Ruiseñor común - Luscinia megarhynchos (Brehm, 1831)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

Key words: Nightingale, habitat, abundance, population size, status.

 

Hábitat

Suele ocupar sotos de ribera o matorrales cerca de cursos de agua. También se encuentra en márgenes de bosques de hoja caduca y puede ocupar pinares con sotobosque denso, setos y arbustos y matorrales secos en zonas templadas y cálidas, áreas cultivadas con setos altos y viejos, bordes de carrizales (Norden, 2009) y zonas húmedas, e incluso áreas urbanas con vegetación densa, como parques, grandes jardines y cementerios con vegetación silvestre (Grüll y Fracasso, 1997). En la península ibérica frecuenta los sotos fluviales y las orillas de acequias y lagunas, así como los huertos. También se extiende por las campiñas y bosques de encinas, quejigos y robles con buen desarrollo arbustivo.

En Europa los dos tipos de hábitat preferidos por la especie son: 1- los bosques abiertos de tierras bajas con matorral denso y con parches de vegetación con ortigas y zarzas cercanos a masas de agua, y 2- los bordes y claros de bosques perennifolios (encinares o pinares) con maleza (Collar y Christie, 2020). No obstante, también puede ocupar terrenos de cultivos con setos maduros, jardines sin mantenimiento ricos en arbustos y parques urbanos con hojarasca (Collar y Christie, 2020).

En el sur de Europa tiene preferencia por los sotos de ribera y por la vegetación tupida, especialmente zarzas Rubus ulmifolius, donde construye el nido entre la espesura y cerca del suelo. No obstante, los parques, jardines y huertos también son hábitats frecuentados por la especie. Es una especie insectívora que se alimenta en los setos y arbustos, aunque durante la migración, especialmente la postnupcial, suele consumir bayas que le proporcionan esos arbustos. La alta densidad de vegetación leñosa en el sotobosque da lugar a la existencia de pequeñas áreas de suelo desnudo entre los arbustos, lo que constituye un hábitat óptimo para la alimentación de la especie. Esta densidad alta de la vegetación es fundamental para que los ruiseñores puedan desplegar su canto y, al mismo tiempo, permanecer ocultos. Los nidos se ubican cerca del suelo, próximos a la vegetación adyacente a los matorrales leñosos.

Aunque, como ya se ha descrito, puede ocupar diferentes tipos de hábitat, el hábitat óptimo para la especie son los sotos fluviales frente a otras formaciones como los carrizales, utilizados por los individuos con menor tamaño y peor condición corporal, que son desplazados por competencia intraespecífica y relaciones de dominancia a favor de los individuos mayores y con mejor condición física (Bermejo, 2004). Los pollos nacidos en los nidos de los sotos de ribera presentan mejor condición física que los nacidos en carrizales (Bermejo, 2004), lo que supone una mayor tasa de supervivencia. Todos estos factores hacen que la densidad de individuos reproductores y de territorios de nidificación sea mayor en los sotos que en los carrizales (Bermejo, 2004).

La versatilidad del ruiseñor común le ha permitido colonizar los sotos fluviales de los grandes ríos a su paso por las ciudades, en algunos de los cuales se ha convertido en especie muy común (Prunier et al., 2016). Pero también coloniza ambientes como los carrizales de lagunas endorreicas del interior peninsular ibérico, en los que se reproduce junto a especies típicamente palustres (Lara-Pomares y Fajardo-Sánchez, 2002). El tipo de vegetación dominante no parece ser el factor determinante para la nidificación, sino que lo más importante parece ser contar con una buena cobertura del suelo y con arbustos protectores, especialmente zarzas y ortigas (Morgan, 2009).

En España ocupa formaciones arbustivas densas en dehesas, huertas, sotos fluviales con sotobosque tupido, arroyos, linderos de setos e incluso carrizales y parques urbanos (Infante, 2003). Prefiere los ambientes frescos y umbrosos, con el condicionante de que exista abundante cobertura de arbustos tupidos. Está ausente de la alta montaña y de las zonas áridas. En el Sistema Central la mayor frecuencia de aparición se encuentra en sotos con chopos Populus sp. y sauces Salix sp. y en fresnedas Fraxinus angustifolia (Tellería y Potti, 1984). También nidifica en parques y jardines de ciudades en los que puede llegar a ser muy abundante (Batllorí y Uribe, 1988).

Es una especie que depende de la existencia de veranos secos y cálidos. En la península Ibérica puede alcanzar los 1800 metros de altitud, aunque su distribución en altitud está condicionada por la latitud y la orientación. En el Sistema Ibérico llega hasta los 1200 metros, si bien apenas alcanza los 800 en la vertiente norte (De Juana, 1980). En el Sistema Central alcanza los 1400 m (Peris y Carnero, 1988, San Segundo, 1990, Sánchez, 1991). En los Pirineos occidentales ha sido observado a 1500 m, aunque es una especie rara a partir de los 1000 m (Ferrer et al. 1986). En Sierra Nevada puede llegar hasta los 1800 m (Pleguezuelos, 1992) e incluso se le ha observado en altitudes próximas a los 2000 m en riberas de arroyos de montaña (Garzón y Henares, 2012).  No obstante, las zonas de mayor altitud parecen constituir hábitats subóptimos para la especie (Wilson et al., 2002). 

Las características climatológicas relacionadas con la xericidad -mayor insolación, menor precipitación y mayor temperatura- se asocian positivamente con la presencia de ruiseñores (Carrascal y Palomino, 2006). En las albuferas de Adra (Almería) cría en carrizales, en los que constituye, junto al carricero común Acrocephalus scirpaceus la especie dominante durante la estación reproductora (Paracuellos, 2015).

En Gredos las mayores densidades se encuentran en zonas de campiña (7,1 aves por cada 10 hectáreas), robledales de la vertiente sur de la sierra (6,0), robledales de la vertiente norte (5,2) y olivares (4,2), aunque también se encuentra en menor densidad en encinares, regadíos, pinares de Pinus pinaster y matorrales, tanto en el piso mesomediterráneo como el en supramediterráneo (Sánchez, 1991).

Las densidades encontradas en algunos parques urbanos de Barcelona son más altas, llegando en algún caso a 23,4 aves por hectárea, en parques con alta densidad de árboles (Batllorí y Uribe, 1988).

Las densidades de población elevadas obligan a reducir los territorios y fuerzan a algunos individuos a ocupar hábitats subóptimos. Por eso, aunque los ruiseñores tienden a elegir zonas con alta diversidad de árboles, pequeños arbustos y baja cobertura herbácea, las altas densidades de población llevan a ocupar lugares con alta cobertura herbácea, menor diversidad arbórea y arbustos más altos (Némethova, 2007). 

En el atlas de las aves comunes reproductoras de España (Carrascal y Palomino, 2008), la densidad en función del piso bioclimático y el hábitat, fue la siguiente (Tabla 1).

 

Tabla 1. Valores de abundancia según pisos bioclimáticos y hábitats (Carrascal y Palomino 2008).

Región – Piso bioclimático

Hábitat

Aves/km2

Mesomediterráneo (NE)

Frutales

115,5

Mesomediterráneo (NE)

Riberas arboladas

93,5

Mesomediterráneo

Riberas arboladas

81,9

Supramediterráneo

Riberas arboladas

74,4

Mesomediterráneo (NE)

Pinares

71,7

Mesomediterráneo

Frutales

66,4

Supramediterráneo

Mosaicos agropecuarios

53,6

Mesomediterráneo (NE)

Mosaicos agropecuarios

53

 

En sotos de parques periurbanos de la Comunidad de Madrid encuentra múltiples lugares de nidificación y representa una de las especies más abundantes durante la época reproductora, de manera que en el período de dispersión juvenil constituye una de las especies dominantes de la comunidad aviar (Villarán et al., 2002). También utiliza estos sotos durante los períodos de sedimentación en el paso postnupcial, aprovechando la fructificación de arbustos como la zarzamora (Rubus ulmifolius) y el saúco (Sambucus nigra), así como la abundancia de invertebrados (Villarán et al., 2001, 2008). Asimismo, en sotos de montaña del centro ibérico es una especie abundante en época estival y durante el paso postnupcial, hasta mitad de septiembre (Villarán et al., 2013).

En carrizales del centro peninsular constituye una de las especies dominantes durante la época estival, ocupando las zonas periféricas con matorrales (Villarán, 2000).

En un estudio realizado en Segovia la especie se detectó tanto en los sotos, donde es abundante, como en las zonas de cultivo y los sabinares, donde es más escasa. No se la detectó en encinares, páramos y quejigares (De Juana et al., 2011).

 

Abundancia y tamaño poblacional

La especie sufrió un fuerte descenso poblacional en el siglo XIX, especialmente en Europa central. Sin embargo, a partir de 1930 se produjo una recuperación y el número de parejas reproductoras se incrementó, produciéndose una ampliación del área de distribución hacia el norte (Grüll y Fracasso, 1997).

La población europea se ha estimado en unos márgenes entre 10.700.000 y 20.300.000 de parejas reproductoras y se la considera en aumento (BirdLife International, 2017). Esta población se concentra en los países mediterráneos, especialmente Francia, España, Italia y Croacia. Importantes poblaciones se encuentran también en Bulgaria, Grecia, Hungría, Rumanía, Alemania, Polonia y Portugal (Grüll y Fracasso, 1997).

Se trata de una especie muy sensible a las condiciones climáticas, de manera que su abundancia, en Europa, aumenta desde su límite noroccidental hacia el sur. En Inglaterra la densidad es apenas de entre 100 y 1000 parejas reproductoras por 50 kilómetros cuadrados, mientras que en Europa central la densidad se eleva hasta las 10.000 parejas reproductoras por 50 kilómetros cuadrados y la densidad es aún superior en el norte de Italia, sur de Francia y península Ibérica. Las densidades máximas en Europa central se encuentran en estrechas franjas de bosques de ribera, con 20 parejas reproductoras por cada 10 hectáreas, o en pequeñas parcelas de matorral seco en robledales jóvenes, donde se alcanzan las 22 parejas reproductoras por cada 10 hectáreas (Dvorak et al., 1993). En el sur de Europa se han encontrado densidades de 7 parejas reproductoras por cada 10 hectáreas en bosques caducifolios húmedos y de 3,6 parejas reproductoras por cada 10 hectáreas en garrigas del sur de Francia (Clavier, 1994). En Armenia es muy común y habita en bordes de los claros de bosques con maleza, en zonas de huertos, en bosques galería con matorrales, pero también en desfiladeros rocosos con matorral denso, en barrancos sombríos y en parques de grandes ciudades e incluso en jardines alrededor de viviendas (Ananian, 2009).

En Europa ha sufrido un fuerte declive desde los años cincuenta del siglo XX. La sensibilidad climática de la especie hace que, en las zonas costeras de Europa occidental, se reproduzca al sur de la isoterma de 19º C, lo que justifica su escasez en el norte de la península ibérica (Galicia y cornisa Cantábrica).

La población del sur de Inglaterra sufrió una disminución del 8 % entre 1980 y 1999 (Baillie et al., 2001), años en los que se realizó sendos censos de la especie. La población alcanzó los 4.410 machos cantores (Baillie et al., 2001).

En España no se observaron grandes diferencias en su distribución entre los atlas publicados en 1997 (Purroy, 1997) y 2003 (Martí y Del Moral, 2003). En el último atlas de aves reproductoras de España, la población se estimó en un mínimo de unas 230.000 parejas reproductoras, aunque esta cifra está claramente infravalorada debido a que no se cuantificó el 20 % de las cuadrículas en las que se detectó (Infante, 2003). De forma grosera la población se estimó entre 450.000 y 1.700.000 parejas reproductoras (Tucker y Heath, 1994, Purroy, 1997).

En la Lista Roja de Especies Amenazadas, tomando datos del período entre 2004 y 2006, el tamaño de población en España se estimaba entre 4.775.000 y 5.940.000 parejas (BirdLife International, 2015) y la calidad se consideraba buena. Esta población constituía el 37 % del total europeo. La tendencia de la población a corto y medio plazo se consideraba positiva, con ligero incremento.

Las mayores densidades se obtienen en matorrales del piso bioclimático termomediterráneo, donde se alcanzan las 5 aves por 10 ha, y en los cultivos arbolados del piso supramediterráneo, donde se alcanzan las 4 aves por 10 ha (Tellería et al., 1999). En Aragón han llegado a registrarse densidades de 7,33 aves por cada 10 ha en zonas de encinar, mientras que, en esa misma comunidad, la densidad bajó a 1,29 aves por cada 10 ha en los robledales (Camprodón et al., 1989).

En el Atlas de las aves nidificantes de España (Infante, 2003) se indica que las mayores densidades de parejas reproductoras se encuentran en el sur peninsular (provincias de Cádiz, Sevilla, Málaga y Huelva), especialmente en los hábitats de complejidad vegetal medio-alta y a altitudes en torno a los 500 m. Las formaciones arboladas abiertas y los bosques densos son los más utilizados, prevaleciendo las formaciones caducifolias sobre las esclerófilas y con un mínimo en los bosques de coníferas.

Según datos del programa SACRE del año 2000, el Ruiseñor común fue la cuarta especie más ampliamente distribuida en Cataluña, con presencia en un 95,2 % de las cuadrículas prospectadas y fue la quinta especie más abundante, con una media de 19,6 aves por cuadrícula ocupada y un total de 157 observaciones (SEO/BirdLife, 2001). A pesar de que se ha detectado un fuerte incremento de sus efectivos poblacionales en los últimos años, su área de distribución no ha aumentado en las últimas décadas (Carrascal y Palomino, 2006).

En el atlas de las aves comunes reproductoras de España (Carrascal y Palomino, 2008), se estimó la población peninsular en 10.650.000 aves, con un estrecho margen de variación (22 %), indicando con una certeza del 90 % que la población se encontraba en unos márgenes entre 9.550.000 y 11.880.000 individuos. La tendencia poblacional ha sido estable a lo largo de los últimos años.

En la comunidad de Madrid está ampliamente distribuida y presenta una gran amplitud de hábitat, lo que la convierte en especie común (Carrascal et al., 2006). En la Comunidad Valenciana se considera especie común, si bien está ausente del sector más árido de la provincia de Alicante (Urios et al., 1991), lo mismo que ocurre con el sureste árido peninsular (Murcia y Almería). En Castilla y León las mayores densidades se alcanzan en los sotos fluviales, los encinares y los setos en áreas de campiña, aunque la especie también se localiza en bosques caducifolios de montaña, como hayedos y robledales, a altitudes de hasta 1.400 m en Ávila, Burgos y Palencia (Sanz-Zuasti y Velasco, 1999). En la provincia de Burgos se considera muy habitual y se ha estimado su población por encima de las 10.000 parejas reproductoras (Román et al., 1996). También es muy abundante como especie reproductora en el entorno del Parque Nacional de Doñana (García et al., 2000). En Baleares es una especie nidificante común (De Juana y García, 2015); en Menorca, el abandono de la ganadería extensiva y el consiguiente cierre de las masas forestales parece haber favorecido el aumento de las poblaciones (García-Febrero, 2017).

Aunque es una especie abundante en el conjunto de la Península Ibérica, está prácticamente ausente de Galicia, las costas vizcaínas, cántabras y asturianas, donde es un nidificante muy escaso y localizado (De Juana y García, 2015). La ausencia de Galicia ya fue constatada por Ticehurst y Whistler (1928). En Guipúzcoa se ha constatado su reproducción con la captura (y posterior recaptura), en una aliseda, de dos hembras con placas incubatrices, en los meses de junio y julio, una de ellas -la capturada en junio- en máximo estado de desarrollo de la placa, lo que indica que tenía pollos en el nido. También en julio se capturaron dos individuos en plumaje juvenil, si haber comenzado la muda (Arizaga et al., 2010).

El 74 % de la población se concentra en cuatro comunidades autónomas: Castilla y León, Cataluña, Andalucía y Aragón y las mayores densidades se encuentran en hábitats arbolados de carácter ecotónico de los pisos supra y mesomediterráneo (particularmente del noreste peninsular), como cultivos de frutales (66-116 ruiseñores/km2), riberas arboladas (media 83,3 ruiseñores/km2) o mosaicos agrarios (53,3 ruiseñores/km2). En pinares también alcanza abundancias destacadas (72 ruiseñores/km2).

Por comunidades autónomas los valores en número de parejas y porcentaje sobre el total peninsular se recogen en la Tabla.

 

Tabla 2. Tamaño de población según comunidades autónomas (Carrascal y Palomino, 2008).

Comunidad Autónoma

Nº Parejas

%

Castilla y León

2.337.406

21,6

Cataluña

2.087.921

19,3

Andalucía

2.030.429

18,8

Aragón

1.401.623

13.2

Castilla -La Mancha

1.010.406

9,5

Extremadura

671.876

6,3

Comunidad Valenciana

592.541

5,6

Madrid

283.709

2,6

Murcia

100.793

0,9

La Rioja

94.913

0,9

País Vasco

82.204

0,8

Navarra

80.110

0,8

Galicia

-

< 0,5

Asturias

-

< 0,1

Cantabria

-

< 0,1

 

Las densidades más altas se han registrado en los sotos fluviales y las huertas de los pisos supra y meso mediterráneo, llegando a alcanzar entre 74 y 115 aves/km2. (De Juana y García, 2015). A pesar de su escasez, en Galicia se han encontrado densidades altas en determinadas zonas, superiores incluso a los ambientes supramediterráneos ibéricos, con mayores densidades en los mosaicos de cultivos (5,6 aves por cada diez hectáreas), seguidos por los sotos de castaños (2,9 aves/ha) y los encinares (2,2 aves/ha) (Regos et al., 2015).

 

Estatus de conservación

Escala global

Como todas las aves insectívoras, se trata de una especie protegida por la legislación española y europea. Es una especie globalmente no amenaza considerada, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, en la categoría en riesgo menor (LR) y encuadrada dentro de la categoría global IUCN de "Preocupación Menor LC" (BirdLife International, 2015). Ieronymidou et al. (2015) consideran a la especie estable a nivel internacional y, por tanto, mantienen esa categoría de "preocupación menor" (LC).

Escala europea

A escala europea se la incluye en la categoría SPEC4, lo que indica que su estado de conservación en Europa es favorable. En el Convenio de Berna se la incluye en el Anexo II que recoge las especies de fauna estrictamente protegidas (Convención sobre la conservación de la vida salvaje y de los medios naturales en Europa) y en el Convenio de Bonn, sobre protección y conservación de las especies migratorias, en el Apéndice II, que incluye las especies con un estatus de conservación desfavorable y que requieren acuerdos específicos para su manejo y conservación, así como las especies que se beneficiarían significativamente de la cooperación internacional que podría conseguirse mediante acuerdos internacionales. El ruiseñor común se encontraría en esta última circunstancia. En la Convención sobre Especies Migratorias (CMS) se encuentra referenciada en el Apéndice II, que incluye las especies que necesitan o se beneficiarían considerablemente de una cooperación internacional (BirdLife International, 2015). Aunque se considera especie no amenazada, ha sufrido un fuerte descenso poblacional en los últimos treinta años. No obstante, las poblaciones en la mayor parte del continente europeo son estables y en algún caso, como sucede con las de los Países Bajos, han experimentado un ligero incremento desde los años ochenta (Hustings, 1988). Por el contrario, las poblaciones del sur de Inglaterra han sufrido un descenso y una restricción de su área de distribución desde 1910 y aún continúa este declive (Marchant et al., 1990).

Escala estatal

En España, el Libro Rojo la incluye como una especie no amenazada (Madroño et al., 2004). En el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas se la considera de interés especial (Real Decreto 139/2011 CNEA y modificaciones posteriores).

La tendencia general en España es estable. En el estudio realizado dentro del marco del programa SACRE para el período 1996-2000, se registró un aumento del 53 % (SEO/BirdLife, 2001), si bien la serie de años es relativamente corta para establecer conclusiones sobre la tendencia real. La población se ha considerado estable durante el período 1998-2006, aunque en los resultados de 2011 correspondientes al programa SACRE indicaron que la tendencia general era de aumento significativo (Escandell, 2012). Ha aumentado sus poblaciones en los ambientes agrarios en proceso de abandono, así como en los sotos fluviales recuperados en los que se han generado condiciones de mayor humedad y frescura.

Escala regional

En la Comunidad de Madrid su índice de rareza es muy bajo, presenta una gran amplitud de hábitat y la extensión de su área de distribución abarca casi toda la Comunidad (Carrascal et al., 2006).

 

Factores de amenaza

La modernización de la agricultura y el uso de insecticidas y plaguicidas constituyen una seria amenaza para la especie. La agricultura intensiva, la eliminación de los setos y de la maleza, así como el mantenimiento y desbroce de las zonas verdes en las ciudades, ha eliminado potenciales hábitats y ha reducido las poblaciones en numerosos países (Grüll y Fracasso, 1997). Los productos químicos utilizados en la agricultura y los tratamientos forestales constituyen una amenaza para la especie, pues reducen la cobertura para instalar los nidos y la cantidad de invertebrados que constituyen su dieta (Nankinov, 2002).

La pérdida de hábitat es el principal problema para la conservación de la especie, debido a la destrucción de lugares propicios para su nidificación. La progresiva eliminación de la vegetación de ribera de los ríos, así como su encauzamiento, la limpieza de matorrales en bosques, dehesas y arroyos o la eliminación de los setos naturales en las zonas cultivadas generan una amenaza para la conservación de la especie (Infante, 2003).

Las variaciones climáticas han sido la principal causa de las fluctuaciones poblacionales y han influido incluso más que la pérdida de hábitat, al menos en su límite norte de distribución (Grüll y Fracasso, 1997). Se ha constatado una coincidencia entre las modificaciones climáticas y los cambios en la abundancia y distribución de la especie, que en los últimos años ha experimentado una ligera expansión hacia latitudes más septentrionales y húmedas de la península Ibérica (Carrascal y Palomino, 2006).

También la caza ilegal constituye una amenaza, especialmente en las zonas en las que existe una intensa tradición cinegética. La introducción de especies con interés cinegético y el aumento incontrolado de la población de jabalíes Sus scrofa podrían ser amenazas en algunas zonas concretas, tal como ha ocurrido en Gran Bretaña con la introducción de especies como el muntjak Muntiacus reevesi o la reintroducción de corzos Capreolus capreolus que ha llevado a un descenso de las poblaciones de ruiseñor común (Holt et al., 2012). Los cambios en la calidad del hábitat y el incremento en las poblaciones de ciervos Cervus elaphus en los lugares de cría, así como los cambios globales en el clima y en la disponibilidad de hábitat idóneo en los lugares de invernada probablemente influyen en la distribución y la abundancia de las poblaciones reproductoras (Wilson et al., 2002).

Las condiciones en el Sahel, especialmente las sequías, suponen una seria amenaza para la especie, al igual que para otros migrantes transaharianos (Peach et al., 1991, Boano, et al., 2004, Holt et al., 2012). También suponen un riesgo la pérdida de hábitat y la degradación ambiental en el oeste de África, que implica la disminución gradual de tierras de cultivo en barbecho con suficiente desarrollo de matorrales y bosques secundarios seleccionados en la invernada por los ruiseñores (Holt et al., 2012). La intensificación de la agricultura y la creciente presión demográfica representan también una amenaza para la especie en sus áreas de invernada (Hewson y Noble, 2009).

Los incendios en época de cría, las molestias por parte de personas y mascotas en las inmediaciones de los nidos, el crecimiento urbanístico, la extensión de monocultivos y los atropellos (especialmente de jóvenes durante la migración) también suponen una amenaza para la especie (Nankinov, 2002). En áreas urbanas la colisión contra ventanas es otro riesgo durante la migración, aunque la tasa de colisiones es relativamente baja en comparación con otras especies (Gordo et al., 2019).

Los depredadores (perros, zorros, martas, turones, comadrejas) y los parásitos (cucos) afectan a la especie, aunque, salvo en algunas zonas concretas, no representan un peligro grave para las poblaciones. No obstante, los gatos se han convertido en una amenaza, especialmente en los parques urbanos.

La captura ilegal para jaula o la caza furtiva con cepo han disminuido mucho en las últimas décadas. En el pasado la especie se cazaba con frecuencia y se vendía como ave de jaula, a pesar de la corta vida en cautividad. Las modificaciones legislativas y la concienciación social han limitado está práctica hasta casi su erradicación

 

Medidas de conservación

Aparte de la protección legal de la que es objeto la especie por su condición de insectívora y migradora, existen otras iniciativas dirigidas a su protección y conservación. El programa "Ríos de Vida. Campaña Riberas" implementado por la Sociedad Española de Ornitología SEO/BirdLife se dirigía a la protección de los hábitats relacionados con los sotos fluviales y las márgenes de los ríos y arroyos. Dado que la especie utiliza los sotos fluviales como lugares habituales de nidificación y como corredores migratorios, la importancia de proteger estas áreas resulta evidente.

En la misma línea deben situarse los programas de seguimiento puestos en marcha por SEO/BirdLife, especialmente los programas SACRE, programa a largo plazo para el seguimiento de las aves comunes, y PASER, con el establecimiento de estaciones de esfuerzo constante (EEC) para el seguimiento de aves. Con este tipo de programas se puede analizar la tendencia de las poblaciones.

En Gran Bretaña se han puesto en marcha proyectos para la conservación de la especie que implican el aumento del sotobosque, la gestión adecuada de los matorrales, la elaboración de inventarios de lugares adecuados y de una base de datos con los resultados de gestión, el desarrollo de hábitats propicios adyacentes a los lugares de mayor densidad poblacional, la profundización en el conocimiento de la biología reproductiva de la especie, y la identificación de las áreas utilizadas por la especie durante la migración y la invernada (Holt et al. 2012).

La mejor medida para conservar la especie es la profundización en los conocimientos sobre su biología, por lo que los estudios realizados mediante la utilización del anillamiento científico o el radioseguimiento pueden aportar ideas para la conservación de la especie. La concienciación social y, sobre todo, la educación ambiental para alcanzar una conciencia cívica respetuosa con el medio ambiente y con las especies silvestres es otra medida clave para su conservación (Castany, 2006, Villarán, 2006).

 

Referencias

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Baillie, S. R., Crick, H. Q. P., Balmer, D. E., Bashford, R. I., Beaven, I. P., Freeman, S. N., Marchant, J. H., Noble, D. G., Raven, M. J., Siriwardena, G. M., Thewlis, R., Wernham, C. V.  (2001). Breeding Birds in the Wider Countryside: their conservation status 2000. BTO Research Report Nº 252. BTO, Thetford.

Batllorí, X., Uribe, F. (1988). Aves nidificantes de los jardines de Barcelona. Miscel.lània Zoològica, 12: 283-293.

Bermejo, A. (2004). Migratología, estructura y dinámica poblacional de paseriformes asociados a vegetación de ribera. Tesis Doctoral. Universidad Autónoma de Madrid.

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Camprodón, J., Moreno, J., Omeñaca, A. (1989). Distribución ecológica y corología de las aves nidificantes del Moncayo. Turiaso, 9: 637-668.

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Alfonso Villarán
Grupo Ornitológico Horus
Calle Neguilla 4, 28011 Madrid

Fecha de publicación: 19-10-2021

Villarán, A. (2021). Ruiseñor común Luscinia megarhynchos. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. López, P., Martín, J., Tellería, J.L. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/