy próximas: S. hortensis y S. crassirostris (Shirihai et al., 2001; Voelker y Light, 2011; Svennson, 2012; Crochet y Joynt, 2015; Ponti, com. pers.). Incluso existen autores que dividen el género Sylvia en varios géneros, incluyendo tanto a S. hortensis como a S. crassirostris en el género Curruca (Lepage, 2015; Boyd, 2015).

 

Identificación frente a especies similares

La curruca mirlona es una especie muy característica debido a su gran talla, a los tonos grisáceos y blancuzcos de su plumaje y, en los adultos, a su caperuza negruzca en la que destacan sus ojos claros (Beven, 1971; Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001), pero puede confundirse con otras currucas (figura 1). En el área Mediterránea es susceptible de confusión con las currucas cabecinegra y de Menetríes S. mystacea (ambas mucho más pequeñas, con partes superiores más contrastadas, ojo y anillo ocular rojizos y conducta diferente) y con la hembra de la curruca de Rüppell S. rueppelli (25% más pequeña, ojo y anillo ocular rojizos, franjas pálidas de las terciarias y, en el macho adulto, garganta negra y “bigote” blanco). En el sur del mar Muerto, las mirlonas migrantes pueden confundirse con las árabes residentes, por lo que es necesario extremar las precauciones (Cramp, 1992).

 

Figura 1. Ave de primer invierno, 3 EURING. Tierra de Pinares, Segovia. Se aprecian algunas características generales de la especie, tales como la cola relativamente larga y el pico robusto y fuerte. © J. Matute

 

Frente a S. hortensis, S. leucomelaena es algo más pequeña, su ala es mucho más redondeada, la segunda rémige primaria más externa (p9) es mucho más corta, la cola es más larga y graduada y la relación entre la longitud de la cola y el ala es más próxima a la unidad (Cramp, 1992). Los jóvenes y las aves de primer invierno, por su plumaje pardusco bastante uniforme y su iris oscuro, pueden confundirse con los jóvenes de gavilana o con la mosquitera. S. nisoria es mayor que S.hortensis; la cola y el ala ostentan mayor longitud; la rémige primaria más externa (p10) es mucho más corta; la p9 relativamente larga; loreales y auriculares pálidas; supracobertoras caudales con puntas blancas; los flancos y las infracobertoras caudales con trazas de barreado y la rectriz externa (t6) con poco blanco (Cramp, 1992). S. borin es menor, más pardo oliváceo en las partes superiores; normalmente con el anillo ocular blancuzco; mejillas y auriculares menos oscuras; cola virtualmente uniforme sin nada de blanco en la t6; además, en todas las medidas biométricas se aprecia su menor tamaño, salvo quizás en la longitud alar; p10 más corta y p9 más larga (Cramp, 1992). También existe cierto riesgo de confusión entre los jóvenes de mirlona y de zarcera. Frente a ella, que también ostenta rectrices externas blancuzcas, S. hortensis carece del tinte rojizo del dorso propio de ésta y su tamaño es notablemente mayor (Aparicio, 2014). Sin embargo, es difícil de confundir con la capirotada (Beven, 1971), pues el capirote de ésta no alcanza los ojos y es castaño en las hembras y negro en los machos, lo que resulta inconfundible. De todas formas, la curruca con el plumaje más parecido a S. hortensis es S. curruca (Shirihai et al., 2001). Ambas especies tienen un plumaje juvenil y de primer invierno prácticamente idéntico, si bien la mirlona es un 15-20% mayor (según Svensson (1996), el rango de la medida alar en Europa de S. curruca es de 60,0 a 70,0 mm, mientras que el de S. hortensis es de 73,0 a 84,0 mm) y su robusta constitución y su fuerte pico son diagnósticos, como puede comprobarse en la fotografía 6 de la página 187 de Shirihai et al. (2001).

En conjunto es una curruca bastante robusta de plumaje bicolor, con pico fuerte y cabeza grande; su constitución y silueta recuerdan más a un pequeño Turdidae que a una curruca (Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001). Más detalles sobre la identificación de la curruca mirlona pueden consultarse en la Enciclopedia de las Aves (SEO/BirdLife, 2008) y en Blasco-Zumeta y Heinze (2014).

 

Figura 2. Ave de primer invierno en septiembre, 3 EURING. Ribera del Duero, Soria. Se aprecian algunas características generales de la especie, tales como la silueta alargada, la cola con las rectrices externas blancuzcas y el pico robusto y fuerte. © P. Pascual

 

Descripción

Sylvia hortensis es una de las currucas de mayor tamaño. La impresión general es que es una Sylvia robusta y grande, con pico ancho en la base, largo y puntiagudo. Alas largas, terciarias con franjas indistintas gris pálido y cola con mucho blanco en las rectrices externas (figura 2). Infracobertoras caudales difuminadas de pálido. Los adultos y los machos de primer verano ostentan una caperuza uniformemente negra o negro-grisácea, contrastando con el gris pardo brillante del resto de las partes superiores; por abajo, especialmente con plumaje nuevo, luce un tinte pardo rosado pálido. Las hembras y las aves de primer invierno (figuras 1 y 2) tienen las partes superiores parduscas y la cabeza grisácea, con las auriculares conspicuamente oscuras; lorales pálidas. Jóvenes casi completamente pardos por arriba y con un lavado ante-pardusco por abajo. Patas grisáceas. Iris blancuzco en adultos (figura 3) y pardo grisáceo oscuro en primer invierno (figura 4); anillo orbital de negruzco a pardo grisáceo. Anillo ocular fundamentalmente negruzco en el macho adulto, grisáceo en los machos de primer invierno y mezclado con plumas blancuzcas en hembras (Shirihai et al., 2001).

 

Figura 3. Macho adulto en septiembre, 4 EURING. Ribera del Duero, Soria. Se aprecian algunas características, tales como el pico ligeramente curvado, la garganta blanca, la caperuza negruzca que engloba los ojos y el iris de éstos, muy claro y llamativo. © P. Pascual

 

Su postura es básicamente horizontal, dando la impresión característica de pecho prominente y vientre caído. Estructuralmente, su característica más destacada es su pico fuerte, largo, estrecho y algo curvado hacia abajo. La cabeza grande y sus alas y cola moderadamente largas, contribuyen a crear su característica silueta alargada. Como típico migrante tropical, tiene una larga proyección primaria, con 6-7 puntas de las primarias visibles (figura 7). Habitualmente se mueve a cortos saltos, pero a menudo permanece quieta por largos periodos de tiempo, como vigilando. De vez en cuando efectúa bruscos saltos; vuelo pesado y seguro, con batidos poco profundos. En vuelo de escape se esconde pausadamente entre la vegetación con la cola desplegada, sin los inquietos movimientos de las currucas típicas. Se alimenta tanto en la copa de los árboles como en la base de los arbustos, pero rara vez en el suelo. Durante la reproducción es esquiva y furtiva (Shirihai et al., 2001).

 

Figura 4. Ave de primer invierno en septiembre, 3 EURING. Ribera del Duero, Soria. Se aprecian sus ojos oscuros y la caperuza y la nuca pardo-grisáceas, apenas contrastadas con el dorso pardusco. © P. Pascual

 

Estructura

Alas relativamente largas y apuntadas. 10 primarias. Proyección primaria entre el 33% y el 67% de la longitud total de las terciarias. Cola relativamente larga, estrecha y de extremo cuadrado, representando entre el 78% y el 91% de la longitud alar en aves de museo (Williamson, 1976) y alrededor del 84% en aves capturadas para anillamiento (Shirihai et al., 2001). Pico gris pizarra, casi negro, con la base de la mandíbula inferior gris. Es bastante fuerte y el culmen está ligeramente curvado (Noval, 1975). Narinas estrechas, cubiertas superiormente por una membrana. Posee 3 o 4 vibrisas bastante cortas a cada lado de la base de la mandíbula superior, así como numerosas vibrisas de aspecto piloso entre las narinas y el mentón (figuras 3, 4 y 5). Patas relativamente cortas y bastante fuertes, gris oscuro. Pies fuertes y del mismo color. Uñas cortas, fuertes y curvadas hacia abajo (Cramp, 1992). Fórmula alar (figura 6), criterio ascendente de las primarias (Williamson, 1976): 3ª-5ª emarginadas; 1ª de 2,5 a 8 mm mayor que su cobertora. La punta del ala suele ser la 4ª, normalmente la 3ª es igual que ella, pero a veces es 0,5-1,5 mm menor; rara vez la 5ª es igual que ellas, pues habitualmente es 0,5-3,0 mm menor que la 3ª o la 4ª; 2ª 3,5-7,5, cayendo entre la 5ª-7ª; 6ª 5,0-7,0; 7ª 7,5-10,5; 8ª 10,0-13,0 y 10ª 16,0-18,0. La muesca de la banderola interna de la 3ª es menos marcada que la de la 2ª y alcanza las primarias 9ª-10ª.

 

Figura 5. Ave de primer invierno en septiembre, 3 EURING, mientras se mide su 8ª primaria. Ribera del Duero, Soria. Se aprecia el pico robusto y fuerte, sus numerosas vibrisas, el iris oscuro propio de la edad, las lorales pálidas, la caperuza pardo-grisácea y las partes inferiores blancuzcas. © Pilar Pascual.

 

Plumaje

Aspecto general: Curruca bastante grande y robusta, con alas y cola moderadamente largas y pico largo y puntiagudo (Shirihai et al., 2001; Aymí y Gargallo, 2006). El macho de la raza nominal (portada y figuras 3, 6, 7 y 10) tiene la caperuza negra, normalmente con máscara facial algo más oscura y de un negro más puro; partes superiores pardo grisáceas pálidas, mezclándose con la caperuza negruzca en la nuca; rémiges y suparcobertoras alares gris negruzcas con bordes grisáceo pálido y pardo grisáceo; álula negruzca, con las plumas pequeñas con amplios bordes pardo grisáceos y la mayor con un estrecho margen blancuzco; cola gris negruzca con conspicuos bordes y puntas blancas en las plumas externas (más extenso en la banderola externa); puntas blancas en las rectrices adyacentes; muy blancuzca debajo; blanco puro en la garganta y el centro del pecho, pero los laterales de este último, los flancos y el vientre presentan un marcado tinte rosáceo cremoso. Infracobertoras caudales rosa grisáceas, con bordes gris pálido; iris blanco cremoso (a veces con difusos puntos parduscos); anillo orbital de gris negruzco a negro; anillo ocular negruzco; pico con culmen y punta negruzcos; parte superior grisácea, así como las 2/3 basales de la inferior; patas grisáceas. La hembra recuerda al macho (figura 7), pero es más pardusca arriba y más manchada de pardusco abajo (sin rosáceo); cabeza más pálida (del mismo tono que el manto), normalmente grisácea, a menudo con las auriculares más oscuras y las lorales más pálidas; iris normalmente amarillento pálido apagado, anillo ocular con plumas blancas y grisáceas. Los juveniles son pardo grisáceo arriba y pardo anteado abajo, salvo la garganta blancuzca; las rectrices tienen las puntas y los bordes blancos reducidos y con un tinte cremoso distintivo, iris de pardo oscuro a pardo oliváceo, anillo orbital de gris pardusco a gris negruzco, anillo ocular poco destacado, con plumas grisáceas y alguna blancuzca. El plumaje de primer invierno (figura 1) recuerda al de la hembra, distinguiéndose por las plumas de vuelo juveniles retenidas y por las partes desnudas (Shirihai et al., 2001; Aymí y Gargallo, 2006). Las diferentes razas difieren fundamentalmente en los tonos del plumaje y en el tamaño del pico y la cola. Las aves de Europa oriental tienen, en promedio, la caperuza más oscura y el pico y la cola más largos que las del oeste europeo; además, son más gris puro por arriba, blancuzcas por abajo y presentan las infracobertoras caudales con el centro oscuro. Las aves más orientales (Oriente Medio, Cáucaso, Pakistán) tienden a acentuar estas características, especialmente la longitud del pico y la cola (Aymí y Gargallo, 2006).

 

En mano: Se aprecia que es una curruca robusta con cola moderadamente larga, pico fuerte y puntiagudo, cabeza grande y patas oscuras (Shirihai et al., 2001). A primera vista parece una S.curruca de gran tamaño, con pico desproporcionadamente grande. Partes superiores pardo-grisáceas, inferiores blancuzcas, cabeza oscura. Iris blancuzco en adultos, pero en otras edades es más bien oscuro.

 

Figura 6. Macho adulto en septiembre, 4 EURING. Ribera del Duero, Soria. Se aprecia el contraste entre la caperuza oscura y el dorso grisáceo, el estrecho margen blancuzco del álula y la proyección primaria. © R. J. Aparicio

 

Sexo: Dimorfismo sexual poco marcado, pero evidente, en las aves adultas, si bien no siempre es factible diferenciar los sexos en el campo cuando no se observa la pareja junta (Beven, 1971). El macho adulto (figura 6) tiene la frente, parte anterior del píleo, bridas y auriculares negruzcas; parte posterior del píleo casi igual de oscuro, negro-gris. En general, la cabeza uniformemente negro-grisácea, con las auriculares solo ligeramente más oscuras. Resto de las partes superiores con un tono gris oscuro. Pecho y flancos blancos con un baño pardo-rosado (Svensson, 1996; Shirihai et al., 2001). La hembra tiene la frente, bridas y auriculares gris-negruzco oscuro, menos negro que en el macho adulto (figura 7). El píleo puede ser también bastante oscuro, pero generalmente cambia gradualmente hacia gris en su parte posterior y en la nuca. Resto de las partes superiores gris-pardo. Pecho y flancos con un baño ante. En conjunto es más pálida y grisácea que el macho; cabeza con las auriculares claramente más oscuras. Anillo ocular mezclando plumas blancas y grises (Svensson, 1996; Shirihai et al., 2001). En otoño, las aves de primer invierno solo se pueden sexar con dificultad y mucha experiencia. Algunas mirlonas con obvio contraste entre la cabeza grisáceo-oscura y las partes superiores más pálidas, así como con las auriculares oscuras, probablemente sean machos. Sin embargo, las hembras suelen presentar poco contraste entre las partes superiores y la cabeza, todas de un gris pardusco pálido (Shirihai et al., 2001).

 

Figura 7. Hembra adulta, 4 EURING. Tierra de Pinares, Segovia. Se aprecian algunas características generales, tales como la cabeza grisácea que contrasta con las auriculares oscuras, la garganta blanca, las lorales pálidas y el iris más claro. © J. Matute

 

Edad: En otoño, las aves de primer invierno (figuras 1, 2, 4, 5 y 8) tienen el iris uniformemente pardo u oliva oscuro, usualmente se aprecia un claro límite de muda entra las cobertoras mayores (las internas nuevas y con el aspecto de las de los adultos, grisáceas y más claras, mientras que las externas juveniles retenidas se hallan característicamente desflecadas, son parduscas y con franjas ante estrechas). Cobertoras primarias ligeramente desgastadas, más parduscas y pálidas que las de los adultos. Las puntas y los bordes de las rectrices externas juveniles están manchadas de pardo cremoso (Shirihai et al., 2001). Los adultos, por su parte, ostentan una caperuza oscura que engloba ampliamente los ojos; éstos tienen el iris como mínimo parcialmente blancuzco. Todas las plumas de vuelo nuevas, recientemente mudadas o con muda suspendida, con algunas secundarias y más raramente las rectrices muy desgastadas y sin mudar. Las primarias nuevas son gris pardo negruzco brillante con puntas blanco grisáceo. Las rectrices externas tienen las puntas y los bordes blanco puro.

 

Figura 8. Ave de primer invierno en septiembre, 3 EURING. Ribera del Duero, Soria. Además del iris oscuro, se aprecian las auriculares oscuras y la falta de contraste entre el dorso, la nuca y el capirote. © D. Aparicio

 

En primavera, los adultos tienen la caperuza como en otoño, el iris parcialmente blancuzco y presentan las rémiges primarias y las cobertoras primarias desgastadas, de color pardo grisáceo oscuro, franjeadas de grisáceo (figura 9). También pueden retener algunas secundarias. Las aves de primer verano tienen el iris como los adultos o sin punteado blancuzco. En las aves orientales, el estado de muda es diagnóstico. Normalmente, las aves occidentales retienen las cobertoras primarias juveniles, más desflecadas, desgastadas y pardo pálidas que las de los adultos. Algunas aves retienen las rectrices juveniles, muy características por estar marcadas de pardo cremoso (Shirihai et al., 2001). Más detalles sobre sus plumajes pueden consultarse en la Enciclopedia de las Aves (SEO/BirdLife, 2008) y en Blasco-Zumeta y Heinze (2014).

 

Figura 9. Macho adulto en primavera, 6 EURING. Sª de Guadarrama, Segovia. Además del blanco del iris y la caperuza oscura, se observan otras características tales como el tono rosado de las partes inferiores y el blanco de la garganta y el mentón. © J. Herranz

 

Osteología

Tanto a nivel postcraneal como craneal, la separación específica e incluso genérica de los sílvidos es muy difícil (Moreno, 1987), pues todas las especies presentan el brachium processi maxillopalatini no visible en norma dorsal a través de las narinas y al menos un orificio en su punto de unión con el maxilar. Además, las currucas tienen el foramen orbitonasale simple y de forma más o menos alargada y el processus zygomaticus está siempre bien desarrollado. Asimismo, casi todas las especies del género tienen el corpus proccesi maxillopalatini hueco, alargado y abierto ventrolateralmente y el foramen venae occipitalis externae se sitúa en el borde posterior del foramen magnum (Moreno, 1987). No obstante, la información referente a S.hortensis proviene de un solo ejemplar.

Por otra parte, no ha sido posible incluir a esta especie en el estudio sobre la existencia de patrones ecomorfológicos en el esqueleto de las extremidades anteriores y posteriores de las especies del género Sylvia y su relación con la conducta migratoria (Calmaestra y Moreno, 1998), por lo que solo puede suponerse que, al igual que las otras currucas migradoras, S.hortensis también tenga un esternón de mayor tamaño que las especies sedentarias.

 

Biometría

Por la escasez de capturas, los datos biométricos de las poblaciones reproductoras (Cramp, 1992) hacen referencia al conjunto de Europa occidental y norte de África, no solo a la península Ibérica. Noval (1975) señala una longitud de 15,0 cm, una envergadura de 21,0 cm y un ala plegada de 77,0-83,0 mm en los machos y de 73,0-80,0 mm en las hembras. En la tablas 1-3 se muestran los datos obtenidos de aves de museo para las tres razas reconocidas por Williamson (1976), en la tablas 4 y 5 se presentan los datos de aves capturadas para anillamiento en Europa occidental e Israel por Shirihai et al. (2001) y, finalmente, en la tabla 6 los datos presentados por Vaurie (1954) a base de aves de museo de las cuatro subespecies admitidas por este autor. Los datos biométricos que se han obtenido de esta especie (Cramp, 1992) parecen indicar que en la subespecie nominal los machos son mayores que las hembras en las medidas de ala plegada y cola (27 machos midieron 82,2 mm de ala por 79,4 mm 10 hembras, mientras que de cola, 13 machos midieron 67,2 mm por 65,2 mm 12 hembras), no hallándose diferencias en la longitud de pico y de tarso (25 machos midieron 17,8 mm de pico y exactamente la misma media 9 hembras, mientras que de tarso, 13 machos midieron 23,4 mm por 23,5 mm 12 hembras). De hecho, los escasos datos biométricos obtenidos en la Ribera del Duero soriana (datos propios) apuntan en esta dirección: el ala plegada de los machos adultos (78,0 mm) es mayor que la de las hembras y jóvenes (74,2 mm). Sin embargo, en S.h.crassirostris (Cramp, 1992) no parecen apreciarse diferencias biométricas entre sexos (8 machos midieron 79,9 mm de ala por 79,8 mm 7 hembras, mientras que de pico, 8 machos midieron 18,9 mm por 18,6 mm 6 hembras), resultado similar al obtenido en aves anilladas en Israel por Shirihai el al. (2001). De todas formas, parece evidente la necesidad de realizar más estudios biométricos para cuantificar las diferencias sexuales.

Los datos de aves anilladas en La Camarga, sur de Francia (Isenmann, 1989), no muestran diferencias significativas entre el ala plegada de las mirlonas capturadas en la parte inicial y la parte final de la migración postnupcial, pero sí las muestran entre las aves anilladas en migración postnupcial (79,6 mm, 328 aves) y las capturadas en migración prenupcial (80,6 mm, 92 aves). Esta diferenciano ha sido explicada hasta el momento. En todo caso, las medidas francesas son inferiores a las obtenidas durante la primavera por Waldenström et al. (2004) en Túnez (83,9 mm, 16 aves).

Por otra parte, en las tablas aquí mostradas se puede apreciar que las diferencias biométricas más acusadas entre las diferentes subespecies y, en especial, entre los grupos occidental y oriental, se presentan de manera más marcada en la longitud de pico y también, pero menos evidentemente, en la longitud de la cola, ostentando mayores medidas de pico y cola las mirlonas del grupo oriental y, dentro de ellas, las mirlonas de la subespecie S. h. jerdoni (tablas 1-6).

 

Tabla 1. Ala plegada, cola, longitud del pico hasta el cráneo y tarso de S. h. hortensis, obtenidos de aves de museo, según Williamson (1976). Se indica el número de ejemplares de cada categoría, la media, el rango teórico y la desviación típica. Todas las medidas en mm.

 

Ala plegada

Cola

Pico

Tarso

Media

77,7

65,5

16,2

23,5

Rango

70,0-86,0

58,0-73,0

14,0-18,5

22,0-25,0

Desviación típica

2,7

2,6

0,8

0,5

n

50

49

48

39

  

Tabla 2. Ala plegada, cola y longitud del pico hasta el cráneo de S. h. crassirostris, obtenidos de aves de museo, según Williamson (1976). Se indica el número de ejemplares de cada categoría, la media, el rango teórico y la desviación típica. Todas las medidas en mm.

 

Ala plegada

Cola

Pico

Media

79,4

66,9

17,3

Rango

73,0-86,0

59,0-75,0

15,0-19,5

Desviación típica

2,3

2,6

0,8

n

60

60

56

 

Tabla 3. Ala plegada, cola y longitud del pico hasta el cráneo de S. h. jerdoni, obtenidos de aves de museo, según Williamson (1976). Se indica el número de ejemplares de cada categoría, la media, el rango teórico y la desviación típica. Todas las medidas en mm.

 

Ala plegada

Cola

Pico

Media

79

68,6

19,7

Rango

74,0-84,0

61,0-76,0

17,5-22,0

Desviación típica

1,6

2,4

0,7

n

55

53

56

  

Tabla 4. Ala plegada, 8ª primaria, cola, longitud del pico hasta el cráneo y tarso, obtenidos de aves capturadas en el suroeste de Europa y el noroeste de África (S. h. hortensis), según Shirihai et al. (2001). Incluyen datos de anillamiento y de museo. Época de captura sin detallar. Se indica el número de ejemplares de cada categoría, la media, el rango y la desviación típica. Todas las medidas en mm.

 

 

Ala plegada

Cola

Pico

Tarso

8ªPrimaria

Media

78,2

65,3

16,3

22

58

Rango

75,0 – 83,5

60,0 – 68,5

15,3 – 16,9

20,6 – 23,0

53,5 – 63,0

Desviación típica

2,2

2,9

0,5

0,8

-

n

23

9

9

9

14

  

Tabla 5. Ala plegada, cola, longitud del pico hasta el cráneo y tarso, obtenidos de aves capturadas para anillamiento en Israel (S. h. crassirostris), según Shirihai et al. (2001). Época de captura sin detallar, aunque presumiblemente en migración. Se indica el número de ejemplares de cada categoría, la media, el rango y la desviación típica. Todas las medidas en mm.

 

Ala plegada

Cola

Pico

Tarso

Media

79,9

67,4

19,8

22,9

Rango

76,0 – 83,0

64,0 – 70,5

18,0 – 22,1

21,5 – 25,5

Desviación típica

1,6

2

0,9

1

n

47

47

46

45

 

Tabla 6. Ala plegada, cola, longitud del pico hasta el cráneo y porcentajes de la longitud de la cola y el pico con respecto a la del ala, obtenidos de aves de museo de las cuatro subespecies de S. hortensis, según Vaurie (1954). Solo machos y solo valores medios. Todas las medidas en mm.

 

 

Ala plegada

Cola

Pico

%Cola/ala

%Pico/ala

n

S.h.hortensis

81,2

62,4

17,3

77

21,3

5

S.h.crassirostris

80

61,6

19,3

77

24,2

10

S.h.balchanica

82,6

65,2

19

79

22,7

14

S.h.jerdoni

80,8

68,2

21,5

85

27

8

  

La mayoría de los datos ibéricos se refieren a aves en migración, si bien es presumible que casi todas ellas procedan de nuestro país. En la tabla 7 se presentan los datos obtenidos de aves capturadas para anillamiento en Doñana (Belman, 1973).

 

Tabla 7. Ala plegada, cola, longitud del pico hasta el cráneo y tarso, obtenidos de aves en migración de otoño y de primavera capturadas para anillamiento en Doñana, según Belman (1973). Se indica el número de ejemplares de cada categoría, la media, el rango y la desviación típica. Todas las medidas en mm.

 

Ala plegada

Cola

Pico

Tarso

Media

78,5

66,6

17,1

22,6

Rango

72,0 – 82,0

62,0 – 72,0

16,0 – 18,5

21,0 – 23,5

Desviación típica

2,2

1,9

0,5

0,6

n

48

42

42

42

 

En la tabla 8 se sintetizan los datos biométricos obtenidos de aves capturadas para anillamiento en la Ribera del Duero soriana, en el centro de España (datos propios).

 

Tabla 8. Ala plegada, octava primaria, longitud del pico hasta el cráneo y tarso, obtenidos de aves capturadas para anillamiento en época postnupcial en la Ribera del Duero soriana. Datos propios. Se indica el número de ejemplares de cada categoría, la media, el rango y la desviación típica. Todas las medidas en mm. Medidas conforme a Svensson (1996), es decir, el ala plegada mediante la cuerda máxima, la octava primaria medida desde su base, la longitud del pico hasta el cráneo y la longitud del tarso mediante la técnica de los dedos doblados.

 

Ala plegada

8ªPrimaria

Pico

Tarso

Media

75,6

58,6

15,6

22,5

Rango

73,0 – 78,5

53,5 – 62,0

15,2 – 16,3

21,5 – 23,7

Desviación típica

2,1

3,1

0,4

0,8

n

8

7

6

6

 

Por otra parte, la variación en la morfología externa, especialmente el peso, la forma del pico y las extremidades posteriores se halla íntimamente asociada con la variación en el frugivorismo de las currucas (Jordano, 1987); es decir, que las especies mayores (peso superior a 15,0 g) se caracterizan por: 1) pico robusto, ancho en la base y relativamente corto, apto para la inclusión de una amplia variedad de frutos en la dieta, 2) una combinación de caracteres de las extremidades inferiores que las provee de una creciente capacidad de asir y alcanzar los frutos, entre ellos pelvis anchas y dedos cortos y 3) alas largas, puntiagudas y relativamente anchas, lo que posibilita tanto el vuelo batido como la cernida. Sin embargo, solo se puede suponer que lo anteriormente señalado se cumpla en S.hortensis, pues esta especie no pudo incluirse en el estudio citado por su exiguo número de capturas.

 

Masa corporal

Existen dos conceptos fundamentales que relacionan el peso con la migración. El primero es el peso libre de grasa, que tradicionalmente se ha considerado como el peso total vivo del ave menos el peso de su acumulación grasa (Herrera, 1974) y es proporcional al tamaño del ave. Ha sido estimado en 19,8 g en el norte de Senegal (Ottosson et al., 2001). Sin embargo, y gracias a recientes investigaciones sobre el metabolismo de las aves durante la migración, el anterior concepto ha sido sustituido por el de masa estructural (Saleswki et al., 2009) y que podría definirse como la masa de las aves vivas sin acúmulos visibles de grasa subcutánea y con la musculatura pectoral en extrema delgadez; en la práctica, aves con nivel cero de grasa y de músculo pectoral, lo que implica un valor de masa corporal inferior al obtenido tradicionalmente. Así, Saleswki et al. (2009) determinan la masa estructural de la curruca mirlona en Mauritania en 15,1 g y muestran que si solo se considerasen las aves con grasa cero, es decir, sin tener en cuenta la musculatura pectoral, el peso libre de grasa de S. hortensis sería de 17,2 g; es decir, 2,1 g superior (Saleswki et al., 2010). En todo caso, este valor es el peso normal de las aves fuera de la época migratoria, por lo que los individuos con ese peso no cargan la grasa mínima necesaria para migrar. El segundo concepto es la estimación del peso mínimo para llevar a cabo vuelos de larga duración; es decir, aves por encima de dicho peso podrían volar sin escalas del sur de Europa al Sahel y viceversa, pero por debajo necesitarían sedimentarse y repostar para efectuarlos, aunque el viento fuere favorable. De lo anterior se deduce que el combustible que utilizan para la migración es fundamentalmente grasa (aunque también proteínas), que es acumulada inmediatamente antes de los periodos de gran demanda energética, y sobre todo antes del cruce de barreras ecológicas como el Sahara y el Mediterráneo (Shirihai et al., 2001). Esto es, y al igual que sucede con otras especies migradoras, la curruca mirlona incrementa su peso dos veces al año, una en otoño y otra primavera, antes de emprender la migración. Este incremento es paralelo al registrado en sus reservas grasas y es consecuencia de él. Por ejemplo, durante la invernada en el norte de Senegal (Ottosson et al., 2001), apenas se registra variación en el peso medio de octubre a marzo (entre 19,3 g y 20,6 g), pero se aprecia un considerable incremento a finales de marzo y en abril, en plena migración prenupcial, alcanzándose unos valores medios de 22,7 g e, incluso, de 26,9 g y 29,5 g en las mirlonas con mayores reservas grasas, suficientes para volar 1500-2000 km. El único estudio en el que se analiza la variación del peso a lo largo de la migración postnupcial se efectuó en La Camarga, sur de Francia (Isenmann, 1989). En él se observa que el peso medio de las mirlonas capturadas se incrementa a lo largo de la migración, obteniéndose los menores valores al principio de la misma (21,3 g del 20 de julio al 13 de agosto), intermedios en las tres decenas siguientes (21,6 g; 22,0 g y 22,1 g del 14 de agosto al 12 de septiembre) y los mayores en el último periodo (22,5 g del 13 de septiembre al 15 de octubre).

Pocos datos existen sobre la masa corporal de aves reproductoras. Williamson (1976), proporciona el peso de dos machos reproductores de España: 19,3 g y 19,5 g. Más datos se han obtenido durante el periodo migratorio, pero aun así son bastante escasos si se comparan con otras especies de currucas. En la tabla 9 se muestra una selección de pesos medios de la raza nominal obtenidos en migración. La gran mayoría oscilan entre 19,8 g y 21,9 g, incluidos los datos ibéricos, y son parecidos, por otra parte, a los obtenidos en Senegal durante la invernada (Ottosson et al., 2001). Solamente muestran mayores valores los registrados en Senegal en primavera, antes de cruzar el desierto (24,0 g). Mismo comentario se puede realizar sobre S. h. crassirostris, pues conforme a los pesos presentados por Shirihai et al. (2001), solo los valores del noreste de Sudán en primavera (30,6 g) y del Sinaí en otoño (23,6 g) superan los 22,0 g; es decir, considerados globalmente, los valores obtenidos en migración para ambas subespecies son parecidos.

No obstante, falta perfilar su estrategia migratoria; por ejemplo, comprobar si esta especie, al igual que la curruca zarcera, no incrementa su peso en el sur de Europa durante el otoño, si no que acumula la energía necesaria para salvar las sucesivas etapas migratorias hasta llegar al extremo meridional de la región Mediterránea o el borde septentrional del Sahara, donde debe repostar para sobrevolar el desierto y alcanzar el Sahel (Schaub y Jenni, 2000; Aparicio, 2014). O bien, como la curruca mosquitera, incrementa el peso y acumula ya en el sur de Europa las reservas grasas necesarias para sobrevolar el Sahara (Aparicio et al., 1991; Aparicio, 2009).

 

Tabla 9. Masa corporal media (g) de S. h. hortensis obtenida en diversas localidades de su área de distribución durante la migración. Se indica la localidad, la época migratoria, el peso medio (g), el número de ejemplares y las referencias bibliográficas.

Localidad

Época

masa corporal

n

Referencias

Camarga, sur de Francia

Otoño

21,9

330

Isenmann, 1989

Camarga, sur de Francia

Primavera

20,8

91

Isenmann, 1989

Norte de Portugal

Otoño

19,8

10

Williamson , 1976

Ribera del Duero, Soria

Otoño

20,7

7

Datos propios

Doñana, Huelva

Ambas

21,1

48

Belman, 1973

Norte de Túnez

Primavera

21,3

16

Waldenström et al., 2004

Norte de Senegal

Otoño

20,3

20

Shirihai et al., 2001

Norte de Senegal

Primavera

24

64

Shirihai et al., 2001

 

Estado graso

Desde el punto de vista energético, la composición de la masa corporal de las aves migradoras se puede dividir en dos partes (Saleswki et al., 2009): a) la masa estructural, que es la parte invariable y b) los componentes que pueden ser utilizados como combustible, básicamente lípidos y proteínas, ya que los carbohidratos tiene poca importancia bajo esta óptica. El combustible de la parte lipídica se acumula prácticamente en su totalidad en el tejido adiposo, constituyendo el depósito graso. El nivel de esta grasa subcutánea almacenada es lo que se ha examinado tradicionalmente en las aves anilladas (Clarabuch, 2000). Pero además, las proteínas también pueden ser metabolizadas durante la migración, puesto que se realiza alguna acumulación de las mismas antes de los vuelos migratorios, normalmente en los músculos de vuelo, los músculos de las patas y el tracto digestivo. Como los cambios en el combustible proteico se producen por igual en todos los tejidos, normalmente solo se examina el nivel de la musculatura pectoral en las aves anilladas (Clarabuch, 2000; Saleswki et al., 2009), puesto que es un valor más fácil de estimar. Al incluir el componente proteico en el combustible a utilizar en la migración, se ha comprobado que se había infravalorado el nivel de reservas con el que contaban las aves, así como la distancia que podrían recorrer, sobreestimándose, por el contrario, el valor de su peso libre de grasa (Saleswki et al., 2010), como ya se comentó en el apartado anterior. No obstante, esta inspección es muy reciente y la mayoría de los estudios solo incluyen el examen de la grasa subcutánea.

En Mauritania, Saleswki et al. (2009) estimaron las reservas grasas de combustible de las mirlonas que tuvieron los mayores niveles de grasa en unos 5,0-7,0 g, mientras que estimaron en unos 4,0 g de proteínas el combustible de las mirlonas que tuvieron los mayores niveles de musculatura pectoral. Estos dos parámetros fueron independientes.

En relación a las reservas de grasa subcutánea, en el norte de Senegal el 30% de las mirlonas capturadas en abril tuvieron reservas grasas máximas, suficientes para volar un mínimo de 1500 km y alcanzar la región Mediterránea (Ottosson et al., 2001), mientras que en dos oasis de Mauritania, también en primavera (Salewski y Scaub, 2007), estas aves fueron el 2,7% y el 16,8%. Por el contrario, en estas dos últimas localidades las mirlonas con reservas grasas mínimas representaron el 21,7% y del 4,1% de las capturas. Más al norte, en la costa Mediterránea de Túnez, las reservas grasas primaverales de las mirlonas fueron moderadas, no pasando del nivel 3, si bien ningún ave careció de ellas (Waldenström et al., 2004).

Los únicos datos disponibles de otoño son los de nuestras capturas en la Ribera del Duero soriana (datos propios). De 7 aves examinadas en relación a sus reservas grasas, una careció de ellas (nivel 0), otra tuvo un nivel mínimo (nivel 1), tres las tuvieron escasas (nivel 2) y, finalmente, dos tuvieron un nivel medio (nivel 3).

En definitiva, es imprescindible proseguir investigando la estrategia migratoria seguida por esta curruca.

 

Variación geográfica

Tradicionalmente se ha considerado a S. hortensis como una especie politípica, dividida en tres o cuatro subespecies que pueden reunirse en dos grupos principales, el occidental y el oriental, correspondiendo la forma nominal al primer grupo y las dos o tres razas restantes al segundo (Vaurie, 1954;  Williamson, 1976; Cramp, 1992; Svensson, 1996). Sin embargo, no todos los autores aceptan este criterio, ya que dividen a esta especie en dos aloespecies: S. hortensis al oeste y S. crassirostris al este (Shirihai et al., 2001; Voelker y Light, 2011; Svensson, 2012; Crochet y Joynt, 2015). No obstante, e independientemente de la categoría taxonómica que otorguen a esta curruca, casi todos ellos coinciden en que la variación geográfica es bastante marcada entre las mirlonas occidentales y orientales y clinal y mucho más ligera dentro del grupo oriental. Dicha variación geográfica implica una tendencia a incrementar la extensión de la caperuza negruzca, la proporción del blanco de las partes inferiores y el contraste entre el negro de la caperuza y el gris de la nuca, según un eje oeste-este en el Paleártico. Asimismo, las mirlonas orientales tienden a poseer un pico más largo y robusto y una cola más larga que las occidentales (Vaurie, 1954; Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001). Sin embargo, mucha de la variación registrada está, en realidad, muy relacionada con la variabilidad individual y con el sexo y la edad de las aves examinadas, por lo que la auténtica variación geográfica solo se hará evidente en largas series de ejemplares en los que se hayan controlado la época del año y el sexo y la edad de los ejemplares.

Vaurie (1954), Shirihai et al. (2001), Aymí y Gargallo (2006) y BirdLife International (2014) reconocen cuatro subespecies, aunque como se indicó anteriormente, los segundos autores consideran a S. hortensis como una superespecie dividida en dos aloespecies.

Grupo occidental: Sylvia hortensis hortensis (Gmelin, 1789). Área de cría en el suroeste y sur de Europa (al este hasta Suiza e Italia) y el noroeste de África (del suroeste de Marruecos al noreste de Libia); área de invernada en el Sahel occidental (de Senegal hacia el este hasta Níger y Chad). Ligeramente más pequeña, posee un pico más débil y es más oscura que las razas orientales. La caperuza de los machos es, en promedio, menos extensa y con menor contraste con las partes superiores. Cola algo más corta. Infracobertoras caudales casi uniformes. Canto más corto y simple. Svensson (2012) reconoce una nueva subespecie en las aves del noreste de Libia, S. h. cyrenaicae, cuyo pico es más largo que en la forma nominal y su aspecto es intermedio entre éstas y las razas orientales. Sin embargo, la mayoría de los autores las incluyen en S. h. crassirostris.

Grupo oriental: S. h .crassirostris (Cretzchmar, 1830). Área de cría en el sureste de Europa (al este desde Eslovenia), Turquía, Oriente Próximo, noroeste de Irán y oeste de Azerbaiyán; área de invernada desde Sudán hasta el oeste de Yemen. Comparada con la anterior, su pico es más fuerte y largo, su caperuza más oscura y claramente demarcada, sus partes inferiores más pálidas y las superiores más grisáceas, las infracobertoras caudales tienen más marcas y, finalmente, su canto es más largo y variado.

S. h. balchanica (Zarudny y Bilkevich), 1918. Área de cría desde el suroeste del mar Caspio y el noreste de Irak hasta el sureste de Turkmenistán y el sureste de Irán; área de invernada desde el sur de Irán, sur de Pakistán y el sureste de Arabia. Su aspecto es muy parecido a la anterior, pero sus partes inferiores son algo más pálidas y las superiores más grisáceas. Varios autores cuestionan su validez debido a que muchas de las diferencias que presenta respecto a las otras dos razas del grupo oriental son, bajo su punto de vista, sutiles e inconsistentes (Williamson, 1976; Cramp, 1992; Svensson, 1996, 2012), por lo que la incluyen normalmente en S. h. jerdoni o, más raramente y sólo las aves más occidentales, en S. h. crassirostris.

S. h. jerdoni (Blyth, 1847). Área de cría desde el sur de Kazajstán, este de Uzbekistán y oeste de Kirguistán hasta Afganistán, extremo sureste de Irán y oeste de Pakistán; área de invernada en la India. Es la raza más pálida; sus partes inferiores son más blancuzcas y las superiores más grisáceas que cualquiera de las anteriores; la caperuza negra tiene mayor extensión y se halla más delimitada; su pico es notablemente más largo y su cola tiende a poseer mayor longitud.

 

Muda

Las aves deben realizar, al menos, una muda completa una vez al año a causa del deterioro que sufren las plumas por los ectoparásitos, la abrasión mecánica y la exposición al sol. Además, como los individuos en muda ven disminuida su capacidad de vuelo y se hallan menos protegidos frente al estrés térmico, no pueden simultanear la muda y la reproducción porque mermarían su éxito reproductor. Es por ello que las aves tienden a distanciar la época de muda de las de cría o migración porque todos ellos son procesos muy costosos, energéticamente hablando. Sin embargo, el escaso tiempo disponible fuerza a los migrantes paleárticos a solapar la muda y la reproducción o la muda y la migración tanto en Europa como en África (Jenni y Winkler, 1994; Salewski et al., 2004; Newton, 2009). El hecho de que la muda prenupcial (también denominada invernal) comience nada más llegar a los cuarteles de invernada, parece sorprendente en primera instancia, aunque es una estrategia habitual en los migrantes transaharianos y de la India (Shirihai et al., 2001). La precipitación en estas áreas parece ser el factor determinante del proceso de muda. En todas las áreas tropicales del hemisferio Norte, la estación de lluvias finaliza justo cuando los migrantes llegan y la abundancia de insectos (léase alimento) comienza a decrecer; por ello solo es favorable para mudar un corto periodo de tiempo tras la llegada. De una manera general, el noreste de África y la India como áreas de invernada probablemente permitan un periodo de muda mayor que las sabanas del oeste de África subsahariana (el Sahel principalmente), si bien, e inversamente, la duración de la época de cría es aparente más corta y retrasada en Europa oriental y Oriente próximo en relación a Europa occidental.

Los análisis efectuados bajo la perspectiva filogenética (Svensson y Hedenström, 1999) indican que: a) la muda postnupcial es el carácter ancestral en los Sylviidae, b) la muda invernal (también denominada prenupcial) se ha desarrollado independientemente de siete a diez veces en la familia. Parece ser que un requisito imprescindible para este desarrollo es que la especie sea migradora de larga distancia, aunque se trata de una condición necesaria pero no suficiente, puesto que solo 4 de las 9 especies de currucas que realizan grandes migraciones presentan muda invernal y c) el paso de la muda postnupcial a la invernal se desarrolla mediante una etapa de transición de muda dividida, es decir, se mudan las primarias en el área de cría y el resto del plumaje en la de invernada.

La curruca mirlona presenta una estrategia de muda correspondiente al tipo 3 de Jenni y Winkler (1994): las aves de primer año realizan una muda postjuvenil parcial y las adultas una muda completa en el área de cría, y ambas edades sufren una muda parcial en el área de invernada. En todo caso, las aves de la subespecie nominal tienden a mudar más extensamente en época postnupcial y menos durante el invierno y la época prenupcial que las aves de la subespecie S. h. crassirostris y, en general, que cualquier población del grupo oriental (Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001).

Primer año. Conforme a la información ofrecida por Shirihai et al. (2001), todas las razas presentan una muda postjuvenil parcial en el área de cría, efectuada de junio a agosto. Parece ser más extensa en las aves del grupo oriental (Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001). Habitualmente implica la muda de algunas cobertoras mayores internas y, más raramente, las terciarias más internas. También se mudan algunas cobertoras pequeñas y medianas y el plumaje corporal, pero solo excepcionalmente alguna rectriz. De una muestra de 22 aves de todas las razas, solo el 18% mudaron alguna terciaria, pero el 95% reemplazaron algunas cobertoras mayores e, incluso, algún ave mudó todas.

La muda prenupcial es parcial. En la raza nominal es menos extensa que en las razas del grupo oriental, pero más extensa que la muda postjuvenil (Shirihai et al., 2001). Comienza al llegar a su área de invernada. De una pequeña muestra de 12 ejemplares, ninguno mudó las primarias o las cobertoras primarias, pero el 89% mudó alguna terciaria; el 67% alguna secundaria; el 80% alguna rectriz y el 63% alguna cobertora mayor. Incluso algunas aves mudaron todas las terciarias, las rectrices y las cobertoras mayores.

En las razas del grupo oriental, esta muda es mucho más extensa, como se dijo, que en S. h. hortensis. También comienza al llegar a los cuarteles de invernada, finalizándola en enero o, incluso, en noviembre-diciembre. De una muestra de 53 aves de este grupo, todas ellas mudaron alguna terciaria, alguna primaria, alguna rectriz y alguna cobertora mayor; además, el 79% mudó también alguna secundaria y el 35% alguna cobertora primaria. Es más, la muda de todas las terciarias, rectrices y cobertoras mayores la efectuaron la mayoría de las mirlonas examinadas (Shirihai et al., 2001).

Adultos. Conforme a la información ofrecida por Shirihai et al. (2001), todas las razas presentan una muda postnupcial completa, pero ésta muchas veces es suspendida; es decir, la suspenden para migrar y la reanudan en África hasta completarse. La muda suspendida se puede detectar desde mediados de agosto. En general, esta suspensión es más habitual en las razas del grupo oriental que en la forma nominal (Cramp, 1992; Shirihai et al., 2001), si bien se ha comprobado en España (Williamson, 1976) y en Francia (Isenmann, 1989). El periodo de muda comienza de finales de mayo a primeros de julio y finaliza de mediados de agosto a finales de septiembre. No obstante, se precisan más datos para cuantificar las diferencias poblacionales. En una muestra de 15 mirlonas capturadas en España y mantenidas en cautividad (Cramp, 1992), la muda comenzó hacia el 14 de julio, completándose hacia el 21 de septiembre; es decir, su duración fue de unos 70 días. Todas estas aves retuvieron varias secundarias y alguna de ellas incluso alguna primaria y terciaria, no registrándose muda prenupcial (invernal).

Secuencia de muda: las primarias descendentemente desde la primaria más interna (p1); las secundarias ascendentemente desde la secundaria más externa (s1) y descendentemente desde la más interna (s6), si bien a veces se muda antes la s5 que la s6. Las terciarias siempre desde la pluma central (s8); es decir, s8-s9-s7; finalmente, las rectrices centrífugamente. Algunas aves se hallan prácticamente impedidas para el vuelo en pleno proceso, pues hasta cinco primarias pueden hallarse en muda simultáneamente (Shirihai et al., 2001).

En las razas del grupo oriental, algunas aves finalizan la muda en el área de cría, pero otras la suspenden y comienzan la migración con hasta cinco secundarias retenidas (s3-s5 casi siempre). Así, de una muestra de 12 mirlonas, solo cuatro la habían completado.

La muda prenupcial comienza al llegar al área de invernada, pero existen pocos datos. De 11 aves examinadas, todas la habían finalizado en diciembre. En esta muda se renuevan las plumas de vuelo retenidas en la muda postnupcial, por ejemplo las secundarias, pero también se renuevan otras plumas ya mudadas, como las terciarias, cobertoras mayores e, incluso, alguna primaria. Al igual que las aves de primer año, esta muda es mucho más extensa en las razas del grupo oriental que en la forma nominal (Shirihai et al., 2001). De hecho, Williamson (1976) se cuestionó su existencia debido al considerable desgaste del plumaje que presentaron las aves estudiadas en primavera en Europa. Según Shirihai et al. (2001), de 23 S.h.hortensis examinadas, ninguna mudó las cobertoras primarias, pero el 43% mudó alguna terciaria; el 65% alguna secundaria y, menos del 20%, alguna primaria, rectriz o cobertora mayor. Por último, solo alguna mirlona de las examinadas mudó todas las terciarias o secundarias. Por su parte, de una muestra de 44-78 mirlonas del grupo oriental, ningún ave mudó las cobertoras primarias, pero todas mudaron alguna secundaria; además, el 54% mudó alguna terciaria; el 46% alguna rectriz y el 45% alguna cobertora mayor, reemplazando todas las secundarias el 73% de las aves consideradas; todas las terciarias el 36% y todas las rectrices el 22%.

Por otra parte, tanto las mirlonas de primer invierno como adultas pueden presentar una muda prenupcial adicional, que implica la sustitución de algunas terciarias, secundarias y rectrices (Shirihai et al., 2001).

En definitiva, las diferencias entre S. h. hortensis y las otras tres razas del grupo oriental en la extensión de los dos periodos de muda, postnupcial y prenupcial, quizás sean una consecuencia de los gradientes ecológicos señalados al inicio del apartado, a los que aparentemente se han adaptado genéticamente las distintas poblaciones de mirlonas (Shirihai et al., 2001). No obstante, son necesarias más investigaciones para confirmar o refutar la relación existente entre las diferentes razas de mirlonas, la precipitación en las áreas de invernada y la duración y extensión de la muda prenupcial.

Más información gráfica referente a la muda y a las diferencias entre edades y sexos puede consultarse en Blasco-Zumeta y Heinze (2014).

 

Referencias

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Rafael J. Aparicio Santos
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Fecha de publicación: 23-09-2015

Aparicio, R. J. (2015). Curruca Mirlona – Sylvia hortensis. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Morales, M. B. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org