Tortuga carey - Eretmochelys imbricata (Linnaeus, 1766)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Hawksbill turtle, habitat, abundance, status, threats.

 

Hábitat

La tortuga carey utiliza hábitats terrestres (playas), mar abierto, aguas costeras y arrecifes según las diferentes fases de su ciclo vital (León y Diez, 1999).

Tras la eclosión, las tortugas recién nacidas reptan hacia el mar y nadan aguas adentro alejándose de la costa. Se sabe poco sobre esta fase inicial del ciclo de vida, que se supone pelágica. Posiblemente, los neonatos se dispersan y permanecen asociados a masas de restos flotantes en el mar, como por ejemplo sargazos (Bjorndal, 1997; Luschi, et al.,2003). Las crías de carey permanecen en esta fase pelágica hasta alcanzar una longitud recta de caparazón de entre 20–25 cm en la región del Caribe (Boulon, 1994), y de 30-35 cm en la región del Indo-Pacífico (Musick y Limpus, 1997). Después de esta fase epipelágica, los juveniles se establecen en áreas de alimentación bentónico-neríticas, conocidas como “hábitats de desarrollo” (Carr et al., 1978), generalmente arrecifes de coral y otros fondos duros, pastos marinos, lechos de algas, bahías de manglares y marismas, en los que permanecen sedentarios durante varios años hasta alcanzar la talla adulta (Musick y Limpus, 1997; van Dam y Diez, 1998b). Durante esta fase permanecen en un área de residencia limitada, por la que muestran una elevada fidelidad y, tal vez, compitiendo por el territorio con otras tortugas carey (Frazier y Salas, 1984; Chacón, 2004).

Los adultos se encuentran generalmente en arrecifes de coral y hábitats rocosos, aunque también se encuentran en praderas submarinas (Bjorndal y Bolten, 2010). Se han encontrado en el Pacífico tortugas careys adentrándose en estuarios con fondos blandos y ocupando manglares de agua salada (Gaos et al., 2012a1). En estos hábitat hacen buceos superficiales y raramente bajan de los 20 m (Gaos et al., 2012b1).

Una vez alcanzada la madurez sexual realizan migraciones entre las áreas de alimentación y las áreas de cría en intervalos de 2 a 4 años (Witzell, 1983; Troëng et al., 2005; van Dam et al., 2008). La cópula suele tener lugar en la superficie de aguas someras cercanas a las playas de anidación (Carr et al., 1978). Después del apareamiento, las hembras regresan a las áreas de puesta, se desplazan por la playa hasta localizar un lugar por encima del nivel de la marea alta adecuado para anidar. Las playas de anidación de carey suelen ser playas angostas en islas o litorales continentales con barreras de arrecifes bloqueando la vía de acceso desde el mar (Witzell, 1983). Las hembras de esta especie tienden a anidar entre la vegetación en la parte alta de la playa.

Estudios de genética de poblaciones a nivel mundial han demostrado que las hembras regresan a anidar a la playa en la que nacieron (Broderick y Moritz, 1996; Bowen y Karl, 1997; Bass, 1999). Durante el periodo de anidación se pueden encontrar machos cerca de las áreas de puesta, pero nunca emergen a las playas.

 

Figura 1. Juvenil de tortuga carey en un arrecife de corales y esponjas, hábitat típico de esta especie. Parque Nacional Jaragua (República Dominicana). © Y. León

 

Abundancia

La tortuga carey tiene una escasa presencia en aguas españolas. La información que se tiene de esta especie en nuestras costas procede de varamientos (ver apartado de Distribución), los cuales han estado relacionados con interacciones con actividades humanas (Camiñas, 2004). Se necesitan más observaciones en el mar para determinar la importancia de esta especie en aguas españolas.

Debido a su complejo ciclo de vida, el medio más usado para determinar el tamaño de una población de tortugas marinas son los datos obtenidos de las zonas de puesta (Gerrodette y Taylor, 1999). El tamaño de una población nidificante se estima mediante el recuento de nidos y el marcado y la recaptura de hembras para estimar el número de nidos por tortuga y por temporada (Tomás et al., 2010a y referencias incluidas). En ocasiones, dependiendo del esfuerzo de muestreo realizado, sólo se puede recabar información del número de nidos por playa. En estos casos, el número anual de hembras nidificantes se estima dividiendo el total de nidos por el número de puestas por tortuga por temporada (entre 3 y 5 nidos para la tortuga carey; Richardson et al., 1999). Éstos son los valores más frecuentes registrados en la literatura; sin embargo, se han llegado a citar hasta 7 nidos por tortuga y por temporada de puesta (Allen et al., 2010).

Estos métodos de estimación de abundancia presentan limitaciones, pues excluyen tanto a los machos, que no emergen en las playas de puesta, como a los juveniles. Un método más efectivo para estimar poblaciones de tortugas marinas en el mar es, por ejemplo, la realización de censos aéreos. Dichos muestreos han sido llevados a cabo para otras especies de tortugas marinas, tanto en el mar (Gómez de Segura et al., 2006) como en áreas de puesta (Witt et al., 2009). Pero la revisión realizada no nos ha permitido encontrar muestreos de este tipo realizados para estimar la abundancia de poblaciones de tortuga carey en el mar.

No es posible calcular con exactitud el tamaño absoluto de las poblaciones de tortuga carey a nivel mundial, pero se sabe que éstas están disminuyendo en muchas de las principales áreas de anidación en todo el mundo (Mortimer y Donelly, 2008). En el océano Índico, en Madagascar, las poblaciones están disminuyendo y el comercio de carey continúa hoy en día (Mortimer y Donelly, 2008). En las islas Seychelles, otra de las áreas importantes de puesta para esta especie, existen zonas protegidas en las que hay un aumento de las poblaciones (Allen et al., 2010) pero en otras playas la disminución continúa debido al consumo de huevos (Mortimer, 2004). En el Pacífico occidental, la información de la subpoblación de la Gran Barrera de Coral muestra una disminución anual de entre 3 y 4% de la población entre los años 1991-2005 (Limpus y Miller, 2008). En Baja California (México, Pacífico oriental) las poblaciones han disminuido significativamente (Seminoff et al., 2003). En la región del Caribe y Atlántico occidental la situación de esta especie es grave (McClenachan et al., 2006). La situación de otras poblaciones es crítica, como Jamaica y Granada (Meylan, 1999), República Dominicana (Tomás et al., 2010b), Nicaragua (Lagueux y Campbell, 2005), México (Abreu-Grobois et al., 2005), y Costa Rica (Tröeng et al., 2005), debido a la explotación por el uso del caparazón para producción de artesanía, el consumo de huevos o la destrucción de hábitats de puesta y de alimentación.

 

Estatus de conservación

Categoría global UICN (2008): En Peligro Crítico En A2bd (Mortimer y Donnelly, 2008).

Categoría UICN España (2004): No existen suficientes datos en la actualidad para su evaluación según los criterios UICN para el territorio español (Camiñas, 2004).

La especie figura en el anexo II del protocolo del “Convenio de Cartagena” sobre áreas especialmente protegidas y vida silvestre (Protocolo SPAW); en los apéndices I y II de la Convención sobre Especies Migratorias (CMS, Convención de Bonn) (Mortimer y Donnelly, 2008). También está incluida en el Protocolo sobre las zonas especialmente protegidas y la diversidad biológica en el Mediterráneo del denominado Convenio de Barcelona (Camiñas, 2004).

Una revisión sobre el estado mundial de las poblaciones de carey ha dado como resultado que las poblaciones de esta especie están disminuyendo en 56 de las 65 unidades geopolíticas de las que se dispone información (Mortimer y Donnelly, 2008). A pesar de que, actualmente, algunas poblaciones permanecen estables o incluso están incrementándose (Richardson et al., 2006; Diez y Van Dam, 2002a, ver apartado de Abundancia), otras, especialmente algunas de las más grandes, han seguido disminuyendo desde la última evaluación de la especie (Meylan y Donnelly, 1999) (Mortimer y Donnelly, 2008).

 

Factores de amenaza

La principal causa de la disminución de las poblaciones de tortuga carey a nivel mundial ha sido la explotación directa por parte del hombre. En los últimos cien años se han matado millones de tortugas carey para vender su caparazón, o productos derivados, en los mercados de Europa, Asia y América. Este comercio finalizó legalmente con la introducción de esta especie en la máxima categoría de peligro de la UICN en el año 1968 y en el apartado I del convenio CITES en 1977. Sin embargo, Japón, el principal consumidor de concha de carey, continuó importándola hasta el año 1992 (Mortimer y Donelly, 2008). El comercio interno de productos de tortuga carey sigue siendo un problema importante en muchos países y, a pesar de las prohibiciones nacionales e internacionales y la disminución del volumen de capturas en la última década, este comercio sigue siendo una amenaza constante (Fleming, 2001; Chacón, 2002; 2004; van Dijk y Shepherd, 2004; Bräutigam y Eckert, 2006, Tomás et al., 2010b)

La recolección de huevos para el consumo humano es común en muchas de las áreas de anidación de esta especie; en algunas regiones del sudeste asiático, esta recolección puede ser del 100 % de los huevos (Mortimer y Donelly, 2008). En estudios llevados a cabo en Nicaragua, el consumo fue del 75% de las nidadas (Lagueux y Campbell, 2005). En la República Dominicana se ha estimado una depredación entorno al 60% de los nidos (Revuelta et al., 2013). En muchos países se consume la carne de carey, por lo que se matan tanto ejemplares juveniles como individuos adultos. Ésta es una de las amenazas más severas, ya que se pueden eliminar individuos importantes para la población, bien sea porque son reproductores o porque representan un acervo genético relevante (Chacón, 2004).

La alteración y destrucción de los hábitats de anidación y alimentación es otra de las causas del declive de esta especie. Las áreas de anidación de tortuga carey se encuentran en playas tropicales, en las que la conversión de zonas costeras vírgenes en áreas turísticas de desarrollo urbano es un fenómeno frecuente. Esto provoca que las tortugas que acuden a anidar a esta playas se encuentren con barreras en el mar, paseos marítimos, luces y otras obstrucciones antropogénicas que les impiden acceder a las zonas altas de la playa y les disuaden de realizar sus puestas (Harewood y Horrocks, 2008). Debido a la preferencia que tienen algunas hembras de tortugas carey por anidar en la zona de vegetación de las playas, la eliminación de la vegetación natural a lo largo de la costa puede causar el aumento de la temperatura de incubación de los nidos y, como consecuencia, alterar la proporción natural de sexos de los neonatos (Kamel y Mrosovsky, 2006a) o incluso afectar a la supervivencia de los embriones. En áreas, como las costas occidentales del océano Indico, donde la tortuga carey puede anidar durante el día, la actividad humana en la costa y en aguas cercanas a la misma afecta seriamente al desove de las tortugas (Mortimer, 2004).

El desarrollo costero también afecta a la supervivencia de las crías de carey. Cuando éstas emergen del nido, se dirigen hacia el mar orientándose por el reflejo de la luna y las estrellas en las olas. La luz artificial puede provocar la desorientación de los neonatos, los cuales permanecerán más tiempo en la playa, o saldrán de ella por la dirección equivocada dirigiéndose hacia la fuente de luz más potente. Así, pueden agotarse, deshidratarse o ser atacados por depredadores terrestres (Harewood y Horrocks, 2008). Por otro lado, los arrecifes, hábitats de alimentación de esta especie, se encuentran entre los ecosistemas más amenazados del mundo (Wilkinson, 2000).

Las tortugas carey son particularmente susceptibles a enredarse en las redes de trasmallo y a ser capturadas en la pesca con anzuelos (Mortimer, 1998). En las aguas del norte de Australia, el 47% de todas las tortugas atrapadas en redes de pesca abandonadas y otros aparejos de pesca desechados procedentes de barcos de pesca son juveniles de tortuga carey (Kiessling, 2003; White, 2004). En aguas de Venezuela, de 66 tortugas capturadas en redes, 20 eran tortugas carey (Alio et al., 2010).

Teniendo en cuenta registros de varamientos, las tortugas carey, junto con las tortugas verdes, son más propensas a verse afectadas por el alquitrán y aceites que otras especies de tortugas marinas (George, 1997). Estas sustancias pueden ser ingeridas e interferir con la función intestinal causando serios problemas de toxicidad; también pueden adherirse externamente, disminuyendo la movilidad de las aletas y provocando necrosis y desprendimiento del tejido.

La tortuga carey está expuesta a contaminantes orgánicos e inorgánicos persistentes, como OCP, PCB, PAH y metales como Zn (Keller, 2013; Camacho et al., 2014)1.

En los últimos años se están realizando estudios sobre el efecto del cambio climático en las poblaciones de tortugas marinas (Glenn y Mrosovsky, 2004; Hawkes et al., 2007; Hamann et al., 20131). El aumento de huracanes y grandes tormentas puede provocar la pérdida de playas de anidación, lo cual afecta de manera específica a la tortuga carey dada su elevada afinidad por sus playas de puesta (Hawkes et al., 2009). Otra de las consecuencias del cambio climático es la decoloración masiva de los corales, con consecuencias permanentes en los hábitats locales (Sheppard, 2006).

 

Figura 2. Juvenil de tortuga carey ahogado por enmallamiento en redes artesanales. Parque Nacional Jaragua (R. Dominicana). © S. Aucoin

 

Figura 3. Productos de artesanía de concha de carey en una tienda para turistas en Santo Domingo (R. Dominicana) en 2006. © Y. León

 

Medidas de conservación

En algunas poblaciones de playas que llevan varios años protegidas, y en las que existen proyectos de conservación activos, parecen estar aumentando en número de hembras, como las poblaciones de isla  Mona (Puerto Rico) (Diez y van Dam, 2007), Antigua (Richardson et al., 2006) o Barbados (Beggs et al., 2007).

Desde el establecimiento en 1995 de un área de conservación en las islas Arnavon (Islas Salomón) en el océano Pacífico, una población sobrexplotada desde 1840 de la que a finales de los años 80 del siglo XX se enviaban cada año a Japón unos 4.000 caparazones, se ha duplicado la población reproductora (Hamilton et al., 2015)1.

 

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Ohiana Revuelta y Jesús Tomás
Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología evolutiva, Universidad de Valencia
 Apdo. 22085, 46071, Valencia

Fecha de publicación: 25-11-2010

Otras contribuciones: 1. Alfredo Salvador. 4-12-2015

Revuelta, O., Tomás, J. (2015). Tortuga carey – Eretmochelys imbricata. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Marco, A. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/