Tortuga olivácea - Lepidochelys olivacea (Eschscholtz, 1829)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Olive Ridley, interactions, predators, parasites, pathogens.

 

Interacciones con otras especies

Existen pocos estudios de epibiontes para esta especie pero, en general, queda patente que la diversidad de especies es mucho menor en la tortuga olivácea que en otras como la tortuga boba o la tortuga carey, de las que se han descrito más de 100 especies epibiontes (Frick et al., 1998; Schämer, 2005). La escasa frecuencia de algas e hidroideos epibiontes puede ser un claro determinante de esta baja diversidad, puesto que se cree que ciertas especies, principalmente crustáceos (caprélidos, gammeridos, isópodos), van asociadas a comunidades de algas e hidroideos epibiontes (Lazo-Wasem et al., 2011; Liria-Loza, 2011). Sorprendentemente, esta baja diversidad se ha observado incluso en animales varados muertos o muy enfermos en las costas de Canarias y Cabo Verde (Varo-Cruz et al., 2011), cuya inactividad o deriva en superficie suele provocar un fuerte aumento en la colonización por epibiontes (Kitsos et al., 2005; Liria-Loza, 2011). En la tortuga olivácea, las áreas más afectadas por epibiosis son el caparazón, principalmente el tercio posterior -que según Liria-Loza (2011) puede indicar una alta movilidad de los individuos estudiados-, así como aletas, cabeza y cuello (Gámez-Vivaldo et al., 2006).

Para esta especie se han observado epibiontes específicos de tortugas marinas como Chelonibia testudinaria y Podocerus chelonophilus, así como epibiontes no específicos pero observados comúnmente en otras especies de tortugas marinas como los cirrípedos Conchoderma virgatum, Lepas anserifera, L. hilli y L. anatifera, o balanos como Platylepas hexastilus, Stomatolepas praegustator o Stephanolepas muricata (Díaz et al., 1992; Sosa-Cornejo et al., 2012, Lazo-Wasem et al., 2011; Angulo-Lozano et al., 2007; Gámez-Vivaldo et al., 2006). En casi todos los estudios se han encontrado diferentes especies del género Planes (P. minutus, P. cyaneus y P. major, según la localización de las tortugas estudiadas), decápodo comúnmente localizado en el hueco ventral del caparazón asociado a la cloaca (Davenport, 1994).

En hembras nidificantes es común observar la sanguijuela Ozobranchus branchiatus, principalmente asociada a tejidos blandos como la cloaca, aletas y cuello (Sosa-Cornejo et al., 2012; Lazo-Wasem et al., 2011; Angulo-Lozano et al., 2007; Gámez-Vivaldo et al., 2006), y la presencia de rémoras (Remora remora; Sosa-Cornejo et al., 2012; Lazo-Wasem et al., 2011).

 

Depredadores

La depredación de la tortuga olivácea, sus huevos y crías, ocurre tanto en tierra como en el mar, y a lo largo de todo su ciclo de vida. Sin embargo, se desconoce el impacto que esta mortalidad tiene en las distintas poblaciones (Heithaus, 2013). El comportamiento de anidación de las hembras, de forma solitaria o en arribada, parece tener consecuencias importantes en la depredación de los nidos. En Costa Rica, la depredación durante la primera noche resultó mayor (51%) en nidos de hembras solitarias que en nidos de arribadas (7,6%; Eckrich y Owens, 1995; Heithaus, 2013). En Rushikulya (Orissa, India), un elevado porcentaje de los nidos de hembras solitarias fueron depredados durante dos temporadas de puesta consecutivas (2003-2004: 72%; 2004-2005: 84%), mientras que menos de un 9% de los nidos de arribada fueron depredados durante esos años (Tripathy y Rajasekhar, 2009).

Existen una gran variedad de depredadores de los nidos de tortugas marinas que incluyen insectos, aves, mamíferos nativos e introducidos, grandes lagartos y cocodrilos (Heithaus, 2013). En Australia, además de zorros, perros y cerdos, los varanos (Varanus varius) destruyen un número significativo de puestas (Whiting et. al., 2007a). En Angola, el principal predador es el chacal rayado (Canis adustus), aunque también existe depredación por parte de la jineta tigrina (Genetta tigrina), el gato salvaje africano (Felis libica), el serval (Felis serval) y el cangrejo violinista (Uca tangeri) entre otros (Weir, 2007).

La tasa de depredación de las crías varía considerablemente dependiendo de las poblaciones de depredadores y la presencia de programas de control. En la playa de Ostional (Costa Rica), menos del 4% de las crías de tortuga olivácea son depredadas, principalmente por cangrejos ermitaños de gran tamaño y cangrejos fantasma (Madden et. al., 2008). En esta misma playa, destacan como aves depredadoras el zopilote (Coragyps atratus), el tántalo americano (Mycteria americana) y el zanate mexicano o clarinero (Quiscalus mexicanus). Los buitres se alimentan de huevos expuestos por los perros o la gente y de crías que se encuentran en la superficie. También suelen robar huevos y crías a otras aves (Burger y Gochfeld, 2014).

Una vez entran en el mar, las crías pueden ser consumidas por una variedad de peces teleósteos, calamares, tiburones, aves y el cocodrilo marino (Crocodylus porosus) (Walker y Parmenter, 1990; Gyuris, 1994; Stewart y Wyneken, 2004; Whiting y Whiting, 2011). En Mazatlán (México), se han encontrado restos de crías de tortuga olivácea en el contenido estomacal de dorados (Coryphaena hyppurus) (Villaseñor et. al., 2010). Poco se conoce sobre la depredación de los juveniles en el ambiente oceánico, donde los tiburones (Carranza et. al., 2006), grandes teleósteos y aves podrían ser los principales predadores (Heithaus, 2013). A excepción del hombre, que ha sido el mayor depredador de tortugas marinas durante los últimos cientos de años (Jackson, 1997; Spotila et. al., 2000), la depredación de adultos es poco frecuente. En cuanto a depredadores marinos, la orca (Orcinus orca) y distintas especies de tiburones podrían ser depredadores de la tortuga olivácea (Heithaus et. al., 2008). Aunque se han hecho pocos estudios sobre la depredación de adultos en tierra, se han observado perros salvajes, jaguares (Panthera onca) (Cornelius y Robinson, 1982; Caut et. al., 2006), coyotes (Cornelius y Robinson 1982) y varias especies de cocodrilos y caimanes (Alligator mississippiensis). En Costa Rica, el cocodrilo americano (Crocodylus acutus) depreda adultos antes y después de las arribadas (Ortiz et. al., 1997) y en el Indo-Pacífico, el cocodrilo marino ataca a las tortugas en o cerca de las playas de puesta (Whiting y Whiting, 2011).

Al igual que ocurre con los huevos, la arribada parece tener una función antidepredadora para las crías y los adultos. Se piensa que esta sincronización en el momento de la puesta es una respuesta adaptativa que aumenta las probabilidades de supervivencia individual ante los depredadores terrestres (Ortiz et. al., 1997).

 

Parásitos y patógenos

Los análisis parasitológicos de individuos de tortuga olivácea son muy escasos. Con respecto a helmintos parásitos, hasta la fecha se han descrito 9 especies de trematodos, de los cuales Adenogaster serialis y Enodiotrema megachondrus son los más frecuentes (Perez-Ponce de León et al., 1996). Otras especies descritas son: Himasomum lobatus, Pyelosomum renicapite, Pachypsolus irroratus, Orchidasma amphirorchis, Prosorchis psenopsis, Calycodes anthos y Plesiochorus cymbiformis (Pérez-Ponce de León et al., 1996; Gámez-Vivaldo et al., 2006; Santoro y Morales, 2007; Werneck, 2011). También se han citado 3 especies de nematodos: Kathlania leptura -descrito anteriormente por Brooks y Frazier (1980) en la costa africana (Zanzibar)-, Sulcascaris sulcata y Tonaudia freitasi (Werneck, 2011).

En general, se observa una baja riqueza de especies parásitas en la tortuga olivácea (Pérez-Ponce de León et al., 1996), similar a la observada en la tortuga boba (Aznar et al., 1998; Valente-Delgado et al., 2009; Santoro et al., 2010), pero muy diferente a lo observado en la tortuga verde (Santoro et al., 2006). Estas diferencias podrían deberse, tanto a sus hábitos alimenticios (más parecidos en las tortugas olivácea y boba), como a sus hábitos migratorios, frecuentando ambas especies los ambientes pelágicos, mientras que la tortuga verde vive asociada a ambiente neríticos (Werneck, 2011). Por otro lado, la presencia de S. sulcata en la tortuga olivácea podría ser indicativa del uso del hábitat nerítico y alimentación bentónica, ya que la forma larvaria de este helminto parasita bivalvos y gasterópodos bentónicos (Berry y Cannon, 1981; Santoro et al., 2010).

Poco se conoce sobre las enfermedades de la tortuga olivácea y el impacto que éstas podrían tener en su abundancia (George, 1997). Una de las pocas enfermedades de esta especie identificada en la literatura es la fibropapilomatosis, aunque presenta una baja incidencia. Se han observado ejemplares con fibropapilomas en México (Reséndiz et. al., 2010), Costa Rica (Herbst, 1994; Aguirre et. al., 1999) y la India (NMFS y USFWS, 2014). En ocasiones, la enfermedad aparece asociada con un herpesvirus, que se encuentra en tortugas marinas prácticamente a nivel global (Herbst, 1994; Vasconcelos et. al., 2000). La incidencia de la enfermedad en adultos es baja (George, 1997), siendo el estadio juvenil el que presenta mayor prevalencia. La enfermedad se adquiere tras el reclutamiento a hábitats neríticos, por lo que los individuos no se ven afectados durante la fase oceánica previa o inmediatamente después (Ene et. al., 2005). Aunque estos tumores son benignos, generalmente causan severa debilitación debido a los efectos del espacio que ocupan o a la interferencia de funciones sistémicas (Aguirre y Lutz, 2004).

En 1999, unas 1.000 tortugas llegaron muertas a la costa de Ecuador. De éstas, el 99% fueron tortugas oliváceas (Alava et. al., 2005). Se desconoce el motivo de este varamiento masivo, aunque Alava et al. (2005) señalaron un brote epizoótico como posible causa. En general, las enfermedades causadas por bacterias en las tortugas marinas incluyen infecciones por Vibrio, Aeromonas, Salmonella, Pseudomonas, Bacteroides, Fusobacterium, Flavobacterium, Clostridium y Mycobacterium spp. (Glazebrook y Campbell 1990; McArthur, 2004 y Flint, 2013). Las infecciones por hongos se consideran raras (Orós et. al., 2004; Flint et. al., 2009) y hasta la fecha se han descrito dos especies de hongos en la tortuga olivácea: Paecilomyces sp. que provoca neumonía y nefritis granulomatosas (Gámez-Vivaldo et al., 2009) y Trichophyton spp. observado en un ejemplar varado en las islas Canarias y capaz de causar micosis sistémicas (Oros et al., 2011).

La presencia de bacterias y hongos en los nidos suele aumentar considerablemente en eventos de alta densidad de nidos como suelen ser las arribadas. Este hecho se ha documentado en Nancite (Costa Rica), donde el bajo éxito de eclosión −hasta del 5% en algunos segmentos de la playa−, se atribuye, al menos en parte, a estos agentes patógenos (Cornelius, 1986; Mo et al.,1990; Keene, 2012).

 

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Nuria Varo-Cruz1, 2, Catalina Monzón-Argüello2, Manuel Carrillo3, Pascual Calabuig4 y Ana Liria-Loza2

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2 Asociación para el Desarrollo Sostenible y Conservación de la Biodiversidad (ADS Biodiversidad), Blas de Lezo 55, 1ºG, 35118 Agüimes, Las Palmas

3 Canarias Conservación. Cetacean & Sea Turtle Research Society, Maya 8, 38202 La Laguna, Santa Cruz de Tenerife

4 Centro de Recuperación de Fauna Silvestre del Cabildo de Gran Canaria, Carretera del Centro km 7, 35017 Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas

Fecha de publicación: 24-03-2015

Varo-Cruz, N., Monzón-Argüello, C., Carrillo, M., Calabuig, P., Liria-Loza, A. (2015). Tortuga olivácea - Lepidochelys olivacea. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Marco, A. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/