Avutarda - Otis tarda Linnaeus, 1758

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Great Bustard, habitat, abundance, conservation status, threats.

 

Hábitat

La avutarda es una especie característica de las llanuras, los terrenos desarbolados y abiertos, y las áreas de cultivo extensivo de cereal. Aunque originariamente la especie debió ocupar las amplias estepas herbáceas naturales eurosiberianas, en la actualidad su hábitat óptimo en la península Ibérica lo constituyen los cultivos tradicionales de secano, consistentes en un mosaico con predominancia de trigo y/o cebada en régimen de año y vez, algunas parcelas en barbecho, leguminosas, viñas y olivares, y zonas de vegetación natural. El futuro de este hábitat y, por tanto, el de las avutardas, está amenazado por un constante proceso de intensificación agrícola, una progresiva transformación de secano a regadío y, en última instancia, por las decisiones futuras en política agraria de la Unión Europea, Rusia y resto de países con avutardas. Así, p. ej., en Andalucía, donde las tierras dedicadas al cultivo de cereal se redujeron en un 22 % en la última década del siglo pasado, la población sufrió un descenso notable en dicho periodo (Alonso et al., 2005; Alonso, 2007), pero dicha tendencia se ha revertido tras el establecimiento de un plan de recuperación y conservación iniciado en 2011. En otras regiones españolas con mayor población humana, pero cuyas zonas cerealistas no han sufrido intensificación agrícola, la población de avutardas se ha mantenido más estable o ha aumentado (Alonso et al., 2003a, b).

Las avutardas seleccionan en general zonas llanas, con buena visibilidad, y alejadas de poblaciones y carreteras transitadas, prefiriendo los rastrojos, las leguminosas como alfalfa o veza cuando existen, y los barbechos y bordes, especialmente en primavera-verano y ocasionalmente las viñas en septiembre, así como los labrados y en ocasiones las siembras, terrenos en los que se alimentan de plantas anuales silvestres; suelen evitar zonas no cultivadas, eriales y otros cultivos, en especial de regadío; durante el periodo estival los machos seleccionan frecuentemente cultivos de girasol, olivares, dehesas y otras zonas con arbolado disperso (Alonso y Alonso, 1990; Martínez, 1991a, 1991b, 1991c, 1992; Peris et al., 1992; Redondo y Tortosa, 1994; Pescador y Peris, 1996; Lane et al., 2001; Palacín, 2007; Palacín et al., 2012). En Ciudad Real se realizó un estudio sobre selección de hábitat, cuyos resultados indicaron que las avutardas evitaban los campos labrados y seleccionaban los barbechos, tanto recientes como de larga duración. Los barbechos fueron más seleccionados en el sector que sufrió cambios en los usos del suelo, donde estos sustratos fueron más abundantes. Las avutardas se alejaron de carreteras, caminos y edificaciones más de lo esperado al azar, y significativamente más en el área más alterada. Los patrones locales de selección de hábitat parecen cambiar en relación al abandono de los cultivos y la presencia de distintos tipos de infraestructuras (López-Jamar et al., 2010).

Otro estudio sobre selección de hábitat realizado en Madrid mostró preferencia por lugares con un mosaico adecuado de parcelas y presencia de coespecíficos (Martín et al., 2012).

El 93% de las poblaciones ibéricas ocupa hábitats de buena calidad mientras que el 4,5% vive en hábitats de calidad intermedia y el 2,5 vive en hábitat de mala calidad. Se ha observado que la diversidad genética se correlaciona con la calidad de hábitat, el tamaño y la densidad de población (Pitra et al., 2011).

 

Abundancia                    

Mediante el análisis de ADN mitocondrial se pudo inferir el probable tamaño de la población de Avutarda en la península Ibérica en los últimos miles de años, observándose una súbita disminución poblacional a partir del siglo XI, coincidente con la expansión y el aumento de la población humana (Horreo et al., 2013).

 

Población y tendencia en el mundo

La población mundial se estima en unos 44.100-57.000 individuos, repartidos en poblaciones extremadamente fragmentadas en la región paleártica desde el norte de Marruecos hasta China, de los que más del 60% se encuentran en la Península Ibérica (29.400-34.300 en España, 1.900 en Portugal) (Palacín y Alonso, 2008; Alonso y Palacín 2010). La cantidad total no parece haber disminuido durante las dos últimas décadas, en contraste con el decrecimiento usualmente asumido en la literatura. Este cambio se debe, probablemente, a la tendencia demográfica creciente del conjunto de la población española tras la veda de le especie en los años 80 del siglo pasado (Alonso et al., 2003b). Algunas poblaciones centroeuropeas, que habían disminuido durante varias décadas, parecen haber iniciado un lento proceso de recuperación debido a las medidas de conservación emprendidas en los últimos años (Raab, 2013; Raab et al., 2010; Farago et al., 2015; www.grosstrappe.at; www.grosstrappe.de). Dicha situación contrasta con la de otras poblaciones marginales, hoy mucho más amenazadas de extinción que hace solo unas décadas (Alonso et al., 2005c; Barati et al., 2015). A escala global, parece que el  área de distribución de la especie sigue decreciendo y que las poblaciones siguen tendiendo a concentrarse en los lugares donde el hábitat presenta una mejor calidad (Alonso et al., 2004; Pinto et al., 2005; Álvarez-Martínez et al., 2015).

 

Población y tendencia en España

La población española se estima en unos 29.400-34.300 individuos (Alonso y Palacín, 2010). Castilla y León alberga el 47%, donde se estimó una densidad primaveral en 1998 de 1,39 individuos/km2 (Martínez, 2008) y un aumento de un 34% entre 1998 y 2008 (Martín et al., 2012); seguida de Castilla-La Mancha (28%); Extremadura (19%);  y Madrid (5%). El resto de comunidades contienen poblaciones mucho menores, fragmentadas y, en general, muy amenazadas (Alonso et al., 2003b, 2005b; Palacín y Alonso, 2008; Palacín et al., 2003; 2004). Su población sufrió un notable descenso debido a la caza hasta la década de 1980, en que se estableció su veda. En el 70% de 29 zonas en las que ha desaparecido recientemente lo hizo entre 1960 y 1980, periodo de máxima presión cinegética (Alonso et al., 2003b). La caza pudo tener un efecto muy negativo sobre las poblaciones aragonesas y andaluzas, con un declive del 80-90% de sus efectivos en la década de 1970. Estas poblaciones son actualmente, junto con la de Navarra, las más amenazadas. Una vez prohibida su caza, muchas poblaciones ya se encontraban cerca de un tamaño crítico en el que la recuperación era difícil. Posteriormente parece que comenzó una concentración en las zonas con mayores densidades y hábitat de mejor calidad, y disminuyó en zonas marginales, con poblaciones menores, o con hábitat de peor calidad.

La tendencia del conjunto de la población española no es negativa, tal y como sugiere la serie de estimaciones realizadas (Alonso y Alonso, 1996; Alonso et al., 2003b, 2005b; Palacín y Alonso, 2008; Alonso y Palacín 2010), si bien hay que señalar que parte del aumento registrado se debe al progresivo incremento en la precisión de los censos de las regiones donde la especie es más abundante.

 

Estatus de conservación

Categoría global IUCN (2013): Vulnerable A2cd+3cd+4cd (BirdLife International, 2013).

Considerada globalmente Vulnerable en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN, debido al todavía reciente y rápido declive demográfico en gran parte de su área de distribución por los impactos negativos de la caza en Asia central, así como a los cambios en el uso del suelo en Europa oriental, Rusia y Asia central (BirdLife International, 2013). En Europa se la considera desde 2015 especie de "Preocupación Menor" (Least Concern, LC)  (BirdLife International, 2015). A lo largo de los últimos 50 años la especie se ha extinguido en diversos países de Europa y Asia (Cramp y Simmons, 1980; Chan y Goroshko, 1998; BirdLife International, 2001; Morales y Martín, 2002). En España está catalogada como Vulnerable según los criterios de la UICN (Palacín et al., 2004) y se encuentra entre las especies legalmente protegidas "en Régimen de Protección Especial" (Real Decreto 139/2011 para el desarrollo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y del Catálogo Español de Especies Amenazadas). También se encuentra protegida por la siguiente legislación internacional: (1) Directiva 79/409/CE, referente a la Conservación de las Aves Silvestres, ampliado por la Directiva 91/294/CE, taxón incluido en el Anexo I; (2) Convenio de Berna, relativo a la Conservación de la Vida Silvestre y el Medio Natural en Europa, especie incluida en el Anejo II: “Estrictamente Protegida”; y (3) Convenio de Bonn, sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres, especie incluida en Apéndice II.

 

Amenazas

Es muy sensible a la degradación del hábitat que, además de provocar extinciones locales, puede causar una progresiva agregación en zonas ya ocupadas, con el consiguiente aumento de vulnerabilidad ante factores de riesgo locales, mayor aislamiento de grupos marginales y pérdida de diversidad genética (Alonso et al., 2004; 2009; Pinto et al., 2005). Además, muestra muy escasa capacidad de colonización de nuevas áreas, incluso con hábitat aparentemente apropiado (Lane et al., 2001; Osborne et al., 2001, 2007; Martín et al., 2002; Álvarez-Martínez et al., 2014). Esta alteración del hábitat se debe al cambio de la agricultura tradicional extensiva por prácticas más intensivas: concentración parcelaria; desaparición de linderos, barbechos y rastrojos; roturación de pastizales naturales; desaparición de mosaicos de cereal, olivar, viñedo y almendral; regadíos; así como al aumento de la presencia humana; vallado de fincas; uso de plaguicidas, etc. Otras amenazas sobre el hábitat son la proliferación de infraestructuras o las molestias derivadas de actividades de ocio (caza o vehículos todo-terreno) (Palacín et al., 2004; 2012).

Respecto a las últimas, se ha determinado que el tráfico de vehículos por caminos, la presencia de paseantes y las actividades cinegéticas fueron las principales fuentes de molestias para las avutardas (Sastre et al., 2009).

La construcción de una autopista tuvo los siguientes efectos sobre una población de avutardas (Torres et al., 2011): (1) la distribución espacial se vio modificada, tanto para el conjunto de individuos como para las familias, con una reducción de la probabilidad de presencia a una distancia umbral que osciló entre los 400 y 750 m, en función de los requerimientos de la especie (reproductivos, alimentación y cuidado); (2) se detectó un efecto negativo acumulativo de la construcción de la carretera en la abundancia de individuos, con una reducción del 50% de los mismos en una banda de 2 km en torno a la autopista, y menores efectos sobre la productividad; (3) en la zona de impacto de la carretera se produjeron dos procesos de extinción local, frente a ninguno en las zonas control; y (4) los efectos no tuvieron un carácter inmediato, sino que la respuesta fue progresiva. En ningún caso se registraron efectos positivos o reversibilidad en los efectos negativos observados.

Las fumigaciones realizadas en Cáceres con pesticidas (malatión) para combatir plagas de langosta durante la época de reproducción de la avutarda reducen la biomasa de artrópodos produciendo una súbita escasez de alimento, lo que afecta a la supervivencia de los pollos, observándose un menor tamaño de los grupos familiares en zonas tratadas (Hellmich, 1992).

 

Figura 1. Avutarda muerta por colisión con tendido eléctrico. (C) C. Palacín

 

La colisión contra tendidos eléctricos es la causa más importante de mortalidad no natural (Janss y Ferrer, 1998, 2000), seguida de la caza furtiva, la depredación de pollos por zorros y perros y la colisión con alambradas. Algunas técnicas agrícolas contribuyen a su baja productividad (roturaciones en el periodo de cría, cosecha en las fases iniciales del crecimiento de los pollos, reducción de presas por plaguicidas) (Palacín et al., 2003; 2004).

Sobre mortalidad por atropello en líneas de ferrocarril, SCV (1996) registraron un caso de avutarda entre un total de 182 aves. Por otro lado, Atienza et al. (2011) recogen dos casos de muerte por colisión en parques eólicos de Albacete.

 

Medidas de conservación

Entre las medidas necesarias destacan: mantener la prohibición de su caza, asegurar el régimen de cultivo extensivo de cereal tradicional y evitar planes de concentración parcelaria, reforestación o regadío. Es urgente declarar zonas protegidas en las áreas más importantes de reproducción y de concentración estival o invernal, vigilar el cumplimiento de la normativa legal de protección de la especie y su hábitat en las principales ZEPA, y desarrollar planes de conservación específicos para cada una de las áreas con avutardas. Además, debe impedirse la construcción de nuevos tendidos eléctricos en zonas de campeo o rutas migratorias, y enterrar, desviar o señalizar los tramos más peligrosos ya existentes; prohibir la instalación de alambradas en las zonas de máxima querencia y controlar los perros asilvestrados en las zonas de cría; y establecer restricciones de acceso al tráfico de automóviles, así como limitaciones de las actividades cinegéticas en las áreas más frecuentemente utilizadas por la especie.

Es necesario realizar censos anuales en núcleos reproductores representativos de amplia distribución y de todos los núcleos marginales, y continuar las campañas de sensibilización (Palacín et al., 2003; 2004).

En diversas regiones españolas se han desarrollado algunas acciones de conservación específicas para las avutardas: programas agroambientales o proyectos LIFE, programas de educación ambiental,  o señalización o corrección de tendidos eléctricos (p. ej., en Ávila, Onrubia et al., 1996; Extremadura, Alonso et al., 1993; Madrid, datos propios inéditos).

 

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Juan Carlos Alonso y Carlos Palacín
Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC)

Fecha de publicación: 17-06-2009

revisiones: 3-09-2015

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