Lagarto ocelado - Timon lepidus (Daudin, 1802)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Ocellated lizard, habitat, abundance, status, threats

 

Hábitat

Generalidades

La distribución del lagarto ocelado se ajusta tan bien a las condiciones descritas que su límite septentrional ha sido propuesto en ocasiones como frontera definitoria del piso bioclimático mediterráneo (Cheylan, 1995; Mateo y Cheylan, 1997; Cheylan y Grillet, 2005). En estas zonas de contacto entre regiones mediterránea y eurosiberiana, como las de las montañas del Caurel (Lugo), las de Asturias y norte de León, el valle de la Liébana (Cantabria) o la Montagne Noire (Herault), los lagartos ocelados requieren de unas condiciones de insolación y de cobertura que hacen que sea considerada una especie muy poco ubicua y localizada (Bas, 1982; Livet, 1982; Braña, 1984; Delibes y Salvador, 1986).

Por el contrario, en el resto del área de distribución este saurio está catalogado como un generalista que puede ser encontrado en hábitats muy diversos (Busack y Visnaw, 1989; Pérez Mellado, 1998; Barbadillo et al., 1999). Por ejemplo, puede presentar densidades relativamente importantes en áreas en las que las precipitaciones superan los 1.500 mm al año como la sierra de Grazalema (Blázquez et al., 1995).

Obviamente, las temperaturas demasiado bajas limitan su presencia (Llorente et al., 1995, afirman, por ejemplo, que en el Pirineo se dejan de encontrar lagartos ocelados cuando la temperatura media anual se sitúa por debajo de 6ºC), pero la amplitud del rango de temperaturas tampoco afecta gravemente a esta especie. En ese sentido, puede ser tan abundante en el litoral del sur de la Península Ibérica, donde las temperaturas son templadas durante todo el año, como en algunas regiones del centro, donde las temperaturas medias mensuales pueden llegar a diferir en más de 20ºC.

Por otro lado, puede vivir bajo coberturas arbórea y arbustiva relativamente elevadas (Castilla y Bauwens, 1992; Galán, 2003), y a la vez ser abundante en áreas desprovistas por completo de árboles, arbustos o matorral, como en la llanura de la Crau (Bouches du Rhône) (Cheylan et al., 1990; Penloup, 1993).

Tampoco parecen factores que determinen su presencia la naturaleza química del sustrato o la granulometría del suelo, ya que puede ser común en zonas con suelos calizos, ácidos, en pedregales o arenales (Valverde, 1967; Castilla y Bauwens, 1992; Galán, 1999). También pueden vivir en zonas de pendientes o altitudes variadas (Llorente et al., 1995; Pleguezuelos y Villafranca, 1997), y ni siquiera la presión humana parece limitar por completo su presencia (véase Allen, 1977).

Por todo lo anterior, los lagartos ocelados se encuentran entre los reptiles más polivalentes y plásticos que habitan la Península Ibérica (Escarré y Vericad, 1981; Busack y Visnaw, 1989; Llorente et al., 1995; Pleguezuelos y Feriche, 2003). Esta plasticidad justificaría, por ejemplo, su presencia en las dunas móviles de Doñana (Valverde, 1967), las zonas intermareales gallegas (Mateo, 1988), o las cumbres pirenaicas (Filella, 1983). En realidad estos hábitats son utilizados sólo de forma anecdótica y temporal, pero han sido sobredimensionadas en la bibliografía por su rareza (Mateo, 1988; Castilla, 1989; Bischoff et al., 1984; Pérez Mellado, 1998).

Selección de hábitat

Su preferencia por determinados hábitats se pone de manifiesto en las diferentes densidades a las que se le puede encontrar en regiones más o menos restringidas. Castilla y Bauwens (1992) encuentran en la sierra de Madrid densidades más elevadas de lo esperado al azar en hábitats de estructura compleja, en los que coinciden árboles, roquedos y matorral aislado; por el contrario, los mismos autores determinan que las densidades más bajas se dan en los monocultivos cerealistas. A conclusiones similares llegan, por ejemplo, Martín y López (2002).

Llorente et al. (1995) y Galán (2003) afirman que la cobertura vegetal no es un factor limitante para esta especie, pero apostillan que en áreas de cobertura elevada su presencia está vinculada a la existencia de claros en los que pueda solearse, buscar su alimento y establecer territorios (Mellado et al., 1975).

Aunque la existencia de una cobertura arbórea y arbustiva importante, o la presencia de rocas facilitan la existencia de densidades elevadas, ninguno de estos factores resulta por sí mismo limitantes. En ese sentido, se han llegado a describir concentraciones importantes de Timon lepidus en zonas totalmente desprovistas de árboles y arbustos (García et al., 1982, o Penloup, 1993), o de rocas (Valverde, 1967).

En un estudio realizado en un robledal de la Sierra de Guadarrama con adultos radiomarcados, los lagartos seleccionaron las rocas como refugio el 96% de las veces y las localizaciones de los lagartos estaban más próximas a las rocas de lo que cabría esperar al azar. Las rocas utilizadas como refugio eran más grandes y tenían más grietas que las disponibles al azar (Díaz et al., 2006).1

La disponibilidad de refugios sí puede llegar a ser un factor limitante. Por ejemplo, en la Crau (Cheylan et al., 1990) la presencia o ausencia de lagartos ocelados venía determinada por la posibilidad de encontrar una guarida apropiada. En esta región algunas zonas reunían hasta 12 adultos por hectárea, mientras que otras los lagartos faltaban casi por completo. La diferencia entre una y otra radicaba en la presencia de piedras amontonadas y formando montículos cuyo origen había que buscar en la Segunda Guerra Mundial. En esa época el ejército alemán creó estos refugios potenciales de lagartos con objeto de evitar el aterrizaje de planeadores aliados en la región (Penloup, 1993). En las zonas de la Crau en las que no existen estos montículos la presencia de lagartos ocelados se limitaba a sus primeros meses de vida, ya que las piedras sueltas sólo permiten cobijo a individuos de longitud entre el hocico y la cloaca inferior a 75 mm.

Las islas Berlenga, en el litoral atlántico portugués, y de Ratonneau, en la costa mediterránea francesa, presentaban en el pasado una cobertura arbustiva media y una diversidad de hábitats relativamente pobre (véase Mourgue, 1930, y Vicente, 1989). En la actualidad Timon lepidus se considera extinguida en Ratonneau, y casi extinguida en Berlenga. Aunque las causas principales de la desaparición del lagarto ocelado parecen haber sido provocada por el elevado número de gatos y perros introducidos y por el aumento desproporcionado de las gaviotas nidificantes (véase Cheylan y Grillet, 2005), la escasa diversidad de hábitats disponibles podría haber facilitado todo el proceso.

Porquerolles, otra isla del litoral provenzal encuadrada dentro del pequeño archipiélago de Hyères, presenta una cobertura vegetal muy superior a la de las anteriores, a pesar de lo cual los lagartos ocelados también han sufrido un proceso de extinción, probablemente irreversible (Cheylan, 2004, Cheylan yGrillet, 2005). En este caso la causa principal habría que buscarla precisamente en el aumento desproporcionado de esta cobertura, que justifica que la especie haya sido sustituida por Lacerta bilineata, y que también puede ser interpretada como una simplificación de los sistemas de esta isla. Los casos de Cortegada y La Toja, dos islas situadas en el litoral pontevedrés, podrían ser similares al de Porquerolles, aunque en estas islas gallegas la situación de los lagartos no parece tan desesperada (Galán, 2003).

Las islas de Sálvora, Ons, San Martiño, Faro-Monteagudo y Arousa presentan una gran diversidad de hábitats disponibles para el lagarto ocelado (Galán, 2003). A las extensas zonas cubiertas por matorral, se unen pequeñas extensiones de bosque, roquedos, muros y construcciones (muchas de ellas abandonadas), arenales, y en general un gran número de refugios. En ninguna de estas islas su presencia es homogénea pero, como hemos visto puede llegar a alcanzar densidades elevadas.

La isla de Olerón (Charente-Maritime, Francia) es, con sus 17.500 ha, la de mayor tamaño en la que pueden encontrarse lagartos ocelados. Su elevada diversidad de hábitats y su clima tamponado permiten encontrar más especies de reptiles que en las regiones continentales vecinas (Burneleau y Duguy, 1981). En esta isla los lagartos ocelados están restringidos en la actualidad a unas 180 ha localizadas en la franja litoral del suroeste.

 

Abundancia

Las mayores densidades descritas para esta especie proceden de medios insulares. Galán (2003) encuentra hasta 208 ind./ha en zonas de roquedos con matorral de la isla del Faro (Islas Cías, Pontevedra), y hasta 136 ind./ha en muros de la isla de Sálvora (A Coruña), mientras que Bischoff et al. (1984) sugieren densidades elevadísimas en determinadas zonas de la isla Berlenga (Leiria, Portugal), sin llegar a dar un valor concreto. Obviamente, estas concentraciones sólo se dan en zonas de pequeñas dimensiones, y probablemente propiciado por el comportamiento particular de estos lagartos insulares, Vicente (1989) y Galán (2000), describen la escasa agresividad de los machos de Berlenga y las tendencias gregarias de los de Cíes.

Las mayores densidades observadas en áreas continentales se sitúan alrededor de los sesenta ind./ha. Concretamente, se han estimado hasta 67 ind./ha (hasta 28 individuos adultos/ha) durante el verano de 1994, en dehesas de encinas con matorral y roquedos de los alrededores de Monroy (Cáceres; datos inéditos); hasta 58 ind./ha en medios de estructura compleja situados en los alrededores de Sintra (Lisboa) (Allen, 1977); hasta 54 ind./ha en dehesas de encinas con matorral, afloramientos rocosos y ruinas romanas, en los alrededores del Castillo de Mulva (Sevilla; datos inéditos); y hasta 52 ind./ha en dehesas de encina con matorral y roquedos cerca de Fuentes del Rey (Madrid) (Cano, 1984; Castilla y Bauwens, 1992).

Se ha estimado la abundancia de adultos en un robledal de la Sierra de Guadarrama mediante captura-recaptura en 3,2 individuos/ha-1. El uso simultáneo de transectos para estimar la abundancia mostró valores muy bajos (0,22 individuos/ha-1), demostrando que los censos visuales son un método poco útil para estimar la abundancia de esta especie (Díaz et al., 2006).1

Preferencias altitudinales

Se pueden encontrar lagartos ocelados europeos desde áreas situadas a nivel del mar hasta cotas situadas a 2.000 m. Sin embargo, el 75% de las observaciones realizadas en la Península Ibérica tienen lugar en la franja situada entre los 400 y los 1.400 m sobre el nivel del mar (Pleguezuelos y Villafranca, 1997). La amplitud de estos rangos apoya esa plasticidad a la que hacíamos referencia antes, especialmente en la mitad meridional del área de distribución.

Las cotas máximas y las preferencias altitudinales a la que pueden encontrarse individuos de esta especie cambian con la latitud:

- En el Sistema Central, la mayor parte de las observaciones se realizan entre los 400 y los 900 m (Lizana et al., 1988), siendo 1.980 m la mayor altitud a la que ha sido observado (dato inédito).

- En la Cordillera Cantábrica los lagartos ocelados casi siempre se encuentran por debajo de los 1000 m (Bas, 1982; Braña, 1984; Delibes y Salvador, 1986), aunque puntualmente puede alcanzar los 1.300 m (datos inéditos).

- En el Pirineo, aunque se ha señalado la presencia de lagartos ocelados por encima de los 2.000 m (según Filella, 1983, se encontró un individuo en la cumbre de la sierra de Aurati), Llorente et al. (1995), que lo consideran una especie ubiquista, señalan que la mayoría de las observaciones se hacen alrededor de la cota de los 500 m. En la vertiente francesa de la cordillera la observación realizada a mayor altitud se sitúa en los 1.550 m (Cheylan y Grillet, 2005).

- En los Alpes los lagartos ocelados apenas sobrepasan los 1.200 m y la mayor parte de las observaciones se sitúan por debajo de los 800 m (Cheylan y Grillet, 2005).

 

Estatus de conservación

Categoría global IUCN (2008): Casi Amenazado NT (Pleguezuelos et al., 2009).3

La mala fama de animal dañino, que justificó las campañas institucionales de erradicación en los años 70, también causó un injustificado retraso en su protección. Por ejemplo, la ley 1381/1980 y el posterior Decreto 439/1990 consideraban al lagarto ocelado como uno de los pocos reptiles españoles que no merecía protección (únicamente compartía olvido con los dos galápagos, la culebra bastarda, y las tres víboras; Corbett, 1989). Habría que esperar a que en 1985 España ratificara el tratado de Berna sobre Conservación de la vida silvestre y el medio natural en Europa para que el lagarto ocelado entrara por la puerta trasera a formar parte de las especies españolas protegidas (véase también Convenio de Berna, 1979).

En el Libro Rojo de los Vertebrados Españoles (Blanco y González, 1992) el lagarto ocelado era considerado una especie No Amenazada. Diez años más tarde el Libro Rojo de los Anfibios y Reptiles Españoles (Pleguezuelos et al., 2002), que se ajusta ya a las categorías propuestas por la UICN, la especie queda encuadrada en la categoría de Preocupación Menor LC. En este último caso sin embargo ya se señalan algunas poblaciones que presentaban problemas de conservación. Concretamente, se considera que los lagartos de la isla de Sálvora deben quedar incluidos en la categoría de Vulnerables (C1 + D1 + D2), mientras que los del resto de Galicia deben estarlo en la de Casi Amenazada NT. Algunos catálogos regionales lo consideran especie de Interés Especial.

Los lagartos ocelados también están protegidos por las legislaciones de Francia, y Portugal (Anónimo, 1993, Oliveira y Araújo, 1994; Mateo, 2002). En Italia es una especie protegida en virtud de una ley regional (Véase Ferri, 1994).

A pesar de haber sido calificado en ocasiones como una de las especies-bandera de la fauna reptiliana europea (Corbett, 1989), el lagarto ocelado se considera una especies no amenazada en España, Francia y Portugal (Oliveira y Araújo, 1994; Mateo, 2002; Cheylan y Grillet, 2005). La directiva europea Hábitat tampoco lo considera en sus anexos 2 y 4, lo que determina que se no puedan realizar acciones dirigidas a su conservación en el marco de esta directiva.

 

Estado actual de la especie

Como ya hemos adelantado, los lagartos ocelados siguen siendo abundantes en buena parte de la Península Ibérica, lo que ha determinado que la especie no se considere amenazada en términos generales (Mateo, 2002). Resulta sin embargo una impresión bastante generalizada que sus densidades han menguado significativamente en las últimas décadas (Corbett, 1989; Mateo, 2002; Pleguezuelos y Feriche, 2003). Ya hemos comprobado, por ejemplo, que se ha hecho muy raro en algunas zonas como Doñana o el Aigüesmoll de l’Empordá, y que ha desaparecido de algunas islas e islotes o en las llanuras de la Crau.

En las poblaciones francesas e italianas esta merma ha sido más grave y está convenientemente documentada (Ferri, 1994; Cheylan y Grillet, 2005). Según Cheylan y Grillet (2005) el retroceso detectado en Francia en los últimos 150 años es generalizado, pero es especialmente importante en el margen septentrional del área de distribución (Departamentos de Charente-Maritime, Charente, Haute-Vienne y Gironde). El deterioro del estado de conservación también se pone de manifiesto en la severa fragmentación del área de distribución en Francia (ver apartado de Distribución).

El caso de las poblaciones insulares de lagartos resulta, por su fragilidad, más dramático que el de las continentales: ya hemos hecho referencia en otros apartados a la extinción más que probable sufrida en las islas de Ratonneau, Porquerolle o Berlenga, y a los severos problemas de conservación a las que se encuentran sometidas las de Olerón, Monteagudo y Ons (Burneleau y Dugui, 1981; Galán, 2003; Cheylan y Grillet, 2005). Los factores que más han afectado a las poblaciones insulares de lagartos ocelados han sido la introducción de gatos y perros (Berlenga, Ratonneau, Ons, Cíes), el crecimiento desproporcionado del número de gaviotas nidificantes (Berlenga), el aumento de la cobertura arbórea y arbustiva (Porquerolles, Cortegada), la transformación del terreno en zona agrícola (Olerón, Porquerolles), y en general, el aumento de la presión humana (Olerón, Ratonneau, Porquerolles, Ons y Cíes). Incluso deben incluirse entre las causas de extinción algunas medidas bienintencionadas de conservación: la declaración de Berlenga como reserva integral en los años 80 determinó que se prohibieran actividades humanas que se venían desarrollando desde muy antiguo; una de ellas consistía en la recolección de huevos de la gaviota Larus michaellis para su venta posterior a las pastelerías de Peniche; la desaparición de esta actividad dirigida supuestamente a proteger la isla se tradujo en pocos años en un aumento descomunal del número de gaviotas reproductoras, en la práctica desaparición de la vegetación debido a la enorme cantidad de guano depositado, y en la subsiguiente extinción de la fauna no voladora, entre la que se encontraba el lagarto (Cheylan y Grillet, 2005; O. Paulo, com. pers.).

 

Amenazas

Timon lepidus sigue siendo una especie relativamente abundante en buena parte del área que ocupa (Pleguezuelos et al., 2002). Sin embargo, se han descrito extinciones locales más o menos rápidas, y un proceso casi generalizado de enrarecimiento. Estas extinciones parciales han sido achacadas a varias causas, entre las que habría que destacar las profundas modificaciones del medio realizadas por el hombre, y que de forma generalizada afectan a toda la fauna y la flora de la región.

El ejemplo más evidente se encuentra en la agresiva transformación del litoral mediterráneo. En Italia, por ejemplo, el lagarto ocelado es, por esta razón, una especie muy amenazada, ya que ha sufrido una fragmentación extrema de sus poblaciones (Ferri et al., 1991). La presión urbanística también se ha dejado sentir en otras regiones como la Costa Azul francesa o en la denominada Costa del Sol española, donde la especie se ha hecho progresivamente más rara (Mateo et al., 2002; Cheylan y Grillet, 2005).

La cultivos intensivos implantados durante el último siglo en amplias zonas propicias para Timon lepidus han determinado su práctica desaparición en esas áreas (Corbett, 1989). Cheylan y Grillet (2005) confirman este extremo para el departamento francés de Var, donde los tradicionales olivares y campos de almendros han sido sustituidos casi por completo por explotaciones vinícolas mucho más agresivas.

Paradójicamente, el abandono paulatino de las tareas agrícolas tradicionales y la reducción de la cabaña ganadera también se han dejado sentir en la abundancia de lagartos ocelados en Francia y en el norte de Cataluña. En estas regiones el progresivo crecimiento de la superficie forestal y, en general, el aumento generalizado de la cobertura arbórea y arbustiva se han traducido en la sustitución de Timon lepidus por Lacerta bilineata en buena parte del departamento de Hérault (Cheylan y Grillet, 2005), o en los Aigüesmolls de l’Emporda (Girona; A. Montori, com. pers.). También hacíamos referencia en el apartado de Hábitat a las consecuencias que podría ocasionar para esta especie el abandono de las tareas de manejo de las dehesas, un medio que alberga las densidades más elevadas de lagartos ocelados en áreas continentales.

En la Sierra de Guadarrama, las plantaciones de pinos (Pinus sylvestris) en zonas antes ocupadas por robledal han hecho desaparecer al lagarto ocelado (Amo et al., 2007).2

Finalmente, resulta preciso recordar que la adaptación natural de los ecosistemas mediterráneos a los incendios forestales no resulta suficiente para contrarrestar la frecuencia y la virulencia con la que estos se producen en la actualidad, y a cuyos efectos los lagartos ocelados tampoco son inmunes (Corbett, 1989; Llorente et al., 1995).

Se ha examinado la respuesta al fuego en una comunidad de reptiles mediterráneos del noreste ibérico, mediante de la comparación de sitios no quemados, quemados recientemente (2003) y quemados con anterioridad (1985-1986) (n= 102 sitios). El número de reptiles y la riqueza de especies fueron más elevados en zonas quemadas. Timon lepidus fue encontrado común en zonas recientemente quemadas (Santos y Poquet, 2010)5.

Además de las amenazas que afectan de forma generalizada a la fauna de las regiones mediterráneas, existen también otras más específicas para los lagartos ocelados.

Estos lagartos han sido considerado por ciertos grupos de presión como devoradores compulsivos de huevos de perdiz, por lo que han sido objeto de durísimas campañas de erradicación permitidas y auspiciadas desde la administración hasta finales de los años 70 (Salvador, 1974). Aunque esta práctica ha dejado afortunadamente de ser institucional, aún sigue practicándose de forma habitual en cotos de caza de Andalucía, Castilla la Mancha, Castilla-León, Extremadura o Madrid, donde se utilizan métodos tan contundentes como el veneno o el tiro a bocajarro (Corbett, 1989).

Queremos recordar, por poner un ejemplo documentado en varios trabajos de investigación posteriores (Salvador, 1974; Mateo y Castanet, 1994; Mateo y López Jurado, 1997), la campaña llevada a cabo en abril de 1970 en la finca del la Sauceda (Monroy, Cáceres), en la que miles de lagartos ocelados fueron masacrados sin miramientos. Es posible que de forma ocasional algunos lagartos consuman huevos de aves (Pleguezuelos et al., 2000), pero también resulta ser bien cierto que este comportamiento ni es habitual, como puede comprobarse en el apartado dedicado a la alimentación, ni justifica campañas tan agresivas como las que todavía hoy se llevan a cabo.

Siempre se ha sospechado que el uso de plaguicidas puede afectar a las poblaciones de esta y de otras especies, y Cheylan y Grillet (2005) ofrecen un ejemplo documentado al que ya hemos hecho referencia: el que explica la extinción de la población de lagartos ocelados en la Crau (Bouches du Rhône, Francia). Los estudios llevados a cabo hasta 1993 revelaban que en esta llanura aluvial y ganadera Timon lepidus era una especie abundante, con densidades cercanas a los 15 indiv./ha (Bischoff et al., 1984; Cheylan et al., 1990; Mateo, 1993; Penloup, 1993). En 1995 las ovejas de la Crau comenzaron a ser tratadas de forma generalizada con un vermicida denominado Ivermectina; dos años más tarde se detectó la práctica desaparición de los coleópteros coprófagos en algunas parcelas de estudio (recordemos la importancia de los coleópteros en la dieta de Timon lepidus); en 1998 sólo se detectaron 2 lagartos en una parcela en la que cinco años antes se habían contabilizado más de 225 individuos; en la actualidad esta población se considera prácticamente extinguida (Cheylan y Grillet, 2005; datos inéditos).

También se han barajado otras hipótesis para explicar la extinción o el enrarecimiento de la especie en zonas determinadas. Valverde (1967) sugiere que la aparición de la mixomatosis entre los conejos de Doñana y sus alrededores explicaría las escasas densidades de lagartos en zonas en las que antes eran relativamente abundantes. Según Valverde (1967) los lagartos habrían pasado a ser, debido a su tamaño, una de las presas principales de los numerosos carnívoros y rapaces del área. El proceso se habría repetido en la zona con la llegada de la neumonía vírica, una nueva enfermedad que afectó a los conejos durante los años 80, y que determinó que los lagartos sean en la actualidad extremadamente escasos en el área de Doñana (Román et al., 1999).

En algunas áreas de Sierra Morena en las que se ha detectado una caída importante de las densidades de lagartos ocelados, se achaca el hecho al aumento de la densidad de un depredador diurno: el meloncillo (Herpestes ichneumon) (datos inéditos).

Los seguimientos realizados hasta la fecha en las carreteras españolas consideran al lagarto ocelado como el segundo reptil en número de atropellos detectados (SCV, 2002). Sin embargo, y como estos mismos trabajos reconocen, este número está severamente sobrestimado por la fácil detectabilidad de la especie. Al contrario de lo que ocurre con otros reptiles, como el camaleón, las muertes en carretera no se concentran en áreas restringidas, por lo que importancia de esta causa de mortalidad no parece constituir una amenaza grave para la especie (Pleguezuelos y Feriche, 2003). No se han propuesto puntos negros ni medidas especiales para evitar los atropellos.

La Tabla 1 recoge datos de mortalidad por atropello5.

 

Tabla 1. Mortalidad por atropello en carreteras de España y Portugal5.

Area

Periodo

T. lepidus

Nº total reptiles

Referencia

Portalegre (Portugal)

1996, 2005

30

125

Carvalho y Mira (2011)

España

 

83

1796

López Redondo y López Redondo (1992)

España

1990-1992

147

2714

PMVC (2003)

Cataluña

2002

11

245

Montori et al. (2007)

Barcelona

 

4

80

Babiloni González (1992)

Salamanca

 

7

55

Lizana Avia (1992)

Sureste Madrid

 

3

56

Traverso Martínez (1992)

Madrid

 

13

302

López Redondo (1992)

Castellón

1990

4

35

Palomo Ferrer (1992)

Castellón

1991

11

118

Palomo Ferrer (1992)

Valencia

 

3

44

Caletrío Garcerá (1992)

Albacete

 

6

34

Reolid Collado y Zamora Salmerón (1992)

Toledo

 

2

5

De la Cruz Alemán (1992)

Badajoz

 

37

278

Gragera Díaz et al. (1992)

Sevilla

 

3

20

Marcos Portillo (1992)

Córdoba

 

7

54

Rodríguez Rojas (1992)

Cádiz

 

4

61

Galán Ortegón (1992)

Granada

 

3

38

Sánchez Clemot (1992)

Huelva

 

4

270

Lópz Fernández (1992)

 

La captura ilegal de individuos de esta especie ha sido uno de los factores más invocados en la bibliografía que hace referencia a la conservación de saurios (Corbett, 1989; Blanco y González, 1992). Se han descrito tres destinos para los lagartos capturados furtivamente: las colecciones científicas, el mercado terrariofilo y el mercado gastronómico (Corbett, 1989).

Hasta los años 70 buena parte de los lagartos capturados tenían como destino las colecciones científicas, en cuyas estanterías se almacenaban miles de individuos (Riva y Mateo, 1992, contabilizan, por ejemplo, más de 1.500 ejemplares de Timon lepidus sólo en las de la Estación Biológica de Doñana). En la actualidad la fiebre recolectora parece haber pasado en Europa, y es probable que ahora sean pocos los museos que todavía envíen a sus colectores a capturar individuos de esta especie.

Al contrario que la actividad anterior, la terrariofilia cuenta cada vez con más adeptos (sólo hay que ver el número de revistas especializadas que se publican). Su gran tamaño, sus bellos colores y la facilidad para mantenerlos en cautividad han hecho de los lagartos ocelados uno de los saurios más apreciados por los terrariófilos europeos desde finales del siglo XIX. La firma del Convenio de Berna por todos los estados miembros de la Unión Europea, y la protección que este documento ofrece a Timon lepidus, han determinado que en la actualidad la compra-venta legal de lagartos ocelados esté limitada a los que se puedan criar en cautividad. Aún así, son numerosos los aficionados que siguen manteniendo individuos de esta especie de forma irregular.

Queda hablar de la captura y venta de lagartos ocelados europeos con fines culinarios, una actividad geográficamente muy localizada y casi vestigial, que sin embargo ha llegado a escandalizar a algunos especialistas europeos de la conservación de reptiles (Corbett, 1989). Esta actividad, probablemente más extendida en otros tiempos, está restringida en la actualidad al norte de Extremadura, donde siempre han sido abundantes, y su consumo se considera tradicional. La captura ilegal de lagartos como cualquier otra forma de furtivismo es sin duda reprobable. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que aunque tradicional, el consumo de esta especie en la región sigue siendo ocasional, y más próximo a la curiosidad folclórica que a la gastronomía propiamente dicha. No supone por tanto una amenaza para una especie todavía abundante en la zona, y bastaría una vigilancia relajada para que el furtivismo no sobrepasara niveles peligrosos.

Sobre los efectos del cambio climático ver Distribución geográfica.

 

Medidas de conservación

La alarma activada por varios autores que afirman que las densidades de lagartos se antojan cada vez menores en amplias zonas de su distribución, justifica que en el Libro Rojo de los Anfibios y Reptiles de España se recomiende el diseño de estudios a medio plazo con los que poder seguir de cerca la evolución de sus poblaciones (ver Mateo, 2002). Esta sugerencia es actualmente seguida en algunas áreas puntuales, como la Reserva Biológica de Doñana (ARomán et al., 1999; . Andreu, com. pers.), y está siendo planificada en regiones como Andalucía (J. M. Pleguezuelos, com. pers.).

Recientemente se ha propuesto como medida de conservación de esta especie en Extremadura la puesta en funcionamiento de instalaciones de cría en cautividad dirigidas a cubrir la demanda gastronómica, erradicar el furtivismo, saturar el mercado terrariófilo y repoblar áreas en las que la especie haya desaparecido (Blasco et al., 1998). Pero, dada la elevada densidad de lagartos que aún existe en la región, esta medida difícilmente acabará con el furtivismo, ya que sus precios nunca resultarán competitivos. Por la misma razón tampoco tendrán sentido las repoblaciones dentro Extremadura, mientras que el envío de individuos a otros puntos de la geografía ibérica podría acarrear más problemas genéticos que soluciones satisfactorias (Paulo, 2001).

La cría en cautividad de lagartos sólo serviría en definitiva para vender lagartos con papeles a tiendas de animales y restaurantes, y su fin último, por tanto, no sería la conservación sino el negocio (un negocio, por otra parte, dudoso ya que en el norte de Extremadura siempre resultará más barato un desplazamiento hasta la dehesa más cercana).

En definitiva, para una especie como el lagarto ocelado, con un área de distribución enorme en las que no faltan las zonas con densidades elevadas, las mejores medidas de conservación deben ir preferentemente dirigidas a la conservación de hábitats mediante medidas que mantengan o aumenten su diversidad estructural (Martín y López, 2002). En ese sentido, Galán (2003) sugiere algunas medidas simples encaminadas a la conservación de las poblaciones de lagartos ocelados del Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia, como el aclarado de matorral (especialmente de Ulex europaeus), el control de gatos silvestres y caseros, y la restauración de muros.

Grillet et al. (2010) han demostrado la utilidad para la conservación del lagarto ocelado de la construcción de refugios artificiales en caso de declive de las poblaciones de conejo.4

La preservación de los matorrales es crucial para la conservación del lagarto ocelado y otras especies de reptiles en los montados (Godinho et al., 2011).4

 

Referencias

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Jose Antonio Mateo
Centro de Recuperación del Lagarto Gigante de La Gomera
Apartado 7, 38870 Valle Gran Rey, La Gomera, Santa Cruz de Tenerife

Fecha de publicación: 22-09-2004

Otras contribuciones. 1: Alfredo Salvador. 5-12-2006; 2: Alfredo Salvador. 23-01-2008; 3. Alfredo Salvador. 5-08-2009; 4. Alfredo Salvador. 31-06-2011; 5. Alfredo Salvador. 26-06-2015

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