Escribano soteño - Emberiza cirlus Linnaeus, 1766

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Cirl bunting, description, measurements, body mass, sexual dimorphism, moult, variation, subspecies.

 

Nombres vernáculos

Español: Escribano soteño. Alemán: Zaunammer. Catalán: Gratapalles. Francés: Bruant zizi. Gallego: Escribenta liñaceira. Inglés: Cirl bunting.  Italiano: Zigolo nero. Portugués: Escrevedeira-de-garganta-preta. Vasco: Soro-berdantz (Noval, 1975; Lepage, 2015).

 

Sistemática

Los escribanos, familia Emberizidae, constituyen uno de los grupos de paseriformes con nueve rémiges primarias. Su dieta es fundamentalmente granívora, aunque ceban a sus polluelos con muchos invertebrados. Ocupan una gran variedad de hábitats, y solo parecen rehuir el bosque cerrado. Son especies muy terrestres que prefieren pastizales, matorrales laxos, bosque abierto y zonas palustres, siempre que exista acceso a espacios abiertos, donde se alimentan (Rising y Bonan, 2018). Se los considera emparentados con los pinzones y jilgueros Fringillidae, con quienes a veces se los clasifica y cuya separación puede calibrarse en unos 21 millones de años, cerca del límite entre el Oligoceno y el Mioceno. Su parentesco con los gorriones del Viejo Mundo Passeridae es mucho más lejano (Sibley y Monroe, 1990; Byers et al., 1995; Barker et al., 2013). En todo caso, casi todos los autores, en las clasificaciones tradicionales, coinciden en dividirlos en 5-7 grupos, independientemente del rango taxonómico que se les otorgue (familia, subfamilia o tribu). Los escribanos del Viejo Mundo y los gorriones del Nuevo Mundo constituirían una de ellas, Emberizinae. Los cardenales Cardinalinae, las oropéndolas del Nuevo Mundo Icterinae, las currucas del Nuevo Mundo Parulinae y las tángaras Thraupinae serían las otras subfamilias generalmente reconocidas.

Sin embargo, los análisis filogenéticos realizados recientemente a partir, sobre todo, de marcadores mitocondriales, pero también nucleares (Alström et al., 2008; Barker et al., 2013; Pächert et al., 2014), aunque confirman en gran parte los resultados anteriores, brindan un nuevo enfoque, más restringido, de los Emberizidae porque: a) la estrecha relación que se suponía que existía entre los gorriones del Nuevo Mundo y los escribanos del Viejo Mundo es más superficial, pues aunque parece probable que hayan llegado a compartir un antepasado común, no es seguro que sean linajes hermanos; además, ambos grupos poseen una historia evolutiva diferente desde, como mínimo, finales del Mioceno Inferior (16,6 millones de años), por lo que en la actualidad se considera que constituyen dos familias diferentes: Passelleridae y Emberizidae respectivamente, la primera exclusiva del Nuevo Mundo y la segunda del Viejo Mundo; b) el origen de los escribanos parece ubicarse en el Paleártico Oriental, o al menos es donde éstos presentan la mayor riqueza de especies. A partir del Mioceno Medio (12,3–16,6 millones de años) se diversificaron y radiaron hacia Europa Occidental, África Transahariana y el Extremo Oriente; c) los escribanos nival y lapón (Plectrophenax nivalis y Calcarius lapponicus) y las demás especies de estos dos géneros no son ni auténticos escribanos ni auténticos gorriones del Nuevo Mundo, sino que están relativamente alejados de ellos, constituyendo un clado diferente, la familia Calcariidae, y d) los géneros monotípicos Melophus, Latoucheornis y Miliaria, se consideran pertenecientes a Emberiza (por ejemplo, el escribano triguero Emberiza calandra), aunque esta posición no es unánime. Por otra parte, se confirma la monofilia de los verdaderos escribanos; es decir, constituyen un grupo natural. Actualmente, la familia Emberizidae se restringe a las 44 especies pertenecientes al género Emberiza (Rising y Bonan, 2018), si bien algunos autores lo subdividen en varios géneros, más o menos coincidentes con los clados principales: Melophus, Granativora, Emberiza, Frigillaria y Schoeniclus (Barker et al., 2013; Dickinson y Christidis, 2014; Boyd, 2016).

Conforme a lo anterior, el género Emberiza se divide en cuatro clados principales y un mayor número de subclados (Alström et al., 2008; Pächert et al., 2014). Un primer grupo comprende la gran mayoría de las especies del Paleártico Occidental y los endemismos alpinos de la meseta Tibetana. El escribano cerillo E. citrinella podría ser la especie tipo. Un segundo clado incluye al escribano cabecinegro E. melanocephala, del Mediterráneo Central y Oriental, y sus parientes próximos. Un tercer grupo, el más numeroso, engloba la mayoría de las especies del Paleártico Oriental y los endemismos de las islas del Japón. El escribano palustre E. schoeniclus es la única especie que alcanza nuestras latitudes. Finalmente, el cuarto clado incluye a casi todas las especies de África Tropical. Una especie representativa de este grupo podría ser el escribano canelo E. tahapisi.

El escribano soteño Emberiza cirlus pertenece al primer clado. Su origen como especie podría remontarse a unos 6,0 millones de años, en el límite entre el Mioceno y el Plioceno. Las especies más cercanas a él serían los escribanos cerillo E. citrinella, cabeciblanco E. leucocephala y de Stewart E. stewarti, con los que probablemente comparta un antepasado común.

 

Figura 1. Hembra adulta. Octubre, provincia de Segovia. © Esteban Casaux. 

 

 

Figura 2. Macho adulto. Octubre, provincia de Segovia. © Esteban Casaux.

 

Identificación frente a especies similares

Emberiza cirlus es un escribano de talla media, bastante esbelto, ligeramente más pequeño que E. citrinella. En relación con esta especie, presenta un pico un 20% menor, alas más redondeadas y 5-10% menores, y cola proporcionalmente más corta (Cramp y Perrins, 1994; Copete, 2018). Además, a diferencia de otros escribanos, en todos los plumajes, salvo el juvenil, muestra la siguiente combinación de características (Figuras 1 y 2): escapulares pardo-rojizo; tono amarillo en el rostro y en las partes inferiores; una banda pectoral verde olivácea y marcas castañas en los laterales del pecho. La cabeza muestra unas oscuras y prominentes lista ocular y bigotera. El obispillo es gris-oliváceo o gris-parduzco y está virtualmente desprovisto de marcas (Gutiérrez, 1997). El macho adulto de soteño, de todas formas, es inconfundible por su diseño cefálico único, negro y amarillo, en el que destacan sobremanera su garganta negra y la brida y la lista ocular, también negras, cubriendo los ojos (Figura 3). Este diseño lo mantiene en invierno. Pero las hembras y los jóvenes son mucho más difíciles de identificar, pudiendo confundirse con otros escribanos. Quizá una de las especies con la que exista mayor riesgo de confusión sea el escribano cerillo E. citrinella. La hembra de esta especie es parecida, pero E. cirlus presenta algunas características del plumaje distintivas, en particular el obispillo gris oliváceo o pardo grisáceo muy diferente del obispillo castaño de E. citrinella. Otros rasgos del plumaje pueden servir para diferenciar a las hembras de estas dos especies de escribanos (Byers et al., 1995; Gutiérrez, 1997): a) el amarillo de las partes inferiores de E. cirlus es menos intenso que el de E. citrinella; además, el amarillo puro suele estar restringido al pecho; b) el estriado del pecho y flancos es más estrecho y marcado en la hembra de soteño; c) la hembra del soteño muestra las escapulares pardo-rojizas o castañas, contrastando con las alas y los laterales del pecho; d) las cobertoras mayores y medianas están franjeadas de pardo en la hembra de soteño (Figura 4) y de castaño en la de cerillo; e) la lista ocular y la bigotera en el soteño son muy oscuras y contrastan con las pálidas auriculares (Figuras 4 y 5), creando la impresión de dos líneas paralelas, pero en el cerillo este diseño es mucho más difuso; f) la lista superciliar y el píleo de la hembra de soteño muestran un tono amarillo más pálido que la del cerillo; g) el anillo ocular ofrece más contraste en el cerillo; h) la zona loral está finamente estriada en el soteño; i) el píleo está más uniformemente estriado en el soteño que en el cerillo, careciendo E. cirlus de cualquier lista pileal; finalmente, j) la mandíbula superior de E. cirlus es ligeramente más larga que la inferior, creando la ilusión de una mandíbula un poco caída, impresión que no se produce en E. citrinella.

 

Figura 3. Macho adulto finalizando la muda. Agosto, provincia de Soria. © Diego Aparicio.

 

Otras hembras de escribanos son susceptibles de confundirse con la de soteño, si bien el riesgo es menor (Gutiérrez, 1997; Blasco-Zumeta y Heinze, 2014). La hembra del escribano hortelano E. hortulana ostenta una bigotera amarilla bien marcada. La hembra del escribano aureolado E. aureola tiene dos franjas alares pálidas bien marcadas, un diseño facial bastante uniforme y el píleo no se observa tan monocromo como en E. cirlus. La hembra del escribano cabeciblanco E. leucocephalos es más apagada y con tonos más blancuzcos, presentando la bigotera y la lista superciliar menos contrastadas que E. cirlus. En todo caso, estas dos últimas especies no forman parte de la avifauna española (Gutiérrez et al., 2012).

 

Figura 4. Hembra adulta. Octubre, provincia de Segovia. © Esteban Casaux.

 

 

Figura 5. Hembra adulta. Octubre, provincia de Segovia. © Esteban Casaux.

 

Los juveniles son aún más fáciles de confundir que las hembras (Figura 6). Nuevamente, la especie que presenta más problemas de identificación es E. citrinella. A diferencia de éstos, los jóvenes de E. cirlus no ofrecen contraste entre el obispillo y el manto, mientras que en E. citrinella el obispillo es castaño. Asimismo, el estriado del vientre del soteño es fino y el pecho ostenta un lavado parduzco; las terciarias tienen los bordes pardo pálido, no castaños como en el cerillo; los bordes de las cobertoras mayores y medianas del soteño son cremosos, a diferencia de los bordes rojizos del cerillo y, casi lo más evidente, el estriado del píleo, la lista ocular y la bigotera están mucho más marcados en E. cirlus que en E. citrinella, lo que le proporciona un diseño cefálico más notorio (Gutiérrez, 1997).

 

Figura 6. Joven en verano. © Ana Mínguez.

 

Los juveniles del escribano soteño E. cirlus también son muy parecidos a los del escribano montesino E. cia, pero éstos tienen la cola más corta y las pequeñas cobertoras alares son grises, no verdosas como en E. cirlus. Los del escribano hortelano E. hortulana tienen la garganta y el pecho de color pardo-amarillento. Finalmente, el escribano triguero E. calandra, al tener un tamaño apreciablemente mayor y carecer de blanco en las rectrices, hace más improbable la confusión (Blasco-Zumeta y Heinze, 2014).

Más detalles sobre la identificación de Emberiza cirlus pueden consultarse en Svensson et al. (2001), en la Enciclopedia de las Aves (SEO/BirdLife, 2008), en The Internet Bird Collection (2013) y en Vera e Infante (2017).

 

Descripción

Emberiza cirlus tiene proporciones típicas de escribano, ya que su estructura es similar a la de otros congéneres, con una apariencia colilarga en relación al aspecto que presentan los gorriones, pinzones y jilgueros. En general, machos y hembras son fácilmente distinguibles. Éstos muestran un patrón cefálico muy distintivo a lo largo de todo el año, consistente en una combinación de gris, negro y amarillo, además de la garganta y el mentón negros. Solo tras la muda, el negro del mentón y garganta se vuelve menos notorio porque las nuevas plumas tienen las puntas blancuzcas (Gutiérrez, 1997). La garganta negra es el mejor criterio para sexar machos, negra en época de cría y grisácea en otros periodos (Figura 7). Las hembras tienen la garganta amarillenta bordeada por una estrecha lista malar de intensidad variable. En las partes inferiores, los machos lucen tonos más intensos que las hembras, especialmente en época de cría. Así, por ejemplo, la banda pectoral verde olivácea o las marcas castañas de los flancos. En todo caso, el desgaste del plumaje hace que algunos machos se puedan parecer a algunas hembras, ya que algunas hembras muy brillantes pueden recordar a los machos más apagados. Pero en ellas, aunque la garganta sea bastante oscura, la base de las plumas solo está difusamente oscurecida y, por tanto, no son claramente negruzcas. Asimismo, la banda pectoral verde grisácea se halla punteada a lo largo del borde superior, lo que no sucede en el macho. Además, los machos también presentan el píleo menos estriado que ellas, por lo que éste adquiere un tono grisáceo. También ellos suelen mostrar el manto más rojizo que ellas. Y la brida, la lista ocular y la bigotera son negras en los machos, pero grisáceas con estriado oscuro en las hembras. Por último, se ha comprobado que el color amarillo más brillante de los machos, respecto al que presentan hembras y jóvenes, se halla relacionado con una mayor concentración de carotenoides tanto en las plumas como en el plasma sanguíneo de los machos (Byers et al., 1995; Gutiérrez, 1997; Figuerola y Gutiérrez, 1998).

 

Figura 7. Macho adulto. Mayo, provincia de Segovia. © Esteban Casaux.

 

Tras la muda postjuvenil, los jóvenes soteños adquieren el plumaje de primer invierno (Figura 8). Los machos normalmente presentan una coloración más intensa que las hembras en los flancos y el pecho. Además, las cobertoras menores son más verdosas en ellos que en ellas. Las mejores claves para poder sexar los soteños de primer invierno son el tono general del plumaje, el color del obispillo y las marcas del pecho y las escapulares. En comparación con los adultos, las aves de primer invierno ostentan un plumaje más desgastado. Por todo ello, lo más prudente antes de sexar un soteño es determinar su edad (Gutiérrez, 1997; Blasco-Zumeta y Heinze, 2014).

 

Figura 8. Juvenil mudando a primer invierno. Agosto, provincia de Soria. © Diego Aparicio.

 

Los juveniles tienen la apariencia de una hembra verdosa decolorada, aunque muestran muy bien marcadas la lista ocular y la bigotera, y el píleo luce un estriado oscuro muy nítido. Sin embargo, el obispillo no contrasta con el resto de las partes superiores y, donde las hembras adultas muestran tonos amarillentos, los juveniles presentan tonos blancuzcos, parduzcos o cremosos desvaídos. Por otra parte, las cobertoras mayores y medianas tienen los bordes ante, ofreciendo un claro contraste con el centro de la pluma pardo oscuro (Gutiérrez, 1997).

 

Estructura

Alas cortas pero anchas en la base y con las puntas afiladas. 10 primarias, si bien la más externa (la 1ª en criterio ascendente) es casi vestigial, por lo que en la práctica solo poseen 9 primarias. Cola relativamente larga, ligeramente ahorquillada. Seis pares de rectrices, siendo el par t4 el más largo y el par central (t1) 2,0-6,0 mm más corto. Pico corto, cónico, con la mandíbula superior levemente curvada. Dedo medio con uña de 17,8–19,8 mm (Cramp y Perrins, 1994).

Fórmula alar, criterio descendente de las primarias (Cramp y Perrins, 1994): p5-p8 claramente emarginadas, a veces también la p4, aunque solo muy ligeramente; las p7 y p8 presentan una muesca ligera en las banderolas internas. La punta del ala la constituyen las p7 y p8; p6 0,0-3,0 mm menor; p9 1,0-3,0 mm; p5 2,0-8,0 mm; p4 7,0-12,0 mm; p3 10,0-15,0 mm; p2 11,0-18,0 mm; p1 12,0-19,0 mm; p10 muy reducida y virtualmente ausente, 52,0-55,0 mm menor que la punta del ala y 6,0-9,0 mm más corta que la cobertora primaria más larga. La punta de la terciaria más larga alcanza normalmente las puntas de las p3-p5.

 

Figura 9. Macho adulto finalizando la muda. Agosto, provincia de Soria. © Diego Aparicio.

 

Plumaje

Aspecto general

El macho del escribano soteño (Figura 9) presenta rasgos inconfundibles, especialmente en la cabeza (Noval, 1975; Copete, 2018). En plumaje nupcial, la frente y el píleo son verde oliváceos, con finas estrías longitudinales negras y con una banda del mismo color que atraviesa los ojos, llegando hasta la nuca, de forma que en la cara se aprecian inmediatamente una raya larga amarilla bajo el píleo y encima de la banda ocular, y otra del mismo color, y un poco más ancha, que nace en la base de la mandíbula inferior y es más corta que la primera. El mentón es negro. La garganta también es negra y está bordeada por una estrecha franja amarilla, límite superior de la ancha banda gris verdosa que cruza el pecho. A los lados de éste tiene un vivo color castaño, más fuerte y destacado todavía en la parte superior de la espalda y las cobertoras, donde forma un triángulo en tono rojizo. Las partes superiores (Figura 10) son, en conjunto, pardo rojizas, con el centro de las plumas negro y los bordes oliva brillante. El obispillo es pardo-oliváceo, sin marcas o con éstas muy tenues, y la cola pardo-negruzca, con destacadas partes blancas en la pareja exterior de rectrices y manchas del mismo color más pequeñas en el par siguiente. Las plumas de las alas son muy oscuras, pardo-negruzcas. Las terciarias son negras con amplios bordes rojizos. Las partes inferiores son amarillas en su conjunto. La parte superior del pecho es amarilla, y está bordeada inferiormente por una ancha banda verde oliva; los laterales del pecho son castaños; bajo pecho y vientre amarillo pálido, tirando a blancuzco en las infracobertoras caudales; flancos estriados de pardo. El pico tiene la mandíbula superior de color hueso y la inferior azulada; los tarsos y los pies son de color carne y el iris de los ojos pardo oscuro (Noval, 1975; Sáez-Royuela, 1980; Copete, 2018). En otoño, con el plumaje nuevo, son muy conspicuos los extremos blancuzcos de las puntas de las plumas, especialmente notorios en la garganta y el mentón (Copete, 2018), lo que hace que el diseño cefálico sea menos contrastado. En todo caso, en otoño e invierno su aspecto general es más apagado, más parecido al de la hembra.

 

Figura 10. Macho adulto. Mayo, provincia de Segovia. © Esteban Casaux.

 

Ésta posee un plumaje con rasgos mucho menos destacados, ya que su coloración es más pálida, más verdosa y parda en conjunto, pero el diseño viene a ser el mismo (Noval, 1975; Sáez-Royuela, 1980; Copete, 2018). El píleo es pardo claro estriado de negro, y las rayas sobre y bajo los ojos son blancuzcas o amarillentas. En la espalda y laterales del cuello el color castaño es más pálido que en el macho y las partes inferiores son beige-amarillentas con pronunciado estriado negro que destaca sobre el fondo claro de la garganta y el pecho. Obispillo pardo-oliváceo. Mentón sin nada de negro. En todo caso, hay considerable variación en la tonalidad de los plumajes de las hembras, en parte debido a la incidencia de la luz, pero también a causa de que algunas presentan un color amarillo muy vivo en el vientre y otras solamente blanco sucio (Figura 11); en general el color de fondo de las partes inferiores es más parduzco que amarillento, y el estriado es bastante más marcado que en otros escribanos (Noval, 1975; Copete, 2018).

 

Figura 11. Hembra en verano. © Ana Mínguez.

 

Los jóvenes se parecen bastante a las hembras (Noval, 1975; Copete, 2018), pero generalmente son más pálidos y grisáceos que ellas en las partes superiores. Las hembras están densamente rayadas de negro y en las plumas hay bordes beige pálido. Las partes inferiores de los jóvenes son amarillentas y parcialmente grisáceas con rayas pardo-negruzcas, más gruesas en el pecho y los lados de la garganta, más finas en los flancos y más pequeñas en el mentón, centro de la garganta y vientre; las listas encima y debajo de los ojos son beige-amarillentas y están punteadas de pardo oscuro. El resto del plumaje es casi como el de una hembra adulta. De cara a separar a los jóvenes soteños de otros jóvenes escribanos, pueden constituir un buen diagnóstico tanto el diseño cefálico bastante marcado, en especial el punteado pardo que se observa en las rayas encima de los ojos, como el tono rojizo de las escapulares y las terciarias y el obispillo pardo pálido (Noval, 1975; Copete, 2018).

Los machos de primer invierno se parecen mucho a las hembras adultas, pero pueden diferenciarse de ellas porque su color es más intenso en los flancos y en el pecho y las cobertoras menores son verdosas (Copete, 2018).

Sexo

En plumaje nupcial, el macho tiene el mentón y la garganta negros, mientras que la hembra presenta el mentón blanco-amarillento. Después de la muda, el macho tiene las plumas negras del mentón y la garganta con puntas blanco ante; la espalda rojiza; píleo verde-oliva grisáceo, teñido de pardo y con difusas listas oscuras. La hembra tiene el mentón y la garganta ante-amarillento, con lunares gris pardo; la espalda con poco o nada de rojizo y el píleo pardo grisáceo teñido de oliva (esto último solo en las hembras adultas), fuertemente listado de oscuro (Svensson, 1996; Blasco-Zumeta y Heinze, 2014).

Edad

Pueden reconocerse tres tipos de edad (Svensson, 1996; Blasco-Zumeta y Heinze, 2014). 1) Juveniles: parecidos a las hembras, pero más grises. Ostentan un plumaje nuevo. No es posible determinar el sexo de los juveniles antes de la muda postjuvenil, que se realiza de junio a octubre. 2) Primer año en otoño–2º año en primavera: las rémiges presentan contraste entre las terciarias o entre las terciarias y secundarias de distinta generación; la punta de las rectrices está afilada por el desgaste (a veces mudan el par central). 3) Adultos: las rémiges carecen de contraste y la punta de las rectrices es redondeada. Todas las plumas son de la misma generación.

 

Osteología

Tanto a nivel postcraneal como craneal, la separación específica de los Emberizidae es complicada, sobre todo entre Emberiza cirlus, E. citrinella y E. cia (Moreno, 1985). Cranealmente, todos los escribanos presentan el processus palatinus premaxillaris libre y el processus postnarialis delgado y bordeando posterior y lateralmente las narinas elipsoides. El brachium processi maxillopalatini es recto y el corpus es siempre alargado y fino. El processus zygomaticus está siempre bien desarrollado. Poseen un par de amplios forticula orbitaria. Los foramina venae occipitalis externae se sitúan en el borde posterior del foramen magnum. El angulus mandibulae se proyecta lateralmente. El abombamiento de la región escamosal del cráneo es muy manifiesto, presentando en E. cirlus una profunda concavidad dorso-anterior, que origina el surco escamosal.

Postcranealmente, señalar que, como en otros escribanos, la fossa pneumatica es doble y la crista cnemialis y lateralis de la tibia están poco desarrolladas (Moreno, 1985).

 

Biometría

Existe poca información. Noval (1975) señala una longitud de 16,5 cm, una envergadura de 24,0 cm y un ala plegada de 72,0-84,0 mm para los machos y de 69,0-81,0 mm para las hembras, en soteños presumiblemente de Asturias. El resto de los autores no especifica el origen de los ejemplares. Copete (2018) considera una longitud entre 15,0-16,5 cm. Los datos de Byers et al. (1995) se muestran en la tabla 1. Por su parte, Svensson (1996) señala un rango para el ala plegada a partir de soteños de museo de 75,0-84,0 mm para los machos y de 71,0-79,0 mm para las hembras, mientras que Cramp y Perrins (1994) establecen una longitud de 15,5 cm y una envergadura de 22,0-22,5 cm. Por otra parte, en la tabla 1 se muestran las medias de los datos biométricos obtenidos de soteños de museo presentados por Cramp y Perrins (1994). Existen diferencias significativas (machos mayores) en el ala plegada y la cola.

 

Tabla 1. Ala plegada, cola, longitud del pico hasta el cráneo y tarso, obtenidos de Emberiza cirlus de colecciones de museos, según sexos. Tamaño de muestra entre 10 y 45 ejemplares para los datos de Cramp y Perrins (1994). Valores medios y rango 1 según Cramp y Perrins (1994), rango 2 según Byers et al. (1995). Todas las medidas en mm. Más detalles en los trabajos citados.

 

Ala plegada

Cola

Pico

Tarso

Machos

 

 

 

 

rango 1

76,0-86,0

60,0-71,0

12,5-15,1

17,2-19,7

rango 2

75,0-86,0

60,0-81,0

10,0-14,8

17,2-19,7

media

81

66

14

18,3

 

 

 

 

 

Hembras

 

 

 

 

rango 1

74,0-81,0

60,0-67,0

12,2-15,3

17,6-19,5

rango 2

71,0-82,0

60,0-73,0

10,9-15,0

17,6-19,5

media

77,8

63,9

14,3

18,3

 

De aves capturadas para anillamiento (Cramp y Perrins, 1994), también parece desprenderse que los machos sean mayores, en promedio, que las hembras. En el suroeste de Alemania, los machos tuvieron una media de 79,8 mm de ala plegada, mientras que la media de las hembras fue de 75,8 mm. De cola se obtuvieron, respectivamente, 69,8 mm y 66,6 mm. En Macedonia, se obtuvo una media en el ala plegada de 81,9 mm para los machos y de 78,4 mm para las hembras. En el sur de Francia los machos tuvieron 82,4 mm de media de ala plegada por 80,1 mm las hembras. Finalmente, de los datos obtenidos por el ICO (2018) en Cataluña, también se desprende que los machos sean mayores que las hembras en la medida de la tercera primaria, pues según los meses, la media de los machos osciló entre 62,0-63,5 mm, mientras que la de las hembras lo hizo entre 59,5-60,3 mm.

 

Masa corporal

Existen muy pocos datos. Noval (1975) y Copete (2018) establecen su masa corporal en 17,0-25,0 g y 20,0-29,0 g respectivamente. Los valores presentados por Cramp y Perrins (1994) a partir de aves capturadas para anillamiento en Alemania y Francia, pudieran indicar que los soteños en invierno tienden a pesar más que el resto del año, pero no parecen existir diferencias entre sexos. 173 machos de Alemania en época de cría promediaron 23,9 g, por 23,6 g 16 hembras. En invierno, 11 machos tuvieron 27,3 g de media, por 25,9 g 11 hembras. En Francia, 39 machos promediaron 25,7 g por 25,5 g 24 hembras. En Cataluña, los datos presentados por el ICO (2018) también permiten pensar que tanto machos como hembras alcanzan el peso máximo en invierno (25,1 y 25,5 g de media en enero) y el mínimo en plena época de cría (23,6 y 23,7 g de media en julio). De todas formas, es indudable que es necesario seguir investigando.

 

Estado graso

No existe información.

 

Variación geográfica

Se considera monotípica (Cramp y Perrins, 1994; Svensson, 1996; Copete, 2018) debido a que las diferencias entre las distintas poblaciones en la coloración y el estriado son muy ligeras y no justifican la separación en subespecies.

En todo caso, los soteños de Córcega y Cerdeña son ligeramente más oscuros en promedio y están más marcados y estriados en el manto y el píleo. Asimismo, las aves de Portugal tienden a ser más pequeñas y oscuras y ostentan el píleo más verdoso y estriado. Algunos autores (Vaurie, 1959; Byers et al., 1995) reconocen, respectivamente, las subespecies E. cirlus nigrostriata y E. cirlus portucaliae.

 

Muda

Emberiza cirlus presenta una estrategia de muda de tipo 3 (Jenni y Winkler, 1994): los jóvenes efectúan una muda parcial postjuvenil, y los adultos una muda completa postnupcial  durante el verano-otoño. Los dos grupos de edad también efectúan una muda parcial prenupcial en invierno-inicio de primavera, si bien esta muda está restringida al plumaje corporal y es muy limitada.

De todas formas, existen pocos datos de esta especie. Conforme a Byers et al. (1995), los jóvenes inician la muda postjuvenil parcial cuando cuentan con unos 30 días de edad, de junio a octubre, según la época de nacimiento. Esta muda incluye el plumaje de la cabeza, el cuerpo, las cobertoras mayores, medianas y menores, algunas terciarias y, a veces, el par central (t1) de rectrices, pero no las rémiges primarias y las cobertoras primarias. Blasco-Zumeta y Heinze (2014) señalan que algunos jóvenes mudan, además del plumaje corporal y las cobertoras mayores, medianas y menores, la cobertora carpal, algunas plumas del álula, algunas terciarias y el par central de rectrices. Por su parte, los adultos realizan la muda completa de mediados de julio a mediados de octubre. Las rémiges primarias, descendentemente. Las rectrices, centrífugamente, comenzando por el par central (t1) y finalizando por los dos pares externos, t5 y t6 (Cramp y Perrins, 1994). La muda prenupcial, como se indicó anteriormente, solo incluye plumaje corporal y es limitada (Blasco-Zumeta y Heinze, 2014), si bien Cramp y Perrins (1994) señalan que, aparentemente, el soteño no efectúa esta muda.

 

Referencias

Alström, P., Olsson, U., Lei, F., Wang, H. T., Gao, W., Sundberg, P. (2008). Philogeny and classification of the Old World Emberizini (Aves, Passeriformes). Molecular Phylogenetics and Evolution, 47: 960-973.

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Rafael J. Aparicio
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28032 Madrid

Fecha de publicación: 8-04-2019

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