Curruca cabecinegra - Sylvia melanocephala (Gmelin, 1789)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Sardinian Warbler, habitat, abundance, status, threats.

 

Hábitat

S. melanocephala probablemente sea una de las currucas mediterráneas más generalistas, pues se halla presente en todo tipo de hábitats a bajas altitudes y llega a alcanzar 1.200 m – 1.300 m en la mayoría de su área de distribución y hasta 1800 m en el noroeste de África. Requiere clima mediterráneo cálido con inviernos templados. Le favorecen los matorrales densos, pero utiliza una amplia variedad de hábitats, desde la garriga baja, semiabierta y degradada, pasando por todo tipo de maquis, hasta bosques abiertos con abundante sotobosque, enebrales, tarajales, olivares, plantaciones de cítricos, viñedos y, localmente, jardines suburbanos y parques. Es particularmente abundante en maquis con escasos árboles. Puede recolonizar hábitats quemados a partir del segundo año desde el incendio (Shirihai et al., 2001; Aymí y Gargallo, 2016). Ocupa tres tipos de hábitats desérticos en el Sahara occidental: vegetación de Euphorbia y Opuntia; rodales de tarajes Tamarix y Nitrata alternantes con Salicornia y, finalmente, “graras”, que podría definirse como un conjunto de círculos concéntricos formados por Euphorbia, Salsola, Rhus y, en el centro, hierba. Durante el invierno, en áreas de Marruecos, Mauritania, Senegal y Sudán, donde no se reproduce, se presenta en matorrales desérticos, jardines, tarajales y bordes de pastizales de mangrovias y Acacia; es el segundo paseriforme más abundante en algunas zonas de Argelia y se ve a menudo en bosques de Acacia y matorrales de Zilla spinosa; en Túnez es muy abundante en el norte y centro del país, con altas densidades en olivares silvestres y lentiscares y en maquis de encinas y Tetraclinis (Aymí y Gargallo, 2016).

 

Figura 1. Matorral mediterráneo. Sierra de Cabrera, Almería. (C) R. J. Aparicio

 

En general, en nuestro país se muestra menos selectiva en relación al hábitat fuera de la época de cría. Por ejemplo, en el Hondo, Alicante, es una especie de matorral que ocupa principalmente el carrizal-saladar, aunque expande su nicho a zonas de carrizal intermedio, llegando, en invierno, a invadir el carrizal denso (García Peiró, 2010).

Su hábitat típico de nidificación en la España peninsular es el matorral mediterráneo frondoso y relativamente alto (figura 1), así como los carrascales (figura 2), alcornocales (figura 3) y pinares mediterráneos, siempre que exista abundante sotobosque (Pérez de Ana, 1997). Además, es común en el matorral de orla forestal, zarzales y malezas, huertos, parques y jardines, riberas de cursos fluviales, frutales de secano (olivos, almendros y algarrobos), cultivos de cítricos (figura 4) e, incluso, en el medio suburbano. En Mallorca y, en general, en todo Baleares, es uno de los pájaros más comunes. Se la encuentra en casi cualquier lugar, desde arbustos diseminados en la cumbre de las montañas, en inaccesibles acantilados, huertos, jardines, bosques; hasta en los pequeños jardines de las ciudades (Noval, 1975). En Canarias también manifiesta predilección por las áreas arbustivas, pero como señalan Martín y Lorenzo (2001) y Trujillo (2007), su hábitat natural en el pasado debió ser el bosque termófilo; tras la intervención humana, las cabecinegras ampliaron su distribución por las áreas de cultivos de medianías y algunas zonas más xéricas. De forma general es bastante común en el fayal-brezal más termófilo y menos desarrollado, destacando la preferencia que muestra por los tarajales en Gran Canaria y Fuerteventura.

Las preferencias invernales en España coinciden, en gran manera, con las de la época de cría. En el piso termomediterráneo selecciona positivamente cultivos arbóreos, áreas de matorral, mosaicos agropecuarios muy fragmentados y, en menor medida, pinares. Por su parte, en el mesomediterráneo selecciona positivamente encinares, alcornocales y matorrales y, en menor medida, áreas periurbanas (Calmaestra, 2012). En invierno su abundancia se ajusta a los patrones espacio-temporales de disponibilidad de frutos en bosques y matorrales mediterráneos del sur peninsular (Tellería et al., 2008).

 

Figura 2. Carrascal-quejigal. Dehesa de Arganda, Madrid. (C) R. J. Aparicio

 

El análisis realizado por Carrascal et al. (2005) sobre las variables más destacadas que explican su distribución en la época reproductora, muestra que, si bien esta especie tiene una amplia valencia ecológica en su distribución a gran escala en la Península Ibérica, también es posible destacar que: 1) tiene marcadas preferencias por las zonas más térmicas; es decir, con mayor insolación y mayor temperatura, así como con menor extensión de bosques de coníferas, 2) su rango altitudinal apenas rebasa los 1.500 m, siendo más frecuente entre el nivel del mar y los 500 m y 3) sus hábitats preferidos son los medios arbustivos y las formaciones arboladas, tanto densas como abiertas. Para un mayor detalle, véanse los datos de la curruca cabecinegra en el Atlas virtual de las aves terrestres de España (Carrascal et al., 2005).

 

Abundancia

Abundancia primaveral

En general, las densidades de S. melanocephala son superiores a las de otras currucas, pero existe gran variabilidad. Fuera de nuestras fronteras, se han estimado unas densidades medias en el sur de Francia de 3,5 parejas/10 ha, alcanzando 7,5-9,3 parejas/10 ha en hábitat favorable (Shirihai et al., 2001). En la Camarga, también en el sur de Francia, la media fue algo menor, 1,2 parejas/10 ha, mientras que en Gibraltar se obtuvieron unas densidades de 0,1 parejas/10 ha en maquis alto y 0,3 parejas/10 ha en garriga (Cramp, 1992). Según los datos recopilados por Cramp (1992), las densidades medias obtenidas en las islas suele ser superiores a las del continente: en Mallorca hasta 30-40 parejas/km2 en hábitat favorable; en Cerdeña, 78 parejas/km2; en Córcega hasta 35,6 parejas/km2 en maquis alto; en Malta, 30 parejas/km2 y, finalmente, algo más baja en Tenerife, 8-12 parejas/km2. En Marruecos, sin embargo, la densidad varía desde las 8 parejas/km2 en bosque, hasta las 40 parejas/km2 en maquis.

 

Figura 3. Alcornocal. Parque Natural de Cornalvo, Badajoz. (C) R. J. Aparicio

 

Figura 4. Cultivo de cítricos. Sierra de Mondúver, Valencia. (C) R. J. Aparicio

 

Sus mayores abundancias durante la cría en la Península se registran en pinares de pino piñonero, jarales y coscojares, siendo la densidad media de estos hábitats de 15,3 aves/10 ha (Arce y Pons, 2003). En Cataluña se han estimado densidades medias de 41,5 parejas/km2 en mosaicos mediterráneos secos, 45,7 parejas/km2 en pinares mediterráneos y 49,4 parejas/km2 en garrigas (Herrando y Bas, 2004). En Baleares se ha estimado su densidad entre 7,3-11,3 aves/10 ha. en un mosaico de pinos de Alepo, lentiscos y arbustos de la isla de Mallorca (Schaefer y Barkow, 2004). Sunyer (2008) ha estimado una densidad de 20 parejas /10 ha en Sineu (Mallorca). Las densidades máximas obtenidas en Canarias oscilan entre 5,2 aves/10 ha en Tenerife y 8,0 en La Palma (Trujillo, 2007).

En el conjunto de la España peninsular, las mayores densidades obtenidas en el programa SACRE (Carrascal y Palomino, 2008) se registraron en el piso termomediterráneo: pinares (145 aves/km2), matorrales (139 aves/km2), mosaicos agrarios (87 aves/km2) y cultivos de frutales (76 aves/km2). Fuera de este piso, solo destacan los olivares mesomediterráneos (64 aves/km2).

 

Figura 5. Parque suburbano. Barrio de Valdebernardo, Madrid. © R. J. Aparicio

 

A escala regional se han detallado sus preferencias de hábitat en la comunidad de Madrid. Durante la cría ocupa manchas arbustivas densas de mediano porte. Aparece también en parques (figura 5) y jardines, pero evita la alta montaña y las zonas totalmente deforestadas (Díaz et al., 1994). Las densidades máximas (Carrascal, 2004) las alcanza en los coscojares (hábitat principal, 11,3 aves/10 ha) y los olivares (hábitat secundario, 3,5 aves/10 ha).

También existe información sobre su densidad poblacional en otras zonas de España. En época de cría, en el macizo de Montgrí, Girona (Bas et al., 2005) se han estimado 7,3 parejas/10 ha en coscojar; en las dehesas de encinas con matorral de Cáceres (Pulido y Díaz, 1992), 4,0 aves/10 ha y, finalmente, en la vertiente sur de la Sierra de Gredos (Sánchez, 1991), 3,2 aves/10 ha en encinares; 0,7 en regadíos; 5,7 en olivares; 2,0 en robledales y 3,3 en pinares de P.pinaster.

En zonas montañosas de Alicante se han estimado densidades medias de 44,9 parejas/ km2 y densidades máximas de 103-198 parejas/km2 (Sala Bernabeu, 2015.

En Canarias la densidad reproductora es muy variable. En Tenerife (Carrascal y Palomino, 2005) se obtuvieron los valores máximos en el tabaibal-cardonal (2,4 aves/10 ha.), los barrancos con matorrales (2,1), los mosaicos de cultivos (2,1) y los matorrales (1,8). En La Palma (Carrascal et al., 2008) sobresalen el tabaibal (48,6 aves/km2) y los diferentes matorrales de medianías (11,6-21,9 aves/km2). Finalmente, en Gran Canaria los valores obtenidos (IPA) oscilaron entre 0,1 en los restos de monteverde y 1,4 en los tarajales (Trujillo, 2007).

Abundancia invernal

En invierno, sus densidades más elevadas corresponden a mosaicos agropecuarios (100 aves/km2). También resultan elevadas las densidades obtenidas en matorrales (35-40 aves/km2) y en medios arbolados (20-30 aves/km2), entre los que se incluyen encinares, pinares y cultivos (Calmaestra, 2012).

Fuera de la época reproductora su distribución presenta escasa diferencia con la cría, por lo que es relativamente común en los olivares y, algo menos, en los matorrales (Carbonell, 2002). Carrascal el al. (2003) han sintetizado las variables más determinantes en su distribución invernal en la comunidad de Madrid. Le afectan negativamente variables geográficas como la latitud y la longitud, mientras que ejerce un efecto positivo la complejidad estructural. Por medios, los más favorables son los olivares, los coscojares y los pinares de Pinus pinea (4,8; 2,0 y 1,3 aves/10 ha respectivamente), pero también ocupa otros ambientes; por ejemplo, espartales (0,9), retamares (0,3), encinares (0,1) e, incluso, zonas suburbanas (0,1).

Durante el invierno, en Cádiz (Arroyo y Tellería, 1983), la densidad de S. melanocephala en los matorrales (29,5 aves/10 ha.) es claramente superior a la de los alcornocales (3,3) y los pastizales (0,2); en vertiente sur de la Sierra de Gredos (Sánchez, 1991), destacan los olivares (11,6 aves/10 ha.) y, en menor medida, los robledales (5,2), siendo menores las densidades obtenidas en otros medios tales como regadíos (1,2), encinares (1,1) y pinares de resinero (0,2).

En nuestro país se han comprobado variaciones en la densidad de esta especie en distintas situaciones para una misma localidad. En invierno, en el matorral alto de acebuches, lentiscos y otros arbustos del entorno de Doñana (Jordano, 1985), se obtuvo una media de 29,8 aves/10 ha en 1980-81; 18,2 aves/10 ha en 1981-82 y, finalmente, 29,1 aves/10 ha en 1982-83, siendo significativa la diferencia obtenida los dos últimos años. Estas densidades anuales estuvieron relacionadas con la oferta de frutos, pero no se pudo establecer una relación causal entre estas dos variables, ya que la abundancia de aves también dependió de otros factores.

Finalmente, empleando una metodología diferente, el índice puntual de abundancia (IPA), en la Casa de Campo de Madrid se registró una diferencia significativa entre los IPAs del encinar (0,5) y del carrascal (3,3) (Aparicio, 1993).

 

Tamaño de población

Se estiman para la especie unos 9,3-24,3 millones de individuos solo en Europa, a los que habría de añadir entre un 25% y un 50% más del resto de su área de distribución. La población española es muy importante, pues representa alrededor del 48% de la europea y solo la portuguesa y la turca alcanzan cifras destacadas (21% y 13% respectivamente), mientras que de las otras poblaciones europeas solo superan el 1% la italiana (8%), la griega (5%) y la francesa (3%) (BirdLife Internacional, 2015). Por ello resulta evidente nuestra responsabilidad en su conservación.

La población reproductora en España ha sido estimada entre 990.000 y 1.900.00 parejas (Pérez de Ana, 1997). Basándose en los resultados del programa SACRE, Carrascal y Palomino (2008) han estimado la población de la curruca cabecinegra en España entre 8.760.000 y 10.090.000 aves, la gran mayoría en Andalucía (47,5%) y la Comunidad Valenciana (24,0%) y porcentajes menores en otras autonomías, destacando Cataluña (9,3%), Murcia (7,8%) y Castilla-La Mancha (5,2%). Para Canarias se ha estimado, orientativamente, una población reproductora comprendida entre 20.000 y 100.000 parejas (Trujillo, 2007).

La tendencia de la población reproductora detectada por el programa SACRE (SEO/Birdlife, 2013a) ha sido de estabilidad durante el periodo 1998-2013 (un ligero incremento del 5%), aunque con ciertas fluctuaciones interanuales; mientras que la tendencia de la población invernante detectada por el programa SACIN (SEO/Birdlife, 2013b) ha sido de un incremento moderado durante el periodo 2008-2013 (un aumento del 16,7%). Por otra parte, la tendencia de la productividad (% de jóvenes capturados en relación al total de anillamientos) de la población reproductora basada en el programa PASER ha sido negativa (-1,22) para el periodo 1995-2014 (Leal, 2015). En Cataluña, los datos basados en el anillamiento muestran un claro declive en el periodo 1999-2005 (Clarabuch, 2004). El declive más acusado fue detectado en 2002 y se debió a uno de los inviernos más fríos de los últimos 100 años en Cataluña, el de 2001-02. Posteriormente, el invierno 2004-05, también más duro de lo normal, produjo otro descenso notable de la población. Aunque la productividad de la especie mejoró sensiblemente en 2003, en los dos años siguientes, por las razones comentadas anteriormente, el número de aves juveniles descendió mucho, comprometiendo la recuperación de la especie. La sequía de 2006 parece que también pudo perjudicarla seriamente. Asimismo, los datos del programa SYLVIA para el periodo 2000-2010 (Baltá y Aymí, 2012), muestran una tendencia negativa significativa en la época de cría tanto para jóvenes (-5%) como para adultos (-6%), pero solo para los jóvenes (-7%) en invierno.

 

Estatus de conservación

Categoría global IUCN (2016): Preocupación Menor LC (BirdLife Internacional, 2016).

Categoría España IUCN (2002): No Evaluado NE (Madroño et al., 2004).

Su tendencia actual es positiva, con colonización de nuevas áreas de cría, no constatándose amenazas reseñables en el presente. Sin embargo, en los años treinta del siglo XX parece haberse extinguido la subespecie egipcia S. m. norrisae, quizás debido a la destrucción de su hábitat (Aymí y Gargallo, 2016).

En España está catalogada de interés especial (Real decreto 139/2011; para más detalles consúltese el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, Subdirección General para el Medio Natural, 2014) y es, por tanto, especie protegida.

 

Factores de amenaza

La transformación del hábitat ha podido ser la causa principal de extinción de la población del oasis de El Fayum (Egipto) (Aymí y Gargallo, 2016).

Según los modelos que predicen los efectos del cambio climático sobre la distribución de las currucas a finales del siglo XXI (Doswald et al., 2009), las especies migradoras de corta distancia y sedentarias, la cabecinegra entre ellas, serán las que sufran en menor grado sus efectos negativos, ya que solo tendrían desplazamientos escasos o moderados en sus áreas de cría y de invernada, en relación a la distribución actual.

En España pueden señalarse las siguientes amenazas:

- En las zonas limítrofes de su área de distribución, menos adecuadas, es sensible a las olas de frío y puede llegar a desaparecer temporalmente. Incluso podrían afectarla las sequías severas, especialmente si se suman al factor anterior. De hecho, en Cataluña se constató un marcado declive poblacional en el periodo 1999-2005 (Arce y Pons, 2003; Clarabuch, 2004).

En Cataluña, en los alcornocales de Girona (Pons et al., 2012), alcanza su óptimo en época de cría cuando el estrato arbustivo de 0,5-4,0 m presenta su máximo desarrollo. Tras un incendio, recoloniza el área quemada dos años después del mismo y, paralelamente al desarrollo del matorral, se incrementa su abundancia hasta alcanzar el máximo al noveno año (10 aves/10 ha.), produciéndose con posterioridad un ligero pero constante descenso en su densidad anual, en consonancia con el aumento de la complejidad estructural del alcornocal. También en Cataluña, en los coscojares del macizo de Garraf, Barcelona (Herrando y Brotons, 2001), se ha podido constatar una diferencia significativa en la densidad de la población reproductora que ocupa las áreas quemadas (1,5 aves/10 ha.) y las naturales (12,5 aves/10 ha.). Sin embargo, los cambios en la abundancia de S. melanocephala en zonas quemadas se ven también afectados por las tendencias de población a mayor escala (Herrando et al., 2001).

- El cambio climático: según los modelos que predicen los efectos del cambio climático sobre la distribución de la curruca cabecinegra en España (Araújo et al., 2011), se esperan impactos bajos para el periodo 2041-2070, pues los modelos proyectan aumentos en la distribución potencial actual de la especie entre un 56% y un 57% y no se reduce el nivel de coincidencia entre la distribución observada y potencial.

- Las extensas plantaciones con árboles exóticos en áreas de bosque y matorral mediterráneos pueden provocar la desaparición de la especie en amplias regiones, como se ha constatado en los Montes de Toledo con las plantaciones de eucaliptos en zonas de alcornocal (Santos y Álvarez, 1990).

-S. melanocephala es una de las especies más afectadas por el ruido en parques y jardines (Patón et al., 2012).

-La invasión de encinares de Cataluña por la hormiga argentina (Linepithema humile) no afectó negativamente a la curruca cabecinegra, tendiendo incluso a ser más abundante en zonas invadidas (Pons et al., 2010).

-En lo que se refiere a mortalidad por atropello en carreteras de España, López-Redondo y López Redondo (1992) registraron 241 currucas cabecinegras entre un total de 10.288 aves y PMVC (2003) registraron 343 entre un total de 16.036 aves. En Portalegre (Portugal) se registraron 35 currucas cabecinegras muertos por atropello entre un total de 562 aves (Carvalho y Mira, 2011). En un estudio realizado en la provincia de Toledo se registraron cuatro currucas cabecinegras muertas por atropello entre un total de 590 aves (Frías, 1999).

-En un tramo de línea de ferrocarril en El Escorial (Madrid) se registró una curruca cabecinegra atropellada entre un total de 94 aves (De la Peña Leiva y Llama Palacios, 1997).

 

Medidas de conservación

No hay datos disponibles de resultados de las estrategias de conservación en la Península Ibérica. Se proponen las siguientes medidas de conservación:

- Debe permitirse, en la medida de lo posible, la regeneración natural del bosque y el matorral mediterráneos tras los incendios, pues aunque el fuego tiene un indudable efecto adverso a corto plazo, favorece la recolonización de esta especie al encontrar su óptimo en las etapas intermedias de la sucesión forestal. Así, en algunos alcornocales y pinares se ha comprobado su reproducción solo dos años después del incendio, alcanzando las mayores densidades a los nueve años (Pons et al., 2012).

- Referente al cambio climático, se debe investigar la existencia y la magnitud del desfase entre la disponibilidad de presas y la fenología reproductora por sus graves implicaciones en el éxito reproductor (Sanz, 2002). Este desajuste ya ha sido demostrado en otras especies, por ejemplo el carbonero común Parus major y el papamoscas cerrojillo Ficedula hypoleuca (Grossman, 2004).

-La cobertura de matorrales se asocia con la presencia de S. melanocephala en parches de Pinus halepensis de Murcia. Se sugiere reducir la densidad de árboles en pinares repoblados (Zapata y Robledano, 2016).

 

Referencias

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Rafael J. Aparicio Santos
C/Juglares, 2C, 2ºA. 28032. Madrid

Fecha de publicación: 16-12-2016

Aparicio, R. J. (2016). Curruca Cabecinegra – Sylvia melanocephala. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Morales, M. B. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org