Gorrión común - Passer domesticus (Linnaeus, 1758)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Keywords: House Sparrow, breeding biology, mate choice, sexual selection, clutch size, infanticide, parental investment, interference, breeding success.

 

Biología de la reproducción

Periodo de celo

La actividad reproductora se extiende desde abril a julio inclusive, con no raros comienzos en marzo y raros finales en agosto. Las pautas de encelo aparecen en casi todos los meses del año, aunque en otoño e invierno son muy minoritarios. Julio y agosto marcan los meses de regresión reproductora, provocando en el macho cambio del color del pico y reducción del babero negro (Bernis, 1989).

La actividad reproductora comienza con el cortejo, es decir, la agrupación ante una hembra (e incluso en ausencia de la misma) de unos cuantos machos cuyo número oscila entre 2 y 13 que muestran un comportamiento de exhibición: trinan con fuerza, y elevan la cabeza, desplegando la cola y rozando el suelo con la punta de las alas (Noval, 1975; Bernis, 1989). Este cortejo suele implicar frecuentes escaramuzas entre los machos y conduce, finalmente, a la formación de una pareja entre uno de los machos y la hembra cortejada. Formada la pareja, el cortejo del macho puede repetirse en diferentes episodios reproductores a lo largo de la estación de cría y tener como destinataria la pareja u otras hembras (Veiga, 1996).

La elección del macho por parte de la hembra depende de varias señales. Por un lado los machos de mayor tamaño son seleccionados preferentemente (Moreno-Rueda, 2005 b) ya que el tamaño suele ser un indicador de su calidad. Adicionalmente, la posesión de un lugar de nidificación adecuado es esencial en la formación de la pareja. Esto, a su vez, depende de otros factores. Uno de bastante importancia afecta al desarrollo del babero negro en los machos. Los machos que presentaban un babero más desarrollado adquirían lugares de nidificación con más facilidad y atraían más a las hembras (Veiga, 1993a). Además, los machos con un babero más desarrollado poseían una mayor habilidad para evitar ser capturados en un aviario (Moreno-Rueda, 2003).

El desarrollo del babero esta relacionado de forma compleja con diferentes características fisiológicas (véase también Comportamiento). Por un lado, existe una relación positiva entre el tamaño de los testículos,  la producción de esperma y testosterona y  el desarrollo del babero (Birkhead et al., 1994; González et al., 2001). Por otro, un babero más desarrollado indicaría un estado físico óptimo (lo cual suele relacionarse con la edad) que se traduciría en una mayor capacidad inmunitaria, menor susceptibilidad a los parásitos e infecciones y una mayor tolerancia al stress durante la época reproductora, cualidades que, finalmente, incrementan la supervivencia (González et al. 1998, 1999; Navarro et al. 2004). De hecho, cuando se aumentaba experimentalmente las dimensiones del babero en los individuos jóvenes estos sufrían una mayor mortalidad (Veiga, 1995) al ser incapaces de sobrellevar los costes de la actividad reproductora que propicia un babero más desarrollado (véase también Comportamiento). Existe, no obstante, un debate sobre si tanto el desarrollo de la capacidad inmune como de la señal que la refleja (en este caso el babero) llevan asociado un coste o no. Para el caso del babero, Veiga y Puerta (1996) señalan que un peor estado nutricional aparece asociado a un menor babero, mientras que González et al. (1999) indican que el desarrollo del mismo no estaba relacionado con la alimentación. Perspectivas adicionales sobre estos asuntos pueden consultarse en Bonneaud et al. (2003) y Navarro et al. (2003). En suma, el desarrollo del babero indicaría con verosimilitud la calidad reproductora de los machos (Véase Muda para otros indicadores de la calidad reproductora).

No sólo las hembras pueden seleccionar a los machos en función de varios indicadores, también los machos de mejor calidad pueden elegir a las hembras de acuerdo con diferentes criterios. Los machos con un babero negro más desarrollado tienden a elegir a las hembras de cola más larga (Moreno-Rueda, 2005b).

Monogamia y poligamia

Las parejas formadas suelen agruparse en colonias de cría de un tamaño variable (de 6 a 20 parejas según Noval, 1975) de modo que los machos más viejos suelen reutilizar nidos del año anterior y los más jóvenes construyen uno nuevo. Una vez se ha formado la pareja, las cópulas son frecuentes, tanto previamente a la puesta como durante la misma, llegando a las 16 diarias (Birkhead et al., 1994). La mayoría de las cópulas se producen en el nido.

Las parejas pueden permanecer unidas durante toda la vida y reutilizar año tras año el mismo nido (Cramp, 1998). El Gorrión común es una especie, pues, que cabe calificar de monógama (Veiga, 1992b) aunque la poliginia es frecuente. En una población de Madrid un 9,6 % de los machos eran bígamos o más raramente trígamos, una estrategia reproductora que incrementaba su éxito reproductor comparado con los monógamos (Veiga, 1992b). De las diferentes hipótesis que trataban de explicar la tendencia a la monogamia de los machos, Veiga (1992b) señala a la agresividad de la hembra de la pareja hacia otras hembras, tratando así de mantener un estatus de compañera única del macho. Esta conducta de las hembras se explica por el hecho de que su éxito reproductor disminuye con el tamaño del harén del macho (Veiga, 1992b). Los machos monógamos y los polígamos cebaban a los pollos con una frecuencia similar, pero los polígamos prestaban más ayuda a una de las hembras de su harén la cual criaba más pollos y en mejor condición que el resto de hembras (Veiga, 1990c). Esta ventaja se veía disminuida por la existencia de conductas de infanticidio por parte de otras hembras (véase Infanticidio y parasitismo reproductor intraespecífico).

El Gorrión común realiza varias puestas en una misma estación reproductora, durante la cual los machos pueden cambiar de pareja con más frecuencia si la hembra posee algún defecto; no obstante, el apareamiento con nuevas hembras lleva a un menor éxito reproductor, de lo que se concluye que el mantenimiento de la pareja es ventajoso para los machos (Veiga, 1996).

La fecundación extra-pareja se produce con una frecuencia variable entre poblaciones de gorriones. Así, en una población de gorriones de Barcelona, un 28 % de las puestas y un 10 % de los embriones mostraban señales de esta conducta (Cordero et al. 1999a), mientras que en una población de Madrid un 9,3 % de las puestas contenían pollos procedentes de cópulas extra-pareja y un 7,1 % de los pollos fueron criados por machos que no eran sus padres (Veiga y Boto, 2000).

Las cópulas extra-pareja benefician a los machos, ya que de este modo pueden transmitir su información genética disminuyendo el coste del cuidado parental. Las ventajas que obtienen las hembras de esta conducta están menos claras. Podría constituir una estrategia para asegurar la fertilidad de los huevos que estaría amenazada por una disminución de la cantidad de esperma producida por su pareja debida a las frecuentes copulas tanto intra- como extra-pareja. Parece, no obstante, que la cantidad de semen que producen los machos es suficiente como para que los episodios de infertilidad sean muy puntuales (Birkhead et al., 1994); por otro lado, la mayoría de los huevos procedentes de cópulas extra-pareja aparecen al comienzo del periodo de puesta y no al final, como cabría esperar de una progresiva disminución de la producción de semen (Cordero et al., 1999b). Adicionalmente, la frecuencia de las cópulas extra-pareja es independiente del desarrollo del babero en los machos o de otros indicadores morfométricos (edad, longitud del tarso, peso, condición corporal) tanto de los machos como de las hembras (Cordero et al., 1999b; Veiga y Boto, 2000). La densidad poblacional tampoco influye en la frecuencia de las cópulas extra-pareja: en contra de lo que cabría esperar, en poblaciones más densas se producen menos episodios de fecundación extra-pareja (Veiga y Boto, 2000). Veiga y Boto (2000) atribuyen esta circunstancia a que en condiciones de extrema competencia por los lugares de nidificación los machos pueden dedicar poco tiempo a copular fuera de la pareja invirtiendo el tiempo en la vigilancia del nido y de la pareja; además, los machos que poseen un nido serían muy competentes desde el punto de vista de la calidad de sus genes lo cual disminuiría la tendencia de las hembras a buscar otros machos para copular.   

Construcción y ubicación del nido

El nido es una estructura desordenada de ramas, hierba seca o paja rellena de plumas, pelo o crines (Noval, 1975). Sus dimensiones son 8,0 x 10,0 cm (diámetro x profundidad) con un volumen total de 1.956 cm3 y un volumen útil de 335 cm3 (Soler et al., 1998).

El nido puede ubicarse en oquedades, en cuyo caso es abierto (Figura 1), o bien instalarse en el ramaje en cuyo caso es techado, de forma esférica u ovoide y con una abertura circular dispuesta en centro o la mitad superior del nido; la base la pueden formar acumulaciones de pinaza en las horquillas de los pinos (Cordero y Rodríguez-Teijeiro, 1988) e incluso nidos usados de Mirlo Turdus merula (Gil-Delgado et al., 1979). Los nidos en el arbolado se agrupan en racimos de unos tres nidos (Gil-Delgado et al., 1979; Cordero y Rodríguez-Teijeiro, 1988).

El nido es construido por ambos sexos, si bien predomina la labor del macho (Summers-Smith, 1984). El estudio de una población de gorriones comunes mantenida en cautividad, reveló que el transporte de material por los machos es mayor durante los periodos de pre-puesta, puesta e incubación, siendo prácticamente nulo durante la fase de alimentación de los pollos, etapa que impone serias limitaciones temporales y energéticas (Moreno-Rueda, 2002).

El Gorrión común presenta una gran adaptabilidad a la hora de ubicar los nidos. Prefiere, no obstante, el uso de cavidades, utilizando huecos y grietas ya sea en material inerte o en el arbolado. Los nidos pueden ubicarse bajo tejas, en grietas y huecos de muros de edificios, tubos de ventilación, cazoletas de farolas, también grietas y oquedades en canteras o acantilados (Cordero y Rodríguez-Teijeiro, 1990); se ha citado incluso la ubicación del nido en huecos de una grúa móvil (Gómez-Serrano, 1996). En el arbolado puede utilizar oquedades en diferentes especies como el Plátano Platanus hybrida, Eucaliptus Eucalyptus spp., Sophora spp, Roble melojo Quercus pyrenaica, olmos Ulmus spp., Ciprés Cupressus sempervirens, brácteas de palmeras de los géneros Phoenix spp., Dracaena spp. Trachycarpus spp. etc. (Cordero, 1983).

El Gorrión común puede utilizar también huecos en los nidos de otras especies, como en los nidos de Cigüeña blanca Ciconia ciconia (Cordero, 1983; Bernis, 1989). Ocupa, asimismo, nidos de Golondrina común Hirundo rustica, Golondrina daúrica Hirundo daurica, Avión común Delichon urbica, Abejaruco Merops apiaster y Paloma bravía Columba livia; en estos casos, utiliza nidos abandonados o expulsa a los constructores del nido (de Lope, 1981; Cordero, 1983; Bernis, 1989). También puede  utilizar nidos usados de Mirlo Turdus merula como base de los propios cuando los construye en el arbolado (Gil-Delgado et al., 1979)

En zonas donde no existen cavidades o su disponibilidad es limitada, pero sí se dan las condiciones tróficas adecuadas, la especie puede ubicar los nidos en el ramaje del arbolado, una conducta que parece especialmente frecuente en las regiones suroccidentales españolas (Bernis, 1989). El Gorrión común utiliza el ramaje de muchas especies de árboles para ubicar el nido incluyendo plátanos, eucaliptos, naranjos Citrus spp, pinos piñoneros Pinus pinea, pinos rodenos Pinus pinaster, chopos Populus nigra, alisos Agnus glutinosa, Ciprés y Acacia Robinia pseudoacia. Los nidos se ubican a  alturas que oscilan entre los 2 y 14 m, dependiendo de las características del arbolado, y la orientación de los mismos no sigue un patrón determinado (Gil-Delgado et al., 1979; Cordero y Rodríguez-Teijeiro, 1988).

El Gorrión común acepta con facilidad el uso de cajas nido en lugares donde no existen cavidades (Escobar y Gil-Delgado, 1984); sin embargo, si existen otro tipo de cavidades las cajas nido son ocupadas en un bajo porcentaje (Cordero y Salaet, 1988). 

Paradójicamente, pese a su plasticidad a la hora de ubicar el nido, es un ave que se adapta mal a la cría en cautividad, probablemente debido a su carácter colonial, y son infrecuentes los casos de cría exitosa, uno de ellos en Granada (Moreno-Rueda y Soler, 2002).

 

Figura 1. Nido y puesta de Gorrión común. (C) D. García López del Hierro.

 

Fenología de la nidificación

En Valencia el primer huevo puede depositarse el 18 de marzo y la nidificación se extiende 140 días hasta mediados de agosto (Gil-Delgado et al., 1979); en Cáceres y Toledo el comienzo de la puesta tiene lugar a mediados de abril y se extiende 111 días (Alonso, 1984); en el Maresme y el Delta del Ebro (Barcelona) las primeras puestas se inician a finales de marzo, si bien la mayoría de parejas comienzan las puestas a finales de abril, y se extienden hasta finales de agosto (Salaet y Cordero, 1988); en Madrid (Veiga, 1990a) las primeras puestas se inician entre el 3 y el 11 de mayo y se extienden hasta mitad de julio. En un aviario en Granada, la puesta se extendía desde el 27 de marzo hasta el 27 de septiembre, durando 184 días (Moreno-Rueda y Soler, 2002).

Características de la puesta

El número de puestas es variable, dentro de ciertos límites (Tabla 1). La variación estacional del número de puestas iniciadas fluctúa según los años, pero parece alcanzar el máximo alrededor de un mes después del inicio del periodo de puestas (Gil-Delgado et al., 1979; Alonso, 1984).

 

Tabla 1. Número de puestas del Gorrión común en varias zonas de España.

 

Localidad

Media

Rango

Referencia

Sagunto (Valencia)

1,6

1 – 5

(Gil-Delgado et al. 1979)

Cáceres-Toledo

2

1 – 4

(Alonso, 1984)

Collado Villalba (Madrid)

-

2 – 3

(Veiga, 1990a)

Granada

4

-

(Moreno-Rueda y Soler, 2002)

 

El tamaño de puesta es similar entre localidades (Tabla 2) como lo es el hecho de que puede variar bastante en cada localidad dependiendo de múltiples factores (Tabla 2); normalmente, tiende a ser menor en las primeras y últimas puestas de la época reproductora.  No existen datos concluyentes sobre si la puesta de Gorrión común es determinada o indeterminada (es decir, si modula o no su tamaño en respuesta a la adición de huevos extraños o pérdida de los propios); probablemente ésta respuesta varía en diferentes poblaciones y obedece a variaciones fisiológicas y ecológicas (Moreno-Rueda, 2004).

 

Tabla 2. Tamaño de puesta (Media ± Desviación Estándar) y rango en el Gorrión común en varias zonas de España.

 

Localidad

Media ± D.E.

Rango

Referencia

Sagunto (Valencia)

4.9

2 – 9

(Gil-Delgado et al. 1979)

Sagunto (Valencia)

4.4

1 – 7

(Pardo, 1982)

Cáceres-Toledo

4.8 ± 1.1

2 – 8

(Alonso, 1984)

Barcelona

4.6 ± 0.9

(Cordero, 1988)

Collado Villalba (Madrid)

4.9 ± 1.1

(Veiga, 1990a)

Granada

4.4 ± 1.1

(Moreno-Rueda y Soler, 2002)

 

Características del huevo

El huevo del Gorrión común es de colorido es muy variable. El color de base es blanquecino, azulado o verdoso, aunque existe un pequeño porcentaje de huevos marrones, y presenta numerosas manchas pardas de diferente tono cuya disposición varía desde una gran acumulación en un extremo hasta un patrón uniformemente distribuido por toda la cáscara (Pardo, 1982; López de Hierro y Moreno-Rueda, 2010). La coloración parece estar determinada por la condición física de la hembra, de modo que la deposición de pigmentos disminuía en las puestas sucesivas y con la edad de la hembra  (López de Hierro y De Neve, 2010). Los huevos que contienen embriones machos son más largos que los huevos que contienen embriones hembras; asimismo, la longitud de los huevos con embriones machos disminuía con el orden en la puesta, pero esto no sucedía con los huevos con embriones hembras, si bien las causas últimas de estas diferencias no están claras (Cordero et al., 2000).

Una muestra de las dimensiones medias del huevo se indican en la Tabla 3. El peso y grosor de la cáscara son de 0,34 g ± 0,04 g (media ± E.S) y 0,01 ± 0,00 g respectivamente y la densidad aparente de la cáscara es de 2,13 ± 0,04 g/ml. (González et al., 1982)

 

Tabla 3. Tamaño (mm) y peso (g) del huevo en el Gorrión común en varias zonas de España.

 

Localidad

Longitud

Anchura

Peso

Referencia

Sagunto (Valencia)

2.57

(Gil-Delgado et al. 1979)

Sagunto (Valencia)

21.7

15.2

2.64

(Pardo, 1982)

Barcelona

22.0

15.6

(Cordero, 1983)

Collado Villalba (Madrid)

2.95

(Veiga, 1990a)

 

Tabla 4. Composición interna del huevo de Gorrión común (valores medios ± error estándar). Según Roca et al. (1984).

 

 

Albúmina

Yema

Porcentaje del peso

62.2 ± 21.1

23.6 ± 13.0

Densidad aparente (g/ml)

1.025 ± 0.00

1.026 ± 0.00

Porcentaje de agua

89.2 ± 0.6

56.4 ± 3.5

Proteinas (mg/g)

56.5 ± 2.0

182.0 ± 9.0

Aminoácidos (μmol/g)

5.32 ± 0.25

35.9 ± 0.8

Glúcidos (μmol/g)

12.20 ± 1.30

9.30 ± 1.20

Porcentaje de glucoproteinas

3.00 ± 0.02

1.10 ± 0.02

Lípidos (mg/g)

2.92 ± 0.19

2.80 ± 1.50

 

Incubación y eclosión

El periodo de incubación dura entre 13 y 19 días (Pardo, 1982), 16,9 días (Veiga, 1990a) o bien 11 días (Moreno-Rueda y Soler, 2002). En la incubación de los huevos toman parte ambos sexos.

La eclosión de los huevos es asincrónica con una intervalo entre el primer y ultimo huevo que oscila entre 3 y 54 h; esta asincronía aumenta a medida que avanza la estación reproductora ya que las temperaturas más cálidas permiten, hasta cierto punto, el desarrollo de los embriones en ausencia de incubación (Veiga, 1992a). No obstante, otras hipótesis pueden explicar de forma complementaria esta estrategia (Veiga, 1993b).

Desarrollo postnatal

Ambos sexos alimentan a los pollos, los cuales permanecen en el nido entre 13 y 16 d con una media de 14,8 d  (Pardo, 1982). En los pollos el comportamiento a la hora de demandar la ceba a los padres puede tener un coste fisiológico asociado que se traduce en una menor capacidad inmune (Moreno-Rueda, 2010c). Tras abandonar el nido son aún dependientes de los padres durante alrededor de 10 d (Noval, 1975).

En un estudio sobre 110 pollos de una colonia situada en Badajoz el peso medio de los pollos el primer día de vida era de 3,01g.; el intervalo de mayor crecimiento se situaba  entre los días 2° y 9°, continuándose el aumento de peso hasta el décimoprimer día (Fernández et al., 1993). A partir de este momento, entre los días 12 y 20 se apreciaba una pérdida de peso que pudiera estar relacionada con la aparición del plumaje y con la disminución del contenido hídrico de los tejidos que acompañan a dicha aparición. El peso se recuperaba a partir del día 21 (Fernández et al., 1993).

Los datos recabados en una parcela de naranjal muestran que el crecimiento de los pollos es bastante pronunciado (de 2,5 a 22 g en promedio) entre los días 0 y 11 (Pardo, 1982) o de 2,8 a 23,7 g. entre esos mismos días (Gil-Delgado et al. 1979). El crecimiento de la longitud del ala es continuo hasta que los pollos abandonan el nido (Pardo, 1982).

Infanticidio

El infanticidio, es decir la destrucción de las puestas o pollos de un nido por parte de un adulto de la misma especie ajeno a la pareja reproductora, afectó a entre un 9 y un 12 % de 211 puestas de Gorrión común (Veiga, 1990b). El macho de una pareja puede desaparecer y la hembra queda sola, circunstancia que es aprovechada por otros machos para aparearse. Si la hembra ya estaba fecundada pero no había efectuado aún la puesta, los machos reemplazantes no dañaban los huevos ya que la paternidad era dudosa (Veiga, 1993c). En los casos en que había huevos o pollos, aproximadamente un 40 % de los machos reemplazantes se comportaban como infanticidas (Veiga, 2003), una estrategia que provocaba que las hembras volvieran a aparearse con más prontitud y un mayor número de veces que en los casos en que los machos no mataban a la progenie anterior. Esta circunstancia conducía, finalmente, a que los machos infanticidas produjeran un mayor número de pollos propios que los no infanticidas (Veiga, 2003).

Las hembras secundarias de machos poligínicos también pueden destruir la prole de las hembras preferidas de los machos, lo que conduce a que estos incrementen la atención  a los nidos de las infanticidas (Veiga, 1990 b, c). En otros casos, una hembra puede reemplazar activamente a otra en el nido. Mayoritariamente, esto se produce después de que los pollos abandonen el nido, pero en un 21 % de los casos la hembra reemplazante actúa como infanticida (Veiga, 2004). Dado que las hembras infanticidas no alcanzaban un mayor éxito reproductor que las no infanticidas, se interpreta que ésta estrategia tiene como objeto mantener el estatus dentro de la colonia o actuar de indicador para los machos de que se trata de una hembra de mejores cualidades reproductoras (Veiga, 2004)

Parasitismo reproductor intraespecífico

El parasitismo de cría intraespecífico se produce cuando las hembras de Gorrión común  depositan algún huevo en el nido de otra hembra maximizando así su eficacia biológica a costa de la de la hembra parasitada. En una población cautiva (Moreno-Rueda y Soler, 2002) la incidencia de este fenómeno era elevada, alrededor de un 22 %, pero en condiciones naturales es más baja. El parasitismo intraespecífico entraña un coste elevado para los individuos parasitados. Pruebas realizadas sobre una población en cautividad, indican que las hembras parasitadas eran capaces de reconocer alrededor del 25 % de los huevos ajenos y actuaban expulsando el huevo (lo que suponía romper o expulsar el 44 % de los huevos propios) o abandonando por completo la puesta (Moreno-Rueda y Soler, 2001). El reconocimiento y rechazo de los huevos no estaba influenciado por diferencias en el tamaño o en el color base del huevo, sino por la disposición de las manchas en el mismo (López de Hierro y Moreno-Rueda, 2010).

Vigilancia del nido

Con el fin de reducir la influencia de la depredación, infanticidio y  parasitismo reproductor, los gorriones ejercen una labor de vigilancia del nido. Este  aspecto ha sido estudiado en una población cautiva (Moreno-Rueda, 2002-2003) donde se observa que la vigilancia del nido se produce de forma diferente en machos y hembras y varía a lo largo del periodo reproductor. La vigilancia, que se produce permaneciendo en la cercanía del nido o en su interior, es asumida mayoritariamente por la hembra, y tiende a ser máxima durante los periodos de puesta, incubación y cuando los pollos son pequeños.  

Éxito reproductor

Los aspectos relacionados con el éxito reproductor quedan resumidos en la Tabla 5. Como puede observarse, los resultados entre localidades son bastante parecidos; asimismo, al comparar sus resultados sobre éxito reproductor y otros parámetros relacionados con la reproducción (tamaño de puesta, etc.) con los obtenidos en otras poblaciones europeas, Pardo (1982) concluyó que eran también muy similares. Cabe, pues, pensar que los datos disponibles sean extrapolables al conjunto de las regiones españolas, al menos durante la década de los 80. Nótese, sin embargo, que en una misma localidad pueden darse fluctuaciones notables de los valores.

 

Tabla 5. Parámetros demográficos en diferentes estudios de Gorrión común. Año se refiere al año en que se obtuvieron los datos. El número total de huevos controlados es “n”. El éxito reproductor es el  porcentaje de volantones con respecto a los huevos puestos. Referencias: 1. Gil-Delgado et al. (1979); 2. Pardo (1982); 3. Escobar y Gil-Delgado (1984); 4. Alonso (1984); 5. Salaet y Cordero (1988); 6. Veiga (1990 a); 7. Moreno-Rueda y Soler (2002).

 

 

Año

n

Mortalidad

Mortalidad

Éxito

Referencia

de huevos

de pollos

Reproductor

Nido sobre naranjos (Valencia)

1976

335

18%

59%

32%

1

Nido sobre naranjos (Valencia)

1977

1120

29%

81%

14%

1

Nido sobre naranjos (Valencia)

1976

271

24%

52%

48%

2

Nido sobre naranjos (Valencia)

1980

362

33%

63%

14%

3

Cajas nido en naranjos (Valencia)

1980

169

27%

45%

39%

3

Nidos bajo tejas en medio agrícola (Cáceres y Toledo)

1984

1684

25%

35%

49%

4

Cajas nido en medio agrícola (Barcelona)

1987

409

29%

37%

45%

5

Cajas nido en medio agrícola (Madrid)

1987

355

28%

30%

50%

6

Población en cautividad (Granada)

2000

-

58%

32%

17%

7

 

 

Las causas que impiden el desarrollo de los huevos o que implican la muerte de los pollos son variadas. Gil-Delgadoet al. (1979) indican que un 29 % de los huevos que no produjeron un pollo y un 55 % de las perdidas de pollos fueron debido a la depredación.  Pardo (1982) señala que ninguno de los huevos que no produjeron pollos fue debido a la depredación; de los pollos muertos, 55 % murieron por inanición o enfermedades, 30 % por depredación y 15 % por abandono. La mayor mortalidad se producía entre los 0 y 4 días. Según Alonso (1984) los huevos no llegaron a producir pollos por huevos infértiles o embrión muerto (6,8 %) y por pérdidas durante la incubación (18,2 %). Cordero (1991b) atribuye a la depredación un 2 % de la pérdida conjunta de huevos y pollos. Veiga (1990) atribuye a un 18 % la pérdida de pollos por depredación y el resto por inanición.

En una población cautiva el éxito reproductor estaba condicionado por la fecha de puesta, de modo que en las puestas más tardías es menor que en las más tempranas, resultado que se atribuye a una menor frecuencia de ceba a los pollos por parte de la hembra (Moreno-Rueda, 2004 b)  

Hibridación

El Gorrión Común y el Gorrión moruno Passer hispanoliensis pueden llegar a hibridarse ocasionalmente (Bernis, 1969; Alonso, 1985a). Los híbridos muestran caracteres intermedios entre las dos especies (Alonso, 1985a).

La hibridación entre el Gorrión común y el Gorrión molinero Passer montanus parece ser más frecuente. Cordero (1990a) cita el caso de un cruce entre Gorrión común macho y Gorrión molinero hembra. Realizaron tres puestas en la estación reproductora dando lugar a ocho híbridos y a un par de gorriones molineros, resultado de una cópula extra pareja  (Cordero, 1990a). Comparando ejemplares juveniles, los híbridos macho presentaban características intermedias entre las dos especies, con unas dimensiones ligeramente superiores a las de un Gorrión molinero, las hembras híbridas eran similares a los juveniles de Gorrión común pero algo más desarrollados (Cordero, 1990c). Los individuos híbridos adultos presentaban un peso y dimensiones intermedios entre el Gorrión común y el Gorrión molinero: el macho se asemejaba a un Gorrión molinero grande mientras que la hembra parecía una hembra pequeña de Gorrión común (Cordero, 1991a).

 

Estructura y dinámica de poblaciones

No hay datos disponibles sobre la estructura y dinámica de poblaciones del Gorrión común en España. Se desconoce la estructura de edades de la población.

Tasa de reclutamiento y supervivencia juvenil

Sin datos disponibles en España.

Supervivencia de adultos y longevidad

La tasa de supervivencia se estima en base a recuperaciones de varias zonas del mundo (16.800 recuperaciones) en 0,55 (Møller, 2006). Se desconoce la mortalidad distribuida por sexos y edades.

La longevidad máxima del Gorrión común en España se desconoce. El máximo en Europa se estima en más de 19,9 años en una recuperación realizada en Dinamarca (Euring en Fransson et al., 2010).

Edad de primera reproducción

Sin datos en España. Se estima que el Gorrión común es fértil a partir del primer año de edad, si bien las hembras podrían ser fértiles antes que los machos (AnAge en De Magalhaes y Costa, 2009).

Proporción de reproductores

Se desconoce la proporción de gorriones comunes adultos que inician la cría en España o la razón de sexos en áreas de cría.

 

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Enrique Murgui Pérez
Grupo para el Estudio de las Aves
, G. V. Marqués del Turia 28, 46005 Valencia

Fecha de publicación: 1-08-2011

Murgui, E. (2016). Gorrión Común – Passer domesticus. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Morales, M. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/