Alondra común - Alauda arvensis Linnaeus, 1758

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Skylark, interactions, predators, parasites.

 

Interacciones con otras especies

Durante la época invernal la alondra común posee un comportamiento típicamente gregario, formando grandes grupos e incluso compartiendo hábitat con otras especies que como ellas, son granívoras y se alimentan en el suelo (Suárez et al., 2009; Delgado et al., 2013). Durante el periodo invernal, Delgado et al. (2013) demostraron como la presencia cercana de otros ejemplares de alondra común o la proximidad de individuos de calandria común (Melanocorhypa calandra) tenían un efecto positivo sobre el tamaño de bando de la alondra común mayor que los factores ambientales, debido a la atracción intra e interespecífica. La formación de grandes bandos poliespecíficos durante el invierno puede conferir un gran número de ventajas a las aves que los componen, como aumentar la eficacia de búsqueda de alimento (menos abundante en invierno) o reducir el riesgo de ser depredado o facilitar la detección de un posible depredador (Cresswell, 1996; Sridhar et al., 2009).

Aunque de manera relativamente ocasional, la alondra común provoca ciertos daños en los campos de cereales. Desde mediados del siglo XIX ciertos autores han venido denunciado la destrucción de campos enteros (Smith, 1869 y Johns, 1862; en Donald, 2004a), si bien desde esa época  ya se conocía la buena labor de estas aves, al actuar como insecticidas naturales. Las ocasiones en que las alondras han producido severos daños sobre los cambos, han venido precedidas de inviernos extremadamente crudos. Se conoce la invasión de campos de remolacha para alimentarse de sus cotiledones (Edgar e Isaacson, 1974; Green, 1980), de campos de lechugas (Edgar e Isaacson, 1974), pastizales (60 % de su dieta en Irak) y diversos cereales (Halse y Trevenen, 1985).

 

Parasitismo de nido

En el caso de los aláudidos, únicamente se conoce nidoparasitismo natural de terrera marismeña (Callandrella rufescens) en nidos de terrera común (Callandrella brachydactyla) y de cogujada montesina (Galerida theklae) y bisbita campestre (Anthus campestris) sobre nidos de bisbita campestre (Yanes et al., 1996). Este nidoparasitismo puede deberse a las elevadas tasas de depredación de los nidos de estas especies en la fase de puesta. En ocasiones la hembra pone un último huevo tras el suceso de depredación, en depresiones o nidos sin apenas construir; realizados rápidamente y en ocasiones a menos de 20 metros del nido original. Por ello, algunas hembras pueden ocasionalmente depositar estos huevos en nidos de la misma o similar especie (Yanes et al., 1996). Por ejemplo, en estorninos pintos (Sturnus vulgaris) se ha visto como la mayoría de hembras que habían sufrido depredación de huevos, durante la fase de puesta, siguieron poniendo huevos en nidos de otras hembras (Feare, 1991). En un estudio realizado sobre los distintos aláudidos ibéricos en el que se manipularon los nidos encontrados, solo el 9,4% de los huevos introducidos fueron rechazados (n = 107 huevos), bien al empujarlos fuera o al abandonar la puesta por completo, mientras que el 100% de los pollos introducidos (N= 6), pese a ser de diferentes especies, fueron aceptados por los parentales, entre ellos uno de bisbita campestre en un nido de alondra común, al igual que un huevo de alondra fue aceptado en un nido de bisbita campestre (Yanes et al., 1996). La morfología del pico de la alondra común no permite la extracción de huevos por parte de la hembra en caso de ser parasitada (Brown y Brown, 1989; Lombardo, 1989; Yanes, 1999), aunque dado que la tasa de puesta se reduce a un huevo por día, ha de ser fácil la detección de nuevos huevos. Hay dos posibles teorías para explicar por qué el nidoparasitismo no está más extendido entre los aláudidos ibéricos, pese a que la práctica totalidad de los huevos introducidos en nidos de otras especies salen adelante. Dado que la mayoría de los nidos son depredados durante la noche, la primera teoría sostiene que la hembra no se percata de dicho evento hasta su llegada al nido en las primeras horas del día, con el huevo ya formado en su interior y un elevado nivel de estrés. Por ello, posee poco tiempo para buscar un nuevo nido sobre el que realizar la puesta (Yanes et al., 1996). La segunda teoría se basa en la escasez de árboles y matorrales típica de  los medios esteparios. La ausencia de éstos, no permite a las aves usarlos como posadero desde donde divisar posibles nidos a parasitar (Emlen y Wrege, 1986; Álvarez, 1993).

Respecto al cuco (Cuculus canorus), la alondra común no parece presentar ningún comportamiento para discriminar sus huevos, debido a la falta de habilidad para reconocerlos (Antonov et al., 2010). Tampoco manifiesta respuesta de rechazo, ni variación en el comportamiento, ante huevos añadidos experimentalmente (tanto miméticos como no miméticos), independientemente de que fueran añadidos antes o después de terminar la puesta (Antonov et al., 2010).

 

Depredadores

Según el Skylark Research Project llevado a cabo en Inglaterra (Donald et al., 2002), el 77% de los nidos fallaron debido a casos de depredación, valores similares a los encontrados por Weibel (1999; 71%) y por Delius (1965; 90%) en Suiza, o por Suárez et al. en la península Ibérica (1993; 68%). Estas elevadas tasas de depredación cercanas al 80%, se han detectado en numerosas especies de medios abiertos, tanto en paseriformes (Suárez y Manrique, 1992; Herranz et al., 1994; Yanes et al., 1996), como en no paseriformes como el alcaraván (Burhinus oedicnemus; Barros, 1995) o la ganga ortega (Pterocles orientalis; Herranz y Suárez, 1999).

Los erizos (Erinaceus europaeus), gatos (Felis catus), zorros (Vulpes vulpes), ratas (Rattus sp.), diferentes mustélidos, córvidos y serpientes son los principales depredadores de nidos de la especie; mientras que cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), aguilucho cenizo (Circus pygargus), lagunero (C. aeruginosus), pálido (C. cyaneus), halcón de Eleonora (Falco eleonorae), águila real (Aquila chrysaetos), alcaudón real (Lanius meridionalis) y aguililla calzada (Hieraaetus pennatus) han sido citados como depredadores de ejemplares adultos o juveniles (Ratcliffe, 1980; Cramp, 1988; Clarke et al., 1997; Hedenström y Rosen, 2001; Hromada et al., 2002; Donald, 2004a; Suárez et al., 2009). Según Simms (1992) habría que sumar como depredadores, fundamentalmente de aves adultas o volantones, a la lechuza común (Tyto alba), búho chico y real (Asio otus y Bubo bubo), halcón peregrino (Falco peregrinus), esmerejón (Falco columbarius), alcotán (Falco subbuteo), azor (Accipiter gentilis), gavilán (Accipiter nisus), busardo ratonero (Buteo buteo) y milano real (Milvus milvus). En el caso concreto de Australia, sus dos principales depredadores son la urraca australiana (Gymnorhina tibicen) y el aguilucho australiano (Circus approximans; Thomsen, 2002).

Entre todos ellos el esmerejón parece el más especializado en la caza de la alondra (12 % de intentos exitosos, frente al 3% de los gavilanes o el 0% del peregrino, según Creswell, 1994, 1996). Esta relación entre el esmerejón y la alondra común es muy estrecha, hasta el punto de que las alondras ante un ataque de esmerejón comienzan a cantar con el fin de demostrar su elevada condición física, siendo menos capturadas que las que únicamente se limitan a huir (Creswell, 1994; 1996). A pesar de que el esmerejón, parece ser el depredador más especializado la alondra común llega a formar gran parte de la dieta de innumerables depredadores, cuyo porcentaje en biomasa llega a alcanzar el 80 % para el caso del gavilán y del 25% en el caso del alcotán (Cramp, 1980). En el caso concreto del cernícalo vulgar, la alondra compone el 5,5 % del número total de presas capturadas, de las cuales el 78,1 % de las alondras comunes eran volantones y únicamente el 21,9 % adultos, lo que pone de manifiesto la potente selección de presa del cernícalo vulgar (Martínez-Padilla y Fargallo, 2008).

En España se conocen los siguientes depredadores: Elanio azul (Elanus caeruleus) (Heredia Armada, 1983), aguililla calzada (Hieraaetus pennatus) (3 alondras entre 850 aves) (García-Dios, 2006), cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) (Martínez-Padilla, 2012) y halcón peregrino (Falco peregrinus) (Zuberogoitia, 2012).

Se ha estimado una tasa de depredación del 78,2% de los nidos en Soria (Suárez et al., 1993) y del 67,9% de los nidos en España (Yanes, 1999). Los nidos fueron depredados en Soria por perros, zorros, lirón careto (Eliomys quercinus), lagarto ocelado (Timon lepidus) y víbora hocicuda (Vipera latastei) (Suárez et al., 1993). Suárez et al. (1993) encontraron una relación negativa entre la supervivencia diaria y el número de zorros y de perros asilvestrados.

El zorro parece ser el depredador más importante en Polonia (Tryjanowsky, 2002a), mientras en Alemania son el jabalí (Sus scrofa), el zorro y el tejón (Meles meles; Jeromin, 2002). Jenny (1990a) ha demostrado como en una granja el 80% de los nidos se destruyeron durante la cosecha, mientras que los pocos nidos que sobrevivieron a la siega, sufrieron una tasa de depredación mayor, dada la escasa altitud del cereal circundante, que favorecía dicha depredación. En el sureste inglés se ha demostrado cómo apenas un 25% de los nidos perduran lo suficiente como para que un pollo logre abandonar el nido (Donald et al., 2002), siendo valores similares los obtenidos en innumerables estudios (Chamberlain y Crick, 1999; Weibel, 1999; Stöcli, 2002; Jeromin, 2002). En estas tasas también influye el tipo de cereal. Así por ejemplo, en una misma explotación agraria el porcentaje de éxito de los nidos que lograron llegar hasta el momento en el cual al menos un pollo podía abandonar el nido, fue del 38% en cultivos de cereal y del 22% en barbechos (Donald et al., 2002), a pesar de que el barbecho es el principal tipo de hábitat elegido para la reproducción.

Ciertos investigadores creen que las elevadas tasas de depredación a las que se enfrenta la especie es debido al incremento de las poblaciones de ciertos depredadores, como el gavilán, la urraca y ciertos mamíferos, aunque numerosos trabajos no han encontrado relación entre estos parámetros (Newton et al., 1997; Thomson et al., 1998; Wolfenden y Peach, 2001). Por ejemplo, Chamberlain y Crick (1999) examinaron fichas nido de la alondra común recopiladas entre 1950 y 1995 en el Reino Unido, comprobando que las tasas de depredación recientes fueron incluso menores que las sufridas en los años 50, por lo que la tasa de depredación en nido ha disminuido a la par que ha decrecido la población mundial de alondra común, poniendo de manifiesto que el incremento de depredadores no es válido para explicar el declive generalizado de la especie. No obstante, durante el Skylark Research Project (Donald et al., 2002) se estudió el efecto de los depredadores a través de su control en 20 granjas contiguas, tomándose los valores iniciales de depredación durante un primer año sin gestión, y tras un segundo y tercer año, en los que se gestionó la presencia de depredadores en un 50 y el 100% de las granjas, respectivamente, viendo como ante la ausencia de control el 85% de los nidos eran depredados, valores que se reducían a un 75% tras gestionar la mitad de la superficie y a un 60% al gestionar el 100% el área seleccionada, viéndose además un cambio en las fechas de la reproducción, al acabar significativamente antes dicho periodo, lo que se achaca a que ante una menor tasa de depredación, las alondras no requieran estirar su ciclo reproductor para reponer sus puestas. No obstante, en un estudio realizado en el sur de Escocia durante un periodo de 8 años, se observó como el incremento en las poblaciones de aguilucho cenizo, halcón peregrino y de esmerejón, hicieron disminuir significativamente los efectivos de alondra común, ya que los niveles de predación aumentaron en gran medida, hasta reducir la población en un 34% (Amar et al., 2008). Así mismo, se ha visto como los gavilanes son muy sensibles a los cambios en las abundancias tanto de las alondras como de los zorzales, sus dos principales presas, lo que señala cierto tipo de relación entre ambas especies (Millon et al., 2009).

En España, Suárez et al. (1993) encontraron una relación entre la declaración de ciertas áreas protegidas (Reserva Ornitológica de las Amoladeras, Almería) y el número de nidos depredados de otras especies de alaúdidos, dado que al crearse la zona protegida y prohibirse la caza, el número de conejos (Oryctolagus cuniculus) y con ello el de depredadores, creció enormemente, lo que propició un aumento en el número de nidos depredados, en su mayoría debido a casos de depredación incidental mientras los perros y zorros buscaban otras presas. Estas tasas de depredación tienden a ser mayores en las zonas de hierbas y de bordes (Morrins y Gilroy, 2008).

Las estepas al ser ecosistemas simples, son propensas a sufrir elevadas tasas de depredación, ya que esta simplicidad estructural se traduce en una mayor detectabilidad de los nidos por los depredadores, debido a una mayor facilidad para observar el comportamiento de los parentales o nido (Erikstad et al., 1982), habiéndose comprobado como el incremento de la complejidad de los medios abiertos, aunque sea a través de linderos, setos y árboles, se traduce en una menor depredación (Green, 1984; Mankin y Warner, 1992; Yanes, 1999).

 

Parásitos y patógenos

En una muestra de 30 alondras se encontraron múltiples parásitos del género Plasmodium, con baja prevalencia y diversidad intraespecífica alta (14 especies) Cinco especies fueron morfológicamente indistinguibles de los encontrados en urracas (Pica pica) de París: Plasmodium dorsti, P. bioccai, P. ghadiriani, P. dherteae y P. relictum quentini. Así mismo, se encontraron dos especies ya descritas en otras aves (P. rouxi y P. hexamerium). Otra de las especies encontradas fue Plasmodium alaudae. Lo más llamativo de dicho estudio, fue la descripción de cinco nuevas especies P. reniai, P. coluzzii, P. caloti, P. ginsburgi y P. jeanriouxi (Paperna et al., 2008; Chavatte et al., 2009).

En España se cita el cestodo Anonchotaenia globata (Illescas Gómez y López Román, 1978).

Se ha citado Brueelia parviguttata (Phthiraptera Ischnocera) (Martín Mateo, 2009)1.

El número de microbios presentes en las alondras puede variar en función del hábitat en el que se encuentren. Horrocks et al.(2012) encontraron una mayor densidad de microbios en aquellas especies de alondras típicas de medios desérticos, frente a una menor proporción de los mismos en alondras típicas de zonas templadas, como por ejemplo, la alondra común. Esto puede deberse a la mayor concentración de microbios transportados por el aire que se encontraron en las zonas desérticas (Horrocks et al., 2012). En cuanto a la alondra común, la concentración de haptoglobina y la presencia de anticuerpos naturales fueron similares a las encontradas en las otras alondras consideradas en dicho estudio. Sin embargo, la respuesta microbicida de la sangre de alondra común, tras incubar sus muestras y calcular la proporción de microbios muertos, puede considerarse como elevada al encontrarse, en promedio, por encima al resto de las especies, pudiéndolo que puede interpretarse como una mayor inversión inmunológica (Horrocks et al., 2012).

 

Referencias

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 Cristian Pérez Granados
Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio Ramón Margalef
Departamento de Ecología. Universidad de Alicante

 Eva Serrano Davies
Facultad de Medio Ambiente. Universidad de Castilla-La Mancha. Campus de Toledo

Israel Hervás Bengochea y Jesús Herranz Barrera
Departamento de Ecología. Facultad de Ciencias. Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de publicación: 21-10-2014

Otras contribuciones: 1. Alfredo Salvador. 8-03-2016

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