Gato montés - Felis silvestris Schreber, 1777

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

Key words: Wildcat, description, size, sexual dimorphism, geographic variation.

 

Origen y evolución

El gato montés (Felis silvestris) es probablemente un descendiente directo del gato de Martelli (Felis lunensis), que se encontraba en Europa hace más de 1,6 millones de años, durante el Pleistoceno temprano (Kitchener, 1991, 1995). El gato montés aparece en el registro fósil de hace 250.000 años, procedente del periodo interglacial Holstein durante el Pleistoceno medio (Sommer y Benecke, 2006), y parece que era bastante más grande que los gatos actuales, habiendo reducido su tamaño con el tiempo (Kitchener, 1995). Es esta una especie de muy amplia distribución, pues se encuentra nada menos que en tres continentes: Europa, Africa y Asia (Sunquist y Sunquist, 2002). Parece que durante su evolución en Europa surgió un fenotipo “estepario” que abandonó el continente colonizando Oriente Medio, hace alrededor de 50.000 años (Yamaguchi et al., 2004a). Posteriormente, y según los mismos autores, este gato estepario se dispersaría hacia el este dando lugar a las actuales poblaciones asiáticas, y hacia el sur hasta colonizar casi toda África, en oleadas que acontecieron más recientemente, quizá hace tan sólo 10.000 años.

 

Descripción

El gato montés tiene la apariencia de un gato doméstico atigrado de tamaño grande, aunque con menos rayas y menos conspicuas que el doméstico (Stahl y Leger, 1992; Sunquist y Sunquist, 2002). Es un gato robusto, con patas relativamente cortas y una cabeza ancha, voluminosa. Destacan los bigotes densos y de apariencia caída, así como unas orejas bien distanciadas entre sí, que a veces también aparecen plegadas sobre la cabeza. El rostro es relativamente plano, y el hocico de color carne. El pelaje es en general pardo-grisáceo (variable según las condiciones climáticas, véase también Kitchener, 1991), con diversas rayas negras distribuídas por cabeza, cuello y extremidades. Una conspícua línea dorsal negra recorre la columna vertebral desde la zona cervical hasta la lumbar, acabando bruscamente antes del comienzo de la cola. Esta última es larga y ancha, acabada en una borla redonda y negra. La cola puede presentar de tres a cinco anillos negros, más o menos marcados.

A pesar de que los ejemplares melánicos son habituales en otras especies de félidos, son escasas y dudosas las citas de gatos monteses melánicos capturados en Europa (Kitchener, 1995; Nowell y Jackson, 1996), y parece que casi todos los gatos silvestres de color negro (como los gatos “Kellas” de Escocia, o los antiguamente pretendidos Felis daemon del Cáucaso) son individuos “híbridos”, es decir, con mayor o menor porcentaje de alelos de gato doméstico y gato montés, presentes en el genotipo por introgresión (Kitchener y Easterbee, 1992). Además de este carácter, otros aspectos del pelaje como la extensión de la línea dorsal o la distribución diferencial de rayas, puntos y manchas, así como la forma del extremo de la cola, pueden distinguir a los gatos monteses puros tanto de los domésticos como de aquellos individuos que presentan introgresión (Ragni y Possenti, 1996; Beaumont et al., 2001; Kitchener et al., 2005). Así por ejemplo, una línea dorsal que se continúa por la cola y un extremo puntiagudo de esta, en vez de redondeado, serían claros indicadores de la presencia de alelos procedentes de gato doméstico.

Cráneo

El cráneo del gato montés tiene la apariencia típica del cráneo de un felino: globoso, redondeado, de mandíbulas cortas y amplios arcos zigomáticos, que permiten una potente mordedura (Stahl y Leger, 1992; Kitchener, 1995). La fórmula dentaria del gato montés adulto es I: 3/3 C: 1/1 PM: 3/3 M: 1/1. El cráneo del gato montés europeo es algo más ancho en su parte anterior que el de los monteses africanos y asiáticos, los dientes son más pequeños que los que éstos presentan, y los huesos nasales tienen una forma ligeramente distinta (véase Yamaguchi et al., 2004a). La longitud total del cráneo puede variar entre 78,5 mm y 113 mm , con una media en los gatos europeos de alrededor de 96 mm (Stahl y Leger, 1992; Yamaguchi et al., 2004b). En la Península Ibérica , datos de 70 cráneos procedentes de la región sur arrojaron una media para la longitud total del cráneo de 96,61 mm para los machos, y de 90,25 mm en el caso de las hembras, con una media conjunta alrededor de 93,5 mm (Fernández et al., 1992). La capacidad craneana varía entre 31 cm3 y 52 cm3, siendo mayor que la del gato doméstico (entre 20 cm3 y 35 cm3).

Schauenberg (1969) calculó un índice craneal, dividiendo la longitud total del cráneo por la capacidad craneana, para poder distinguir entre cráneos de gatos monteses y domésticos: un cráneo con un índice mayor de 2,75 pertenecería a un gato doméstico. Sin embargo este índice no es capaz de discriminar los gatos “híbridos” (Kitchener y Easterbee, 1992), por lo que se han desarrollado otras técnicas diferentes que combinan un mayor número de variables distintivas existentes en la anatomía interna de los gatos (French et al., 1988; Daniels et al., 1998). Por ejemplo, las líneas de sutura de los huesos parietales del cráneo del gato montés son sinuosas, no así en el caso del gato doméstico; y la mandíbula del gato montés presenta un proceso angular desarrollado (que permite que las mandíbulas se sostengan sin caerse apoyadas sobre su zona posterior, al tener alineados todos los procesos), a diferencia del gato doméstico (Kitchener, 1995; Yamaguchi et al., 2004a,b). Otra diferencia interna interesante es la longitud del intestino, más corto en el caso del gato montés, variable que también ha permitido desarrollar técnicas discriminantes (Schauenberg, 1977; Daniels et al., 1998). Los gatos con mayor o menor grado de introgresión de alelos procedentes de gato doméstico presentan caracteres intermedios, esto es, distintas combinaciones de las variables distintivas. Por otra parte, y exceptuando las medidas corporales algo más pequeñas en el caso de las hembras (Fernández y de Lope, 1990; Kitchener, 1991), no se aprecia mayor dimorfismo sexual y los jóvenes gatos son muy parecidos a los adultos (Stahl y Leger, 1992). Lo mismo puede afirmarse del gato doméstico, cuya diferencia más notable respecto al montés desde el punto de vista de la morfología externa, es la reducción del tamaño y la mayor variabilidad en la coloración del pelaje, debido en gran medida a la selección artificial realizada por el ser humano a lo largo de los siglos (véase Kitchener, 1991).

 

Biometría

Comparado con otras especies de carnívoros, el gato montés es un depredador de tamaño medio. La longitud media para cabeza y cuerpo rondaría los 560 mm, con una cola algo mayor que la mitad de esa longitud, promediando alrededor de 310 mm (Kitchener, 1991). Para 24 gatos monteses de Navarra, Urra (2003) determinó que la longitud media de cabeza y cuerpo fue de 531 mm, mientras que la longitud media de la cola fue de 294 mm.

 

Masa corporal

La masa corporal varía en general entre los 2 kg y los 7 kg, presentando los machos una media de 5 kg y las hembras de 3,5 kg (Kitchener, 1991; Petrov, 1994). No obstante, se han registrado casos de individuos en Rumanía y la antigua Checoslovaquia que llegaron a pesar hasta 8 kg, lo que se considera como medidas excepcionales (Sunquist y Sunquist, 2002).

En la Península Ibérica, una muestra de 25 gatos monteses (heterogénea en sexo y clases de edad) estudiados en Navarra, arrojaron una masa corporal media de 3,36 kg, oscilando entre los 1,61 y los 6,5 kg (Urra, 2003). En una muestra de Sierra Morena y Montes de Toledo, la masa corporal media de los machos fue de 4,65 kg (n = 8) y el de las hembras 3,77 kg (n = 8) (García, 2004).

 

Variación geográfica

En 1775 el naturalista alemán Schreber describió por primera vez la especie a partir de ejemplares europeos, y posteriormente otros estudiosos comenzaron a describir también especímenes encontrados a lo largo y ancho de los tres continentes, considerándoles como especies distintas. Pocock (1951) fue el primero en unificar a muchas de esas supuestas especies utilizando fundamentalmente patrones de pelaje, considerando como subespecies a casi todas las anteriormente descritas y manteniendo como especies separadas a las formas europeas, africanas y domésticas, llegando a contabilizar un total de 40 subespecies. Más adelante se reorganizaría la clasificación, y las 40 subespecies de Pocock fueron reducidas a 21 (Guggisberg, 1975). Sin embargo, el propio Pocock ya reconocía que no existían diferencias claras y constantes entre las especies que él consideraba, y un poco más tarde Haltenorth (1953) comprobó que no existían diferencias significativas en las medidas del cráneo de gatos procedentes de lugares tan lejanos como el centro de Europa y África tropical. Así, este autor fue el primero en reunir a todas las subespecies de gatos monteses europeos, africanos y asiáticos en una sola especie politípica: Felis silvestris.

No obstante, se volvieron después a dividir en especies separadas por distintos autores. Parece que el hecho de que los gatos asiáticos tengan puntos negros en el pelaje y carezcan de rayas (Kitchener, 1991), la aparente existencia de saltos geográficos en la distribución de los gatos africanos y europeos (Smithers, 1983), la posibilidad de distinguir mediante índices morfológicos los gatos monteses europeos de los domésticos así como la elevada variabilidad física de los gatos africanos (Schauenberg, 1969, 1977), resultaron argumentos convincentes hasta hace poco para mantener la división específica desde un punto de vista taxonómico. Así, todas las subespecies presentes en el continente africano quedaron englobadas en la especie Felis lybica; los gatos asiáticos de piel punteada fueron considerados como Felis ornata; y como Felis silvestris quedaron solamente las subespecies europeas. De la misma manera, todas las variedades de gato doméstico del mundo se asignaron a la especie Felis catus.

Posteriormente, dos estudios realizados por investigadores italianos aportaron nuevos datos, parte de los cuales provenían por vez primera de la biología molecular. Por un lado, se analizaron nuevamente una serie de caracteres craneométricos, cuyos resultados indicaron la existencia de un gradiente continuo en la morfometría de gatos monteses europeos, africanos y domésticos, sin encontrar así ningún carácter cualitativo discriminante que apoye la distinción de especies (Ragni y Randi, 1986), en la misma línea por tanto que Haltenorth (1953). Por otro lado, los mismos autores estudiaron las relaciones filogenéticas y la variabilidad genética entre los diferentes grupos de gatos, a través de un análisis de aloenzimas (Randi y Ragni, 1991). La conclusión que obtuvieron fue que las distancias genéticas no eran lo suficientemente grandes como para poder considerar a los gatos monteses europeos y africanos como especies diferentes, habiendo divergido hacía tan sólo 20.000 años. Además, el gato doméstico se relacionó con el linaje del gato africano, del cual procedería a través de un proceso paulatino de domesticación.

Los resultados de estos dos trabajos, a los que se añadieron los derivados de un análisis comparativo del patrón de pelaje y el cálculo de distancias fenotípicas (Ragni y Possenti, 1996), parecen zanjar la cuestión taxonómica aportando fuertes y claros argumentos a favor de la existencia de la única especie politípica Felis silvestris, con una subespecie europea (F. s. silvestris), otra africana (F. s. lybica), otra asiática (F. s. ornata) y diversas formas domésticas (F. s. catus). Así es de hecho reconocido hoy en día por el Consejo de Europa, la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) y por la práctica totalidad de los investigadores (Stahl y Artois, 1991; Nowell y Jackson, 1996; Sunquist y Sunquist, 2002; Yamaguchi et al., 2004a,b; Driscoll et al., 2007).

A pesar de ello, sigue existiendo cierto grado de incertidumbre, cuando no de desorientación, entre los estudiosos del gato montés. Por ejemplo, Kitchener (1991) acepta que las formas europeas, africanas y asiáticas pertenezcan a la misma especie por los argumentos anteriores, pero mantiene al gato doméstico como especie diferenciada (véase también en Kitchener et al., 2005; es notable además que Nowell y Jackson (1996) mantienen el gato doméstico como especie distinta). Por otra parte, la consecuencia lógica de considerar a silvestris, lybica y ornata como subespecies es la desaparición como categoría taxonómica de las antiguas otras subespecies, ya que las supuestas diferencias que justificaron su existencia serían aún más difíciles de mantener cuando en realidad ni siquiera entre las antiguas especies se pudieron demostrar, lo que motivó la unificación en Felis silvestris. Sin embargo, mientras que Kitchener (1991) rechaza la existencia de la supuesta subespecie escocesa de gato montés (F. s. grampia), que sería de pelaje más oscuro que los ejemplares centroeuropeos, estando el propio autor de acuerdo después de un examen realizado por él mismo y de comprobar la variabilidad en el tono de cierto número de pieles, sin embargo más adelante afirma de nuevo la existencia de la subespecie (así como de otras subespecies europeas) sin mayor justificación (véase Kitchener, 1995; Kitchener et al., 2005).También una publicación reciente de un estudio realizado en los Emiratos Árabes Unidos sobre el uso del espacio de dos gatos monteses capturados y radiomarcados en la zona, emplea de la misma forma, como categoría taxonómica, la antigua denominación subespecífica de F. s. gordoni (Phelan y Sliwa, 2005), ignorando el debate taxonómico y las conclusiones a las que se ha llegado a nivel internacional. Aunque quizá lo más sorprendente sea que uno de los autores italianos que impulsó la unificación de la especie, E. Randi, acabe firmando un artículo reciente sobre dieta donde nuevamente se trata al gato doméstico como especie distinta del montés (véase Biró et al., 2005), de forma claramente incoherente con su propia propuesta original.

En el caso de la Península Ibérica ocurre también algo parecido. Cabrera (1914) propuso para España la existencia de dos subespecies, la subespecie europea en la porción septentrional del país (al norte de los ríos Duero y Ebro), y la subespecie ibérica (F. s. tartessia Miller, 1907; Localidad tipo: Coto Doñana) en el sur de la península. Esta subespecie se caracterizaría por ser de mayor tamaño que los ejemplares europeos, tan grandes incluso como sus antedecesores (Kitchener, 1995), y también de pelaje más oscuro (coincidiendo en esto por tanto con la subespecie escocesa). Pero al igual que ocurre con todas las antiguas subespecies, y a pesar de las observaciones de García-Perea et al. (1996), no existen pruebas objetivas y claras que se fundamenten en un tamaño de muestra suficiente para justificar la distinción taxonómica entre las poblaciones ibéricas. Además, el trabajo de Fernández et al. (1992) recoge el dato de que los cráneos de los gatos monteses procedentes de zonas habitadas por la supuesta subespecie ibérica tartessia eran en realidad un 5% más pequeños de media que los cráneos de los gatos centroeuropeos, lo que rechazaría la hipótesis de la existencia de la subespecie ibérica. Aún así, la idea perdura a pesar de tan contundente dato, hasta el punto de que el Atlas de Mamíferos Terrestres de España (Palomo y Gisbert, 2002), publicado por la Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos (SECEM), mantiene como válida para el gato montés (García-Perea, 2002) la propuesta original de Cabrera (1914).

Por otra parte, en el debate taxonómico sobre el gato montés resulta raro encontrar algún argumento de carácter básico o teórico que sería perfectamente aplicable, como por ejemplo la definición de “especie” que cada autor está utilizando (véase una revisión de los diferentes conceptos y sus problemas prácticos en Tinaut y Ruano, 2002). Así, si el que se utiliza es el concepto de “especie biológica” (Mayr, 1942), entonces hay que considerar la existencia o no de aislamiento reproductivo entre las distintas poblaciones, incluyendo criterios de fertilidad en la descendencia híbrida. Y en este sentido, si se considera que el cruce entre gato montés (de cualquier origen geográfico) y gato doméstico no solamente es posible, sino que además poblaciones enteras son capaces de recuperarse gracias a los descendientes “híbridos” (como las de Escocia o Hungría, véanse French et al., 1988; Easterbee et al., 1991; Pierpaoli et al., 2003), habría que concluir por lógica y según la definición, que dada la inexistencia de infertilidad y aislamiento reproductivo, no puede hablarse formalmente de distintas especies de gatos.

Parece por tanto, con la información disponible actualmente y utilizando los criterios más objetivos posibles, que lo lógico es aceptar la existencia de una única especie politípica (Haltenorth, 1953; Randi y Ragni, 1991; Stahl y Artois, 1991; Ragni y Possenti, 1996; Nowell y Jackson, 1996; Sunquist y Sunquist, 2002; Yamaguchi et al., 2004a,b) con las tres subespecies silvestres ornata, lybica y silvestris (y una doméstica, catus, diversificada en distintas variedades o razas por selección artificial), cuyo pelaje varía en longitud, densidad y tonalidad, simplemente en virtud de las distintas condiciones climáticas de cada región y sus diferentes presiones selectivas (Kitchener, 1991; Sunquist y Sunquist, 2002), sin presentar grandes diferencias entre sí.

Además, un estudio reciente basado en diferentes tipos de análisis genéticos (Driscoll et al., 2007), aporta pruebas de peso para reconocer también dos subespecies más: Felis silvestris cafra, que habitaría en África meridional y se diferenciaría así de F. s. lybica (quedando éste en el norte del Sáhara y Oriente Medio); y Felis silvestris bieti, el gato chino del desierto (de distribución restringida al borde nororiental de la meseta tibetana; Sunquist y Sunquist, 2002), que hasta ahora se consideraba una especie diferente (Felis bieti; Nowell y Jackson, 1996) pero de la que hacía tiempo se sospechaba que pertenecía en realidad al grupo silvestris (Sunquist y Sunquist, 2002), estando muy relacionado con el gato montés asiático como parece demostrar este trabajo. Los mismos autores parecen confirmar también que el gato habría sido domesticado en poblaciones de Oriente Próximo en coincidencia con el desarrollo de la agricultura.

 

Referencias

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Jorge Lozano
Dpto. Matemáticas, Física Aplicada y Ciencias de la Naturaleza. ESCET
Universidad Rey Juan Carlos. C/ Tulipán s/n. 28933 Móstoles, Madrid

Fecha de publicación: 10-07-2007

Otras contribuciones: 1. Alfredo Salvador. 29-05-2008

Lozano, J. (2017). Gato montés – Felis silvestris. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Barja, I. (Ed.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/

 

 

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