Grulla común - Grus grus (Linnaeus, 1758)

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Common Crane, habitat, abundance, conservation status, threats.

 

Hábitat

El hábitat típico de la Grulla en España es el encinar adehesado (Quercus ilex, Quercus suber) con varios tipos de uso en su superficie, como por ejemplo pastos de uso ganadero, cultivos de cereal o matorral mediterráneo escaso (Díazet al., 1997), pero frecuenta zonas en las que el encinar está disperso y abundan los cultivos de maíz o cereal. Utilizan zonas húmedas como dormideros.

La mayor frecuencia de aparición se da en cuadrículas con más de 5 km2 de arrozales (16% de los muestreos) y en cuadrículas con más de 15 km2 de encinares adehesados, altitud media menor de 500 m y desnivel menor de 200 m (13% de los muestreos) (Prieta y Del Moral, 2012)3.

En el sur de Portugal seleccionan dehesas y evitan zonas de matorrales y vegetación cerrada, proximidades de pueblos y de carreteras (Franco et al., 2000)3.

La llegada de las grullas a las zonas preferidas de invernada del suroeste de la Península Ibérica coincide con la maduración de la bellota, que es su principal alimento (Díazet al., 1996; Tortosa y Villafuerte, 2000). Sin embargo, la actividad ganadera o la heterogeneidad del paisaje no parecen determinantes en la distribución de las grullas entre zonas de invernada en un mismo año o entre diferentes temporadas (Aviléset al., 2002a). La gestión de las dehesas sigue mayoritariamente dos estilos: se disponen vallados para prevenir la entrada de ganado en el terreno que es sembrado con cereal, o se permite la entrada del ganado extensivo. El ganado y las propias grullas agotan la disponibilidad de bellotas en los terrenos no cultivados, pero las grullas pueden además utilizar las dehesas dedicadas al cultivo (Aviléset al., 2002b; Díazet al., 1996). El patrón de uso de las dehesas está relacionado con la abundancia de bellotas (Díazet al., 1996), si bien prefieren las zonas cultivadas especialmente en diciembre (Díazet al., 1996). La relación entre la presencia de grullas y los usos del territorio es en general compleja (Aviléset al., 2002a). Algunos autores opinan que la selección de zonas cultivadas por las grullas podría atribuirse en parte a condiciones de falta de alimento en las áreas no cultivadas (Almeida, 1990; Sánchezet al., 1993), y no tanto a la mayor cantidad de alimento que tienen los cultivos en comparación con las zonas no cultivadas de las dehesas.

Los agricultores utilizan en las zonas de invernada en Extremadura una rotación de los cultivos trianual. El cereal es sembrado un año, seguido de dos años de barbecho en los que el terreno es utilizado para el pastoreo del ganado. Con este sistema agrícola la fragmentación del terreno se produce principalmente entre campos cultivados, rastrojos de cereal de un año y rastrojos en su segundo año o barbechos, también denominados posíos en esa zona de invernada de Extremadura (Avilés, 2004; Aviléset al., 2002b). Además, las dehesas ocasionalmente se clarean extrayendo los arbustos e incluso los propios árboles (Sánchezet al., 1999), favoreciendo los cultivos intensivos y variando los recursos utilizados por una gran variedad de aves además de la grulla común (Díazet al., 1997).

El número de grullas en cada zona de invernada no se relaciona con el grado de intensificación de la agricultura ni con la disponibilidad de bellotas. Sin embargo, el tamaño de los bandos disminuye y aumenta la presencia de familias aisladas en zonas menos alteradas que se caracterizan por la predominancia de posíos. Por tanto, el sistema de rotación de cultivos favorece el mantenimiento de las poblaciones invernantes de grulla (Avilés, 2004).1

En Extremadura, la selección de una localidad de invernada y la permanencia a lo largo de los años no parece estar relacionada con las actividades agrícolas, la heterogeneidad del paisaje o la estabilidad del dormidero (Aviléset al., 2002a). Sin embargo, diversos estudios demuestran la influencia de las actividades agrícolas en la presencia de las grullas en zonas de la Península Ibérica que antes no eran visitadas (Alonsoet al., 1984; Alonsoet al., 1994; Alonsoet al., 1987; Bautistaet al., 1992; Sánchezet al., 1999). La rapidez del cambio de áreas de invernada de las grullas, y su actividad en los campos de cultivo, en ocasiones produce considerables perjuicios a la agricultura de la zona (Sánchezet al., 1993), por lo que es recomendable la actualización de las áreas de distribución de las grullas cada pocos años, así como el diseño de medidas compensatorias y sobre todo el diseño de métodos de estima de daños, dado que en ocasiones el cereal puede contrarrestar la actividad de las grullas o incluso ser beneficiado por la actividad de aclareo del exceso de semillas que los agricultores siembran (Alonsoet al., 1990).

Las familias suelen preferir lugares relativamente pequeños localizados en las zonas tradicionales de invernada, pero las grullas inmaduras o adultas no reproductoras suelen agregarse en lugares que, quizás por la abundancia de alimento, resultan bastante concurridos y en los que las interferencias entre las aves son frecuentes (Alonsoet al., 2000; Avilés, 1999). El reciente cambio en las últimas décadas del uso agrícola de las dehesas (Sánchezet al., 1993; Telleríaet al., 1992) ha producido que los grandes bandos de grullas se observen con frecuencia en áreas de cultivo intensivo, mientras que las zonas de dehesa no cultivada mantienen numerosos grupos familiares (Avilés, 1999; Sánchezet al., 1993). No obstante, esta distinción puede ser la simplificación de una situación bastante compleja (Aviléset al., 2002a, 2002b).

Los adultos de grupos familiares participan en más encuentros agresivos que los adultos sin jóvenes cuando están en bandos grandes. Por el contrario, en bandos pequeños, los adultos acompañados de jóvenes participan en menos encuentros agresivos que los adultos sin jóvenes. Además, los adultos con jóvenes muestran preferencia por dehesas con ganado, en donde el tamaño de los bandos es menor que en dehesas sin ganado, lo que podría reducir los encuentros agresivos con otras grullas (Avilés, 2003).1

 

Tamaño de población

La cantidad de grullas invernantes sólo puede conocerse a través de censos realizados entre mediados de diciembre y primeros días de febrero, único período en el que la actividad migratoria de las grullas es mínima. En 1988 se estimó que el número de áreas habitualmente ocupadas por las grullas durante el invierno era 63 (Alonso y Alonso, 1990), de las que 59 corresponden a territorio español, dos a territorio portugués y otras dos a zonas en las que las grullas comían en un lado de la frontera entre Portugal y España pero dormían al otro lado de la frontera.

La superficie total ocupada por las zonas con grullas en el censo de 1988 superó las 714.000 ha, lo cual supone más del 1,4% de la extensión del territorio español, con una superficie media por localidad de 12.500 ha. El número medio de grullas por área de invernada fue de unas 700 aves, pero la variabilidad entre localidades es elevada.

Las estimas de la población invernante han ido aumentando desde que se realizó la primera estimación mediante una encuesta postal por Bernis (1960a, 1960b, 1966). En la Tabla 1 se muestran los resultados de varios intentos de estimar la cantidad de grullas que en un momento u otro estuvieron presentes en España.

 

Tabla 1. Estimación del número de grullas comunes invernantes en España. † Se indica el valor mínimo estimado. ‡ Se indica el promedio, debido a que la cantidad se cifró entre 50.000 y 60.000 aves.

Año

Número

Referencias

1960

10.000

(Bernis, 1960, 1966) †

1980

14.721

(Fernández-Cruz M. et al., 1981)

1981

17.000

(Araújo, 1987; Fernández-Cruz et al., 1987)

1985

31.945

(Alonso  et al., 1986a; Alonso et al., 1986b)

1988

55.000

(Alonso y Alonso, 1988; Alonso et al., 1990) ‡

1995

65.000

(Alonso y Alonso, 1996)

1998

80.000

(Sánchez  et al., 1998)

2007

151.423

(Prieta y del Moral, 2008)

2013

223.639

(Román et al., 2014)4

 

El incremento en el número de grullas invernantes no sólo ha producido un incremento en el número de áreas de invernada, ya que zonas clásicas de invernada han aumentado el número de grullas. La zona de Orellana en Extremadura, por ejemplo, es el resultado del crecimiento de dos poblaciones de grullas invernantes que podían a sumar 2000 grullas en conjunto (Pérez-Chiscano y Fernández-Cruz, 1971) y que en 1999 forman una zona de invernada con más de 24.000 grullas (Sánchezet al., 1999). La transformación del territorio mediante aclareo de zonas boscosas y la introducción de los regadíos son los principales responsables de ese aumento (Sánchezet al., 1993).

Durante las dos últimas décadas del siglo XX el número de grullas que pasaron el invierno en latitudes cada vez más norteñas fue en aumento (Alonsoet al., 1987, 1994, 2000; Bautistaet al., 1992; Riols, 1987; Salviet al., 1996). El desplazamiento hacia el norte de la distribución tradicional de invernada ha sido quizás favorecido por el incremento del alimento disponible en estas áreas (Alonsoet al., 1994; Bautistaet al., 1992; Génardet al., 1992) y la disminución de las actividades cinegéticas (Bautistaet al., 1992). Quizás la suavización invernal del clima sea otro factor, junto al aumento del alimento disponible, responsable del incremento de la población invernante de grullas en la península Ibérica (Sánchezet al., 1998).

Existen evidencias obtenidas mediante radiotelemetría (Alonsoet al., 2000) que demuestran que los protagonistas de estos cambios de distribución son en parte los individuos jóvenes, ya que son precisamente ellos los que interrumpen la ruta migratoria clásica durante sus primeros años de vida. Algunas de las grullas radiomarcadas que pasan el invierno en España han desplazado su localización hacia el este o hacia el noreste (Alonsoet al., 2000), y en ningún caso hacia el sur o el oeste. Estos datos refuerzan las observaciones poblacionales que indican un aumento del área de invernada de las grullas en Europa, que incluye zonas húmedas de Francia, además de los alrededores de la laguna de Gallocanta.

 

Estatus de conservación

Categoría global IUCN (2008): "Preocupación  Menor" (LC) (BirdLife International, 2008).2

Categoría España IUCN (2002): RE. Extinguido como nidificante desde 1954 (Madroño et al., 2004.2

 

Factores de amenaza

Las grullas están entre las familias de aves más amenazadas del mundo. Sin embargo se considera que en España y en Europa occidental tiene una tendencia poblacional estable o en aumento, aunque el estatus de conservación de la especie es vulnerable en Andalucía (Consejería de Medio Ambiente, 2001). Se debe advertir que la abundancia de grullas en España no representa de manera adecuada su estatus de conservación por ser una especie migradora que no cría en la península Ibérica. En Europa la especie esta afectada en cierto grado por la fragmentación de la población, donde se podría estar produciendo una concentración en subpoblaciones (Meine y Archibald, 1996). Resulta complicado explicar cual puede ser el futuro a medio plazo para esta especie en España y Europa occidental debido a los cambios que se están produciendo en sus hábitats de manera acelerada (Meine y Archibald, 1996; Prangeet al., 1995; Sánchezet al., 1999) y a la preocupación de los agricultores que observan grandes concentraciones de grullas en sus terrenos (Prangeet al., 1995; Sánchezet al., 1993).

De manera similar a los centros que existen en Suecia y Alemania, en Badajoz se ha planeado establecer algunos lugares de alimentación artificial alrededor del Centro de Interpretación de las Grullas en Moheda Alta (Fernándezet al., 2003).

Los riesgos potenciales para las grullas son la desecación de zonas húmedas en las que establecen los dormideros, los choques con líneas de distribución de electricidad (Alonso y Alonso, 1999; Alonsoet al., 1994; Janss y Ferrer, 2000), la actividad cinegética por las molestias que le ocasiona, o por la caza furtiva. En general la interferencia humana tiene un efecto negativo sobre la especie, si bien pueden acostumbrarse a cierta actividad humana tradicional (e.g., presencia de tractores). Existe un riesgo de depredación de muy difícil cuantificación por aves rapaces (Muñoz-Pulidoet al., 1993), zorros y otros predadores oportunistas (Aviléset al., 1998). El consumo de nuevos tipos de alimento, como el cereal recién sembrado, entraña riesgos potenciales que todavía no han sido estudiados, debido a que la semilla suele tener una cobertura de productos fitosanitarios y fungicidas.

Las grandes concentraciones de grullas en pocos lugares, especialmente durante las migraciones, pueden incrementar la velocidad de transmisión de enfermedades contagiosas.

Atienza et al. (2011) registran dos grullas muertas por colisión en parques eólicos, una en Cádiz y otra en Soria4.

 

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Luis M. Bautista
Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC)

Fecha de publicación: 30-09-2003

Otras contribuciones: 1: Alfredo Salvador. 6-03-2007; 2. Alfredo Salvador. 8-04-2009; 3. Alfredo Salvador. 10-06-2014; 4. Alfredo Salvador. 10-08-2016

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