Tortuga lora - Lepidochelys kempii (Garman, 1880)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Kemp's Ridley, habitat, abundance, status, threats.

 

Hábitat

Las crías recién nacidas usan hábitats muy diferentes a los adultos. Tras la emergencia del nido, entran en el mar y se alejan rápidamente de la costa hasta llegar a mar abierto, donde permanecen en hábitats oceánicos hasta que crecen para volver a la costa, ya como juveniles con aproximadamente unos 20 cm de longitud recta de caparazón (Collard y Ogren, 1990).

Los juveniles y adultos de tortuga lora usan principalmente hábitats neríticos de baja profundidad, típicamente con fondos de fango o arena donde pueden encontrar sus presas. Dependiendo de su estrategia de apareamiento, los machos de tortuga lora ocupan diferentes áreas del Golfo de México y de ahí algunos migrarían anualmente entre las zonas de apareamiento y las de alimentación mientras que otros no migrarían y se aparearían con las hembras que se encuentran de manera oportunista en las zonas de alimentación. Por su lado, las hembras de tortuga lora han sido seguidas mediante telemetría hacia y desde las playas en México, observándose que abandonarían las zonas de nidificación y apareamiento y se dirigirían a las zonas de alimentación localizadas desde la península de Yucatán hasta el sur de Florida. Algunas hembras residen en una zona determinada durante meses, lo que sugirió a los científicos que las hembras tienen una migración orientada, opuesta a una migración más errática propuesta para la tortuga olivácea. Las tortugas loras rara vez se aventuran en aguas con profundidades mayores de 50 m siendo de las tortugas marinas que viven más cerca de la costa (Byles y Plotkin, 1994) y por lo tanto más susceptibles a interaccionar con las artes de pesca costeras.

 

Abundancia

Las agregaciones de hembras nidificantes en Rancho Nuevo, Tamaulipas, México fueron descubiertas en 1947 y mediante una filmación tomada por Andrés Herrera se pudo estimar una población de más de 40.000 hembras nidificantes (Carr, 1963; Hildebrand, 1963). Sin embargo, a mediados de los años 80 la misma población había disminuido drásticamente a menos de 800 nidos, correspondientes aproximadamente a 300 hembras nidificantes (basándose en una media estimada de 2,5 nidos por hembra y año), lo que supone un descenso del 99% de la población estimada en 1947 (National Marine Fisheries Serviceet al., 2011). En el periodo de 1988-2003 el número de nidos observados en Rancho Nuevo y en playas adyacentes fue recuperándose a un ritmo de un 15% anual (Heppellet al., 2005). En 2009, el número total de nidos registrados en Rancho Nuevo superaba los 20.000, lo que supone unas 8.000 hembras nidificando ese año. En Texas, entre 2002-2010, se registraron un total de 911 nidos frente a los 81 registrados en el periodo 1948-2001 como resultado de un proyecto de reintroducción de la especie en la zona aprovechándose del comportamiento de retorno de las tortugas a la playa de nacimiento (Fontaine y Shaver, 2005; Shaver, 2005; Shaver y Caillouet, 1998). Estimas poblacionales sugieren que en el 2015 se habrá llegado a las 10.000 hembras nidificantes, lo que supondría la recuperación de una cuarta parte de las abundancias históricas previas al descenso poblacional (Heppell et al., 2005) aunque otras estimas apuntan a que este hecho podría darse antes (National Marine Fisheries Serviceet al., 2011). Sin embargo, este crecimiento está artificialmente sustentado por una elevada supervivencia de los huevos debido a la traslocación de más de 14.500 nidos anuales a corrales para evitar la depredación. Así pues, las poblaciones nidificantes de tortuga lora se encuentran en la actualidad creciendo de manera exponencial, lo que sería indicativo de un incremento de la abundancia global de las poblaciones (National Marine Fisheries Serviceet al., 2011) aunque lejos todavía de los números históricos y dependiendo en gran medida de los esfuerzos de conservación que se realizan actualmente en las playas de puesta.

Esta especie es muy escasa en nuestras aguas con apenas 14 citas confirmadas de juveniles en el Mediterráneo o en el Atlántico español, 9 de ellas en la costas españolas. Aparte de estas citas, hay una cita anómala de tortuga verde en las Islas Columbretes en 1859 (Boscá, 1916; Pascual, 1985) por cuya descripción se deduce que podría tratarse de una tortuga lora, especie descrita apenas unos pocos años después (Garman, 1880). En cualquier caso, es notable el incremento de citas en la última década respecto a las del siglo XX. Este incremento puede estar asociado a un incremento de la capacidad de detección de la especie, bien por el incremento de centros de recuperación y de investigación de tortugas marinas en España (Carreras y Tomás, 2010), bien por tener estos una base de conocimientos para discernir entre especies mayor que en épocas pasadas (Insacco y Spadola, 2010; Tomás y Raga, 2007). Sin embargo, probablemente la causa principal de este aumento de citas se deba a la gran recuperación de la especie en sus playas de nidificación en los últimos años, del 1% de sus efectivos originales en la segunda mitad del siglo XX hasta el 25% en la actualidad (National Marine Fisheries Service et al., 2011), hecho que ya se ha visto en las costas Atlánticas del norte de Europa (Wittet al., 2007). Dada la distribución geográfica de la especie y los análisis realizados en algunos de los varamientos, estos individuos provienen del Atlántico occidental y entrarían en el Mediterráneo por el estrecho de Gibraltar.

 

Estatus de conservación

Categoría global IUCN (1996): en Peligro Crítico CR (Marine Turtle Specialist Group, 2012).

Categoría en España IUCN (2002): Datos Insuficientes DD (Camiñas, 2002).

Especie “en peligro crítico de extinción” según los criterios de la IUCN debido a la dramática reducción de sus poblaciones sufrida durante la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, el número de hembras nidificantes de tortuga lora se encuentra en estos momentos recuperándose de forma exponencial debido a los esfuerzos de conservación, por lo que se asume que la población en su conjunto lo está haciendo del mismo modo. Aunque la recuperación todavía no es completa, se empieza a plantear que podría ser rebajada de categoría a “en peligro de extinción” próximamente aunque su completa recuperación no se estima hasta pasado como mínimo el primer cuarto del siglo XXI (National Marine Fisheries Service et al., 2011). Sin embargo, este incremento se ve sostenido artificialmente por una serie de medidas de protección por lo que se recomienda su mantenimiento dada su eficacia probada (protección del hábitat de nidificación, protección de hembras y nidos en las playas de nidificación, mantenimiento o incremento de la producción de crías mediante relocación e incubación, mantenimiento del uso de TEDs en los barcos arrastreros y reducción de la mortalidad en redes agalleras, National Marine Fisheries Serviceet al., 2011). Además, el hecho de que gran parte de la población nidificante esté concentrada en una misma zona hace a la especie muy vulnerable en caso de producirse un evento catastrófico en esta zona, como pueda ser un vertido, o un evento natural como un huracán.

Debido a la escasez de citas de esta especie en las aguas españolas, no ha sido incluida en el “Libro Rojo de los Vertebrados de España”, ni en varios Libros Rojos de varias comunidades autónomas costeras, aunque sí ha sido incluida en el Atlas y Libro Rojo de los Anfibios y Reptiles de España (Camiñas, 2002).

 

Factores de amenaza

Como la mayoría de tortugas marinas, el impacto del hombre en las poblaciones de tortuga lora se hace patente en prácticamente todas las etapas de su vida y en todos los hábitats que visita. Sin embargo, el elevado estado de protección actual en las playas ha reducido drásticamente las amenazas antropogénicas típicas de las playas de nidificación, como el consumo de huevos, el uso de la playa o el tráfico de vehículos. Además, gran parte de los nidos son translocados a zonas seguras o cubiertos con corrales por lo que su depredación, tanto humana como de los animales asociados a su presencia, es prácticamente inexistente. Sin embargo, es difícil de evaluar cuál sería la situación sin estas elevadas y costosas medidas de protección de cara a una futura supervivencia de la especie sin necesitar de la sobreprotección humana.

Uno de los mayores elementos de riesgo de la especie consiste en el hecho de que la mayor parte de los individuos de la especie se concentran en una misma zona de nidificación, lo que hace a la especie extremadamente vulnerable a algún efecto catastrófico en esa zona, bien sea natural o causado por el hombre. Por ejemplo, en junio de 1979 una explosión en la plataforma de extracción de petróleo Itxoc I, provocó que se derramaran entre 10.000 y 15.000 barriles diarios durante meses. Este crudo llegó a las playas de Rancho Nuevo, aunque afortunadamente esta llegada se produjo cuando la temporada de nidificación había pasado y se pudo retirar a tiempo. En 1990, el petrolero Mega Borg sufrió un accidente eléctrico seguido de un incendio cerca de Galveston, en Texas derramando grandes cantidades de crudo en el mar. En la primavera del 2010 una explosión en la plataforma de extracción petrolífera Deepwater Horizon (DWH) provocó un vertido incontrolable de petróleo en el Caribe justo al inicio de la temporada de nidificación (Safina, 2011). Los resultados a corto plazo fueron un incremento exponencial de varamientos de tortugas marinas de diversas especies y otros animales (Antonioet al., 2011; Schenkman, 2010) mientras que los efectos a largo plazo son difíciles de calibrar (Safina, 2011).

Sin embargo el mayor factor de amenaza para la tortuga lora, y el que la ha llevado al borde de la extinción, es la pesca accidental. Los hábitos extremadamente costeros de esta especie, y su alimentación principalmente bentónica, la hacen especialmente sensible a artes de pesca diseñadas para capturar peces y camarones de fondos marinos someros (< 80 m). De hecho se estimó que la mortalidad causada sólo por el arrastre de camarón en el Caribe producía una mortalidad diez veces superior a la mortalidad causada por la combinación del resto de factores causados por el hombre (Magnuson et al., 1990) con un número de capturas entre 500 y 5.000 tortugas al año a finales del siglo XX.  Este tipo de artes tienen el agravante de que permanecen sumergidos durante cierto tiempo, por lo que las tortugas perecen de asfixia o sufren los severos efectos de la anoxia (Hoopeset al., 2000). El número de capturas ha descendido en las últimas décadas permitiendo así la recuperación en la especie propiciada por las medidas de protección en las playas de nidificación. Este hecho se ha producido en parte por el descenso de la actividad pesquera del camarón debido a varias razones como el incremento progresivo del coste de combustible, o la reducción de los precios de camarón debido a las importaciones o a la proliferación de camarones provenientes de la acuicultura (Caillouetet al., 2008). Además, en 1978 se empezó a desarrollar un mecanismo para que las tortugas quedaran excluidas al entrar en el arte de pesca al que se le llamó TED (Turtle Excluder Device) por sus siglas en inglés (Oravetz y Grant, 1986). Dicho mecanismo se fue perfeccionando hasta su plena implementación en 1990, primero de forma estacional, y luego de forma completa en 1994, con un nivel de exclusión de tortugas requerido por ley superior al 97% (Epperly, 2003). El uso de TEDs se estandarizó y se extendió, mediante la obligatoriedad de llevarlo en diversos artes de pesca, tanto en Estados Unidos, como posteriormente en México, junto con otras medidas como el acortamiento del tiempo de calado para minimizar el riesgo de ahogamiento de las tortugas capturadas. A menor escala, se ha detectado una interacción con otros artes de pesca, como redes de deriva, redes agalleras, arrastre de superficie, dragados para pesca de bivalvos, nansas, almadrabas, redes de cerco o diferentes tipos de palangre. Algunas de estas artes de pesca se usan también en aguas españolas y realizan un número importante de capturas de tortugas marinas (Calabuig y Liria-Loza, 2007; Calabuiget al., 2007; Carreras y Tomás, 2010), por lo que también afectarían a los individuos de tortuga lora que llegan a nuestras aguas, cosa que se demuestra en que la mayoría de individuos identificados en nuestras aguas provienen de una interacción con la pesca. En cualquier caso, y a pesar de las medidas de conservación tomadas en muchos casos, se sigue considerando la interacción con pesca como la mayor fuente de mortalidad de la especie (National Marine Fisheries Serviceet al., 2011)

 

Referencias

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Carlos Carreras
Depto. Biología Animal (Vertebrados), Facultad de Biología

Universidad de Barcelona, Av. Diagonal 643, 08028 Barcelona

Fecha de publicación: 12-07-2013

Carreras, C. (2013). Tortuga lora – Lepidochelys kempii. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Marco, A. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/