Tortuga boba - Caretta caretta (Linnaeus, 1758)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Loggerhead, habitat, abundance, status, threats.

 

Hábitat

Durante sus primeros años de vida llevan una vida oceánica. Inicialmente son transportadas por las corrientes oceánicas pero también se desplazan activamente orientándose mediante la detección del campo magnético de la tierra (Mansfield y Putman, 20132). Se han visto asociadas a masas de sargazos flotantes en el Atlántico Norte (Richardson y McGillivary, 2001), un tipo de hábitat que podría alcanzar tanto por las corrientes como por orientación activa (Mansfield y Putman, 20132).  

Se ha estimado en el noroeste del Atlántico que la duración mínima de la fase oceánica se extiende hasta los 7 años de edad y una longitud del caparazón de 46 cm. A continuación pasan a a ocupar la zona nerítica, cuya duración media es de 17 años en el noroeste del Atlántico, con una longitud del caparazón de 49-90 cm (Avens y Snover, 20132).

En las islas Baleares los individuos juveniles se encuentran tanto en la plataforma continental como en zonas pelágicas pero mostrando una clara preferencia por los hábitats pelágicos (Cardona et al., 2005). Este hecho se corroboró en la cuenca argelina estudiando 10 tortugas juveniles de entre 39 y 63 cm por telemetría por satélite. Durante varios meses se observó una clara selección de zonas pelágicas de gran profundidad, siendo menos frecuentes en áreas costeras (Revelles et al., 2007d).

Una vez alcanzan la etapa adulta, los individuos muestran una preferencia por hábitats costeros asociados a un cambio de alimentación (Schroeder et al., 2003). En las aguas españolas los individuos rara vez alcanzan tallas adultas, por lo que el uso de este tipo de hábitats es seguramente escaso y posiblemente reducido a zonas concretas con características idóneas, como el Delta del Ebro. Las hembras de tortugas bobas sólo salen a tierra a anidar. Los nidos los excavan en playas arenosas evitando con diferente éxito zonas inundables. Suelen anidar en zonas dunares con vegetación halófila y suelen evitar dunas móviles inestables. Los huevos se desarrollan enterrados en los sustratos arenosos a unos 40- 50 cm de profundidad. Tras la emergencia del nido los neonatos se desplazan sin descanso sobre la arena hasta alcanzar el mar. Los machos no retornarán a la playa nunca. Excepcionalmente se han observado juveniles en playas en un comportamiento aparente de termorregulación.

 

Abundancia

La tortuga boba es la especie de tortuga marina más común en el litoral español (Camiñas, 1996). Sin embargo, en el norte y noroeste es más abundante la tortuga laúd. Hasta 2013, en Galicia se han registrado 303 Dermochelys coriacea, 245 Caretta caretta, 12 Chelonia mydas, 3 Eretmochelys imbricata y 2 Lepidochelys kempii (López et al., 20142).

Aunque no hay una estima global de la abundancia de tortugas en todo el litoral español, mediante censos aéreos se ha estimado recientemente una población de unas 19.000 tortugas bobas en el litoral Valenciano y la zona de Columbretes (Gómezde-Segura et al., 2006). Aunque no se puede extrapolar este resultado a la totalidad del litoral español, sí que es indicativo de que esta abundancia puede rondar varias decenas de miles de individuos o incluso algún centenar de miles de individuos ya que esta zona supone aproximadamente la quinta parte del total de aguas españolas. Teniendo en cuenta que en el año 2000 se ha hecho una estima en el litoral mediterráneo español de unas 25.000 tortugas capturadas accidentalmente por actividades pesqueras (Camiñas y Valeiras, 2003) la abundancia de tortugas bobas en ese año es probablemente una cifra superior a la de individuos capturados. Sólo en el entorno de las islas Columbretes la tortuga boba es común durante todo el año y se ha estimado con censos aéreos una densidad de entre 0,2 y 0,52 tortugas por km2 y una abundancia total de unas 1.324 tortugas (rango = 825–2.124) (Gómez-de-Segura et al., 2003).

La abundancia de hembras adultas en las principales zonas de anidación de origen de las tortugas españolas se está reduciendo de forma severa en los últimos años. En Florida y durante los últimos 5 años se ha reducido en más de un 50% (Mast y Pritchard, 2006) lo que ha convertido a la tortuga boba en el Atlántico en una de las 10 metapoblaciones de tortugas bobas más amenazadas del mundo. En Cabo Verde la anidación ha colapsado en la mayoría de las islas donde hace décadas era muy abundante y en la única isla con anidación relevante en 2007 se ha cazado sólo en playas el 36 % de las hembras durante su anidación (Marco et al., 2008). En el Mediterráneo oriental la abundancia de hembras adultas parece estabilizado (Margaritoulis and Rees, 2001) pero en cifras muy bajas menores de 3.000 (Broderick et al, 2002). El número medio de nidos anuales en el Mediterráneo oriental sería de unos 5.600 (Margaritoulis et al., 2003).

 

Estatus de conservación

Categoría global UICN (1996): En Peligro EN A1abd (Marine Turtle Specialist Group (1996)2.

Categoría UICN España (2002): En Peligro EN A1abd (Camiñas, 2004).

En las últimas décadas se ha detectado un declive poblacional muy acusado en las principales zonas de anidación atlánticas (Florida y Cabo Verde) mientras que la población del Mediterráneo oriental parece estabilizada aunque en números muy bajos. Juveniles de los tres orígenes son frecuentes en el litoral español por lo que su conservación tiene una repercusión a gran escala y las amenazas que sufren aquí afectan a un gran número de poblaciones que pueden anidar en zonas muy distantes. La anidación en las playas españolas es escasa y aislada y hay información de anidación de esta especie desde el siglo XIX. Por consiguiente, la anidación también supone una prioridad de conservación de esta especie en España.

 

Factores de amenaza

La tortuga boba ha sido capturada para su consumo hasta fechas recientes en España (Mayol y Mas, 1983) y en el resto del Mediterráneo (Margaritoulis, 2007). En la actualidad, la captura accidental en artes de pesca tanto industriales como artesanales, la contaminación del mar, la colisión con embarcaciones o la ingestión de plásticos e hidrocarburos son sus principales amenazas en el mar.

La captura en artes de pesca representa una grave amenaza para la tortuga boba (Lewison et al., 20132). Desde los años 80 ya se identificó la pesca accidental como uno de los principales problemas de las tortugas bobas en el litoral español (Camiñas, 1988; Mayol et al., 1988).

La captura con palangre se produce fundamentalmente en los meses cálidos y durante el día (Camiñas et al., 2006; Báez et al., 20071). Entre un 10 y un 30 % de estas tortugas podrían morir. Se ha detectado que un mismo individuo puede reincidir en la ingestión de anzuelos y puede portarlos en su interior por periodos prolongados (Tomás et al., 2001b). A finales de los 90 se ha estimado una captura anual de unas 25.000 tortugas bobas juveniles por la pesca de palangre (Laurent et al., 2001). En todo el Mediterráneo se estima la captura por palangre de entre 60.000 y 80.000 tortugas bobas (Lewison et al., 2004).

Se ha estimado que anualmente mueren en la pesca con palangre de pescadores españoles el 8,5-10,1% de las aproximadamente 40.000 tortugas bobas que viven en el suroeste del Mediterráneo (Álvarez de Quevedo et al., 2013)2.

Durante el período 1993 a 2006 se registraron 619 tortugas marinas varadas en las costas de la comunidad valenciana, de las que el 98,1% eran tortugas bobas. La mayoría eran inmaduros y se observaron en verano, identificándose como causa principal de mortalidad la pesca en palangre de superficie (Tomás et al., 2008). 1 Las tortugas bobas varadas en las costas andaluzas tienen una talla menor que las capturadas en palangre de superficie (Bellido et al., 2007).1

La pesca de cerco, por redes de arrastre, enmalle de superficie o de deriva o por nasas para langostas y otros invertebrados también pueden ser causas muy importantes de mortalidad de tortugas en el Mediterráneo occidental (Camiñas, 1997; Laurent et al., 2001; Carreras et al., 2004). Aunque la tasa de captura por embarcación podría ser menor que con el palangre, el impacto total podría ser muy elevado debido al mayor número de embarcaciones que lo practican y a una mayor mortalidad por ahogamiento en estas últimas artes de pesca.

En el Mediterráneo occidental se ha estudiado la ingestión de basura por tortugas juveniles grandes y se ha observado que el 38 % de los individuos estudiados tenían plásticos en su sistema digestivo (Tomás et al., 2000). También se detectaron otro tipo de restos plásticos no naturales así como anzuelos y sedales de pesca que pueden causar lesiones y daños severos en las tortugas. La ingestión o impreganación con hidrocarburos y aceites industriales es también un problema serio tanto el el Mediterráneo como en el Atlántico (Dellinger, 2007; Margaritoulis, 2007). En aguas de Canarias se capturan todos los años para su recuperación un número importante de tortugas que han confundido estos contaminantes con comida o se han impregnado al subir a superficie a respirar o termoregularse (Calabuig y Liria-Loza, 2007).

La tortuga boba está expuesta a contaminantes orgánicos persistentes, como metales, PCB y OCP (Keller, 2013)2.

El 20% de las tortugas bobas varadas en Canarias entre 1998 y 2001 a las que se analizaron muestras de distintos tejidos presentaban niveles anormalmente altos de metales pesados. Esta acumulación de contaminantes pudo ser la causa de al menos tres muertes (Torrent et al., 2003). Fueron especialmente abundantes el arsénico y el plomo, ambos procedentes principalmente de vertidos industriales. Las concentraciones de plomo encontradas en recién nacidos en el Mediterráneo son elevadas y pueden causar efectos subclínicos. Las concentraciones de mercurio en hígado (2.41 μg/g peso seco) y de cadmio en el riñón (30.50 μg/l, dw) también son preocupantes (Godley et al., 1999; García-Fernández et al., 20091).

Se han detectado diferentes concentraciones de pesticidas como bifenilos policlorados (PCB) y organoclorados (OCP) en tejidos de tortugas bobas en el Mediterráneo (de 775 a 893 μg/kg ww) (Mckenzie et al., 1999) y de Canarias (Monagas et al., 20081; Oros et al., 20091; Camacho et al., 20132). La dieta omnivora oportunista puede influir en la mayor adquisición de contaminentes en comparación con otras tortugas marinas sintópicas.

Los traumatismos antropogénicos son también frecuentes (Calabuig y Liria -Loza, 2007). Se suelen deber a colisiones con embarcaciones, especialmente con sus hélices o cortes directos con machetes o instrumentos similares en playas de anidación o desde embarcaciones. En el Mediterráneo, con una gran actividad naútica de tipo turístico, pesquero o comercial, en torno al 9 % de las capturas de animales heridos o muertos tienen como causa la colisión con embarcaciones (Margaritoulis, 2007).

La anidación también está severamente amenazada por la captura de hembras durante la puesta o sus huevos para el consumo. Depredadores asociados al hombre como perros, cerdos o ratas pueden causar también severos daños en la anidación de la tortuga boba. La acumulación de contaminantes en huevos (Storelli et al., 1998; Alava et al., 2006) puede alterar el desarrollo embrionario, matar a los embriones o acumularse en las tortugas, comprometiendo su desarrollo futuro. La destrucción de playas, el uso excesivo, el tráfico rodado o la iluminación artificial pueden alterar la anidación, incubación o éxito de las crías (Kudo et al., 2003).

La producción de machos puede verse severamente comprometida en zonas importantes de anidación si se confirman las previsiones de calentamiento del clima (Godley et al., 2001; Abella et al., 2007a; Hawkes et al., 2007). Predicciones asociadas al calentamiento del clima como el aumento del nivel del mar, el incremento de la erosión de las playas o el incremento en la frecuencia e intensidad de grandes tormentas o mareas extremas pueden tambien afectar negativamente a la reproducción de las tortugas marinas (Hamann et al., 20132).

 

Referencias

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Adolfo Marco, Carlos Carreras, Elena Abella
Estación Biológica de Doñana, CSIC

Fecha de publicación: 24-06-2008

Otras contribuciones: 1. Alfredo Salvador. 23-07-2009; 2. Alfredo Salvador. 16-11-2015

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