Alondra común - Alauda arvensis Linnaeus, 1758

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Portada

 

Identificación

 

Estatus de conservación

 

Distribución

 

Hábitat

 

 

Voz

 

 

Movimientos

 

Ecología trófica

 

Biología de la reproducción

 

Interacciones entre especies

 

Comportamiento

 

Bibliografía

 

 

 

Key words: Skylark, habitat, abundance, population size, status, threats.

 

Hábitat

Hábitat de reproducción

Las poblaciones reproductoras muestras preferencia por zonas de matorrales de caméfitos y en menor medida por zonas de cultivos del piso supramediterráneo (Santos y Suárez, 2005; Suárez et al., 2009).

En España sus principales poblaciones reproductoras se encuentran en pastos y matorrales de alta montaña, siendo algo menores en zonas del piso mesomediterráneo; llegando a desaparecer en el piso termomediterráneo (Santos y Suárez, 2005). La mayoría de las parejas se reproducen por encima de los 1.000 m (Suárez et al., 2003), y alcanzan los 2.000 m en Suiza, 2.500 m en Armenia e incluso los 3.200 m en prados alpinos de Asia; en la península Ibérica es sustituida a baja altitud, por las cogujadas comunes y montesinas (Tellería et al., 1988).

En Aragón, alcanza sus máximos poblacionales en cultivos de secano situados entre 700 y 1500 m (Sampietro, 2000). En Huesca, donde se encuentra presente durante todo el año, su distribución varía enormemente, nidificando especialmente en los prados altos del Pirineo, por encima de los 1.500 m y escasamente por encima de los 2.200 m (Woutersen y Platteeuw, 1998). En La Rioja es el aláudido más extendido, con casi un 100% de reproducción probable en la totalidad de sus cuadrículas y con preferencia por los cultivos durante dicho periodo; llegando a alcanzar los 1.900 y 2.000 m (De Juana, 1980). En Burgos, nidifica incluso por encima de los 2.100 m de la Sierra de la Demanda, distribuyéndose principalmente en los páramos de Masa y la Lora (Román, 1996). En el País Vasco atlántico es una especie muy escasa (Galarza y Domínguez, 1989); mientras que en Cataluña, habita en la práctica totalidad de la comunidad, incluso nivel del mar (Mestre, 1983); siendo un nidificante escaso en el delta del Llobregat (Gutiérrez et al., 1995). En Palencia está presente en toda la provincia como reproductor, (Jubete, 1997), al igual que en Salamanca donde es una especie muy abundante durante la primavera, especialmente en los prados de la Sierra de Béjar y en brezales y pastos de la Sierra de Gata (Carnero y Peris, 1988). En Madrid selecciona los piornales de montaña, y en menor medida, los pastizales y cultivos (Díaz et al., 1994b).

En las sierras béticas orientales, según Pleguezuelos (1992) se distribuye por las llanuras situadas por encima de los 1.400 m, llegando a alcanzar los 3.100 m en la ladera sur del Mulhacén, siendo la altitud máxima a la que nidifica en Sierra Nevada mucho mayor que la que alcanza en los pirineos y los alpes (Affre, 1980; en Pleguezuelos, 1992), aunque este carácter montano en el sur de la península no es total, dado que también puede encontrarse, por ejemplo, en las llanuras cerealistas de Guadix, en torno a los 1.000 m. En las cordilleras béticas, su hábitat de cría típico es el pastizal-matorral de los pisos supra y oromediterráneo, no penetrando por lo general en el piso bioclimático superior y alcanzando sus mayores densidades en el piso supramediterráneo (Pleguezuelos, 1992). Extremadura es una de las zonas de la península con menor presencia de aves reproductores, estando únicamente segura su reproducción en el Sistema Central, Sierra de Gredos y de Gata (Mogena et al., 2008) El número de reproductores en Albacete es muy bajo (Viada, 1998). En Valencia se encuentra desde el nivel del mar hasta montañas a 1.200 m (Urios et al., 1991), adquiriendo una de sus mayores densidades reproductoras para toda la península en parameras en el Rincón de Ademuz, (Pérez-Granados, en prensa). En Alicante la especie se asienta únicamente en coscojares del interior de la provincia y por encima de 1.000 m, como por ejemplo, en la Sierra de Mariola, Aitana o la Sierra del Plas, (Bañuls, en prensa). El segundo tipo de hábitat más utilizado por la especie en Alicante son los cultivos de secano intensivos del Alto Vinalopó, (Bañuls, en prensa).

En el resto del mediterráneo occidental, la especie también cría en la franja costera de Portugal, aunque también hay algunos individuos que lo hacen en el sector septentrional (Rufino, 1989).

Su distribución durante la época reproductora se ve afectada por la altura y cobertura de la vegetación (Eraud y Boutin, 2002; Suárez et al., 2003), y la densidad disminuye a la par que crece la proporción de pastos naturales en el paisaje (Pärt y Södestrom, 1999). Si bien su dependencia de los campos de cultivo no es muy grande, es una especie muy exitosa en la colonización de nuevos cultivos, viéndose favorecida por la presencia de barbechos y lindes (Berg y Pärt, 1994). En general, se encuentran en bajas densidades, pero dada la elevada superficie de las áreas abiertas (22 % de la superficie del continente europeo), llega a constituir grandes poblaciones.

Uno de los principales factores que determinan sus densidades es la estructura del cereal, donde si la altura media es baja, las densidades también lo son dado que el sustrato no sería adecuado para ocultar adecuadamente el nido y si la altura media es muy alta, también es un sustrato inadecuado, dado al aumento en la dificultad para moverse entre él y percibir la llegada de depredadores (Götmark et al., 1995). Por esto mismo, la ganadería en general es positiva al disminuir esta altura media y la complejidad, no obstante, en zonas muy concretas, como las zonas costeras puede incluso ser negativa, ya que de por sí en estas zonas la altura media es bastante baja (Browne et al., 2000; Pearce-Higgins y Grant, 2002). Las alturas medias óptimas rondan los 60 cm, considerándose negativas aquellas que superan el metro de altura (Donald et al., 2001b; Toepfer y Stubbe, 2001).

Piha et al. (2007) han demostrado como la lluvia posee un efecto negativo sobre la población durante la época reproductora.

Es una especie de valencia ecológica media al distribuirse en la Península Ibérica a gran escala, con marcadas preferencias por lugares con menor insolación (Ver análisis biogeográfico en Carrascal et al., 2006).

No obstante, hay otros muchos factores que explican las mayores o menores densidades de alondra común. Por ejemplo, según Martínez-Padilla y Fargallo (2008), la alondra rehúye las zonas con altas densidades de cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), lo que sugiere que la presencia de rapaces puede determinar las densidades de alondra común. De manera similar, se ha comprobado en distintos estudios como la presencia de zorros, cernícalos o alcaudones reales reducen el número de territorios (Suhonen et al., 1994; Tryjanowsky et al., 2002a y Hromada et al., 2002), mientras que la cercanía a nidos de cuervos (Corvus corax) favorece las densidades de alondras, ya que la presencia de depredadores es menor, al expulsarlos los cuervos (Tryjanowsky, 2001).

Hábitat de invernada

En invierno seleccionan positivamente los rastrojos y las zonas húmedas (Díaz y Tellería, 1994; Mason y Macdonald, 1999; Hart et al., 2002; Hervás et al., 2011); mientras que desechan los campos cultivados con cereales de invierno y praderas (Donald et al., 2001a; Gillings y Fuller, 2001). La especie se hace marcadamente más rara en pastizales secos mediterráneos (Suárez et al., 2003).

En España en invierno selecciona positivamente los barbechos, los rastrojos del año anterior y cereales en crecimiento (Díaz y Tellería, 1994; Delgado y Moreira, 2000, Suárez et al., 2004), aunque sus mayores densidades se encuentran en los pastizales (Suárez et al., 2003; 2005b), variando enormemente las densidades en función del tipo de cereal predominante, siendo seleccionados en mayor medida los campos de avena (Avena sativa), al ser mayor el número de semillas disponibles en éstos que en el resto de sustratos (Delgado y Moreira, 2002). En otros países, como Japón, el arroz es el campo de cereal más utilizado, al igual que los campos de alfalfa, pastizales, y zonas con césped en Europa del norte (Thomsen, 2002), quizás debido a que en estas zonas los rastrojos apenas existen. Además, el hábitat de invernada puede variar con el paso de los meses; así, Kaletja-Summers (1997) ha demostrado como en Inglaterra las alondras durante la primera mitad de la invernada predominaban en las comunidades de Asteretum, comiendo semillas de Aster, Sueda y Atriplex, y con el avance del invierno y la menor disponibilidad de dichas semillas; las alondras prefieren los campos de Spartinetum.

En invierno abunda en el centro peninsular en áreas relativamente homogéneas compuestas de cultivos de cereales y campos arados (Morales et al., 2015)1.

Los barbechos son uno de los hábitats más importantes para la especie tanto durante la invernada como durante la reproducción (Vickery y Buckingham, 2001), pero el manejo del mismo es crucial, ya que si la hierba adquiere una gran altura pueden rechazarlo, siendo óptimos los barbechos abandonados con rastrojos de un par de años anteriores y algunas hierbas naturales, inferiores a los 20 cm de altura (Henderson et al., 2001), con ciertos parches de suelo desnudo que les ayude durante el forrajeo.

En invierno, se ha citado en el 78,2 % de las cuadrículas UTM 10x10 de la Comunidad Autónoma de Madrid, siendo los principales factores que explican su distribución la presencia de rastrojos y de formaciones de cultivo, mientras que el volumen y la complejidad de la vegetación les afecta negativamente (Carrascal et al., 2003). En Alicante, donde la presencia de pastizales de altura y otros hábitats adecuados para la especie es muy escasa, la mayoría de los contactos de la especie se concentran en coscojares, con presencia de la especie en hábitats poco propicios para la misma como olivares, pinares jóvenes y viñedos; aunque también se encuentra presente en los campos de cultivos intensivos del Alto Vinalopó (Bañuls, en prensa).

Las campiñas atlánticas españolas, especialmente las más orientales, son un lugar importante para las alondras durante la migración (Tellería et al., 2008).

Un factor peculiar es el agua, donde si bien el efecto positivo de la presencia de agua sobre la población invernante ha sido manifestado por diversos autores (Carrascal et al., 2003; Piha et al., 2007).

 

Abundancia

Abundancia reproductora

Sus densidades durante la época de reproducción varían entre 0,01 y 52,1 aves/10 ha (n= 55) (Suárez et al., 2003). Sus mayores densidades se alcanzan en el piso supramediterráneo, con 38,7 aves/km2 en cereales de secano, 27,9 aves/km2 en matorrales, 14,6 aves/km2 en mosaicos agropecuarios, aves/km2 en herbazales por encima de 1.000 m de altitud y 14,3 aves/km2 en matorrales por encima de 1.000 m de altitud (Carrascal de la Puente y Palomino Nantón, 2008).

La Tabla 1 recoge datos de abundancia en distintas regiones.

 

Tabla 1. Densidad media reproductora (aves/10 ha) de la alondra común en distintas localidades.

 

Área de estudio

Densidad media (aves/10 ha)

Referencia

Brezales de Galicia

1,6

Penas-Patiño (1995)

Serra do Xistral (Galicia)

5,9

Tapia y Fontán (2006)

Cultivos de secano de Aragón

1,2 - 2,2

Sampietro (2000)

Brezales de Guardo

3,9

Jubete (1997)

Páramos de Masa

13,2

Tellería et al. (1988)

Páramos de Sepúlveda

3,67

Tellería et al. (1988)

Sierra de Béjar

11,9

Carnero y Peris (1988)

Sierra de Gata

3,5

Carnero y Peris (1988)

Layna

25

Viada (1998)

Alcarria

9,9

Tellería et al. (1988)

Mesa de Ocaña

0,43

Hervás et al. (2011)

Cordillera Bética

0,24

Pleguezuelos (1992)

Rincón de Ademuz

12,3

Pérez-Granados (2014)

Coscojares alicantinos

2,42

Bañuls (en prensa)

valle de los Alhorines

0,6

Bañuls (en prensa)

 

Abundancia invernal

Sus densidades durante la época invernal varían entre 0,01 y 252,9 aves/10 ha (n= 53) (Suárez et al., 2003). La Tabla 2 recoge datos de abundancia invernal. Aun así, por ejemplo en Huesca se ha constatado su preferencia por los extensos campos de cereales del valle del Ebro (Woutersen y Platteeuw, 1998), (Sampietro, 2000). En la Mesa de Ocaña (Toledo), la abundancia invernal de la especie es muy superior a la reproductora (Hervás et al., 2011), mientras que en el Rincón de Ademuz donde la especie presenta una de las mayores densidades reproductoras conocidas, llega a desaparecer por completo durante el periodo invernal (Pérez-Granados en prensa). 

El mayor cuartel de invernada de la especie en España se estima en Extremadura, donde invernan más de un millón de aves (Mogena et al., 2008). No obstante, esta densidad invernal no es la mayores que alcanza la especie en la península, la cual se ha estimado en Ciudad Real, (Suárez et al., 2005b). En Sevilla y Baleares, la especie se considera como estrictamente invernante y migrante común (Chiclana et al., 2002 y Mayol, 1978, respectivamente).

 

Tabla 2. Densidad media invernal (aves/10 ha) de la alondra común en distintas localidades.

 

Área de estudio

Densidad media (aves/10 ha)

Referencia

Serra do Xistral (Galicia)

2,1

Tapia y Fontán (2006)

Depresión del Ebro

21

Sampietro (2000)

Monegros

2,86

Tellería et al. (1988)

Páramos de Masa

6,45

Tellería et al. (1988)

Páramos de Sepúlveda

0,83

Tellería et al. (1988)

Alcarria

0,34

Tellería et al. (1988)

Mesa de Ocaña

66

Hervás et al. (2011)

Llanos de Cáceres

12

Mogena et al. (2008)

Ciudad Real

101,4

Suárez et al. (2005b)

Cultivos de secano de Madrid

18,6

Carrascal et al. (2003)

Regadíos de Madrid

16,5

Carrascal et al. (2003)

Dehesas de Madrid

2,6

Carrascal et al. (2003)

Campo Real (Madrid)

3,1

Delgado et al. (2013)

Valdetorres (Madrid)

6

Delgado et al. (2013)

Camarma (Madrid)

6,7

Delgado et al. (2013)

Níjar (Almería)

0,12

Tellería et al. (1988)

Almería

0,21

Tellería et al. (1988)

 

Tamaño de población

Pese a lo bien documentado que se encuentra su declive tanto en Europa (Tucker y Heath, 1994; Donald, 2004a), como en zonas asiáticas, como el delta del Selenga (Fefelov et al., 2001), sus estimas no son muy fiables, como demuestran los amplios rangos en el número de parejas reproductoras otorgadas en la mayoría de los estudios. Véase por ejemplo los 1-10 millones de parejas reproductoras estimadas en Rusia, los 2-7 millones de parejas reproductoras ibéricas (2-6 en España), o los 1-5 millones de parejas de Bielorrusia (Donald, 2004a).

Se ha estimado su población en España durante el periodo 2004-2006 en 3.143.411 alondras (intervalo de confianza al 90%= 2.594.149-3.778.194). La mayoría se encuentran en Castilla y León (1.745.008 alondras), seguido de Aragón (415.110 alondras), Castilla-La Mancha (306.009 alondras), Galicia (269.955 alondras) y Andalucía (165.432 alondras). Cifras menores se estiman en Extremadura (65.949 alondras), Cataluña (60.149 alondras), La Rioja (31.531 alondras), Murcia (17.808 alondras), Comunidad Valenciana (17.381 alondras), Navarra (15.947 alondras), País Vasco (14472 alondras) y Madrid (14.230 alondras) (Carrascal de la Puente y Palomino Nantón, 2008).

Se ha estimado el tamaño de sus poblaciones reproductoras en varias provincias. Por ejemplo, en Palencia la población estimada ronda las 10.000 parejas (Jubete, 1997), mismo valor que el estimado para la provincia de Burgos (Román, 1996), y escasamente inferior a las 12.000 parejas estimadas para la Comunidad de Madrid (Díaz et al., 1994b). Algo inferiores son las estimas poblacionales de Extremadura, la cual ronda las 1.000 parejas (Mogena et al., 2008), y en Alicante, donde se estima una población reproductora cercana a las 400 parejas (Bañuls, en prensa).

 

Estatus de conservación

Categoría global IUCN: Preocupación menor LC (BirdLife, 2011).

Categoría IUCN para España: No Evaluado NE (Madroño et al., 2004).

En Europa no se encuentra amenazado, catalogándose como SPEC 3,  calificación que significa que se trata de una especie con estado de conservación desfavorable (Europa alberga a menos del 50% de su población reproductora o invernante mundial), sufriendo un largo declive según Tucker y Heath, (1994). En cuanto a su situación legal se encuentra incluida en el Anexo II de la Directiva 79/409/CEE de Aves, mientras que se incluye en el Anexo III en el Convenio Berna.

La alondra común es el aláudido que parece haber tenido una regresión más acentuada en Europa, ya que su población ha decrecido un 38% entre 1998 y 2006 (Suárez et al., 2009). En España, entre 1998 y 2009, la especie ha sufrido anualmente un declive poblacional medio del 2,3%, habiéndose reducido su población de manera continua (SEO/BirdLife, 2010).

La población europea ha sufrido un largo declive entre 1970 y 1990 (Södestrom, 1999), el cual pasó a ser algo menos acusado entre 1990 y el año 2000 (Donald, 2004a). A finales del S. XX tan solo el 10% de las poblaciones se podían catalogar como estables, con una población estimada entre 37 y 160 millones, mientras que en el 2004 la estima poblacional se reduce a 40-80 millones de parejas, creciendo únicamente en Ucrania (Donald, 2004a).

 

Factores de amenaza

Caza

La caza ha supuesto el principal factor histórico de amenaza para la alondra común durante siglos, ya que era muy utilizada como fuente de alimento. Así por ejemplo, en el invierno de 1867 se llegaron a vender 1.300.000 alondras en los mercados del pueblo de Dieppe (Francia; Pycraft, 1911), así mismo en Londres se vendían cada día entre 20.000 y 40.000 alondras (Donald, 2004a). En 1950 se detectaron 1.500.000 alondras en mercados alemanes, etc. permitiéndonos hacernos una idea del número de millones de alondras que eran consumidas anualmente en toda Europa (Donald, 2004a).

Estas elevadas tasas de captura se mantuvieron hasta la década de los años 20 del siglo XX, en la que empezaron a cazarse en menor medida, debido a la publicación de diversos trabajos, en su mayoría de origen inglés, poniendo de manifiesto la labor beneficiosa de esta especie como insecticida natural, estimando que 10.000 alondras pueden llegar a consumir 80 millones de insectos en un único año (Donald, 2004a). En el caso concreto de España su caza debió prolongarse hasta tiempos recientes (Bernis, 1971).

Sin embargo, actualmente la caza sigue siendo el principal factor de amenaza en algunos países (principalmente Francia e Italia), retirando del medio entre 4 y 6 millones de alondras cada año, lo que supone un 7-25% de las 25-55 millones de parejas estimadas (Donald, 2004a). Por ejemplo, en 1998 se cazaron 1,2 millones de alondras comunes en Francia (Barbier, 2001), donde históricamente se ha fabricado paté de alondra (Bernis, 1971). Ciertos autores elevan la cifra francesa hasta los 10 millones de capturas anuales (Spaepen, 1995a). En Italia, se cifran en 800.000 los ejemplares capturados durante 1998 (Barbier, 2001). La caza se realiza especialmente en la época de migración postnupcial e invernada, de acuerdo con el Anexo II de la Directiva Aves, que prohíbe cazar en reproducción o en la migración prenupcial. Este hecho, supone un gran problema al eliminar alondras invernantes del centro de Europa, donde la especie se encuentra aún en mayor declive (Simms, 1992).  Además este problema se está agravando debido a la aparición de mafias en Europa del Este (al existir leyes menos restrictivas), donde se publicita, como en Rumanía, la posibilidad de cazar miles de alondras (Donald, 2004a) que posteriormente llegan a venderse hasta por 200 euros la media docena.

La caza de la especie, choca con ciertas leyes proteccionistas históricas hacia la especie, como la puesta en marcha en 1884 por la Wild Birds Protection, que multaba con una libra a quién matara o cogiera un huevo de alondra común durante la época reproductora en el Reino Unido (Donald, 2004a).

El arte de la caza de la alondra era muy variado, practicándose con escopeta, perchas, costillas, etc (Suárez et al., 2009). Uno de los métodos más utilizados para su caza es la utilización de redes, lanzándolas sobre ellas mientras duermen, llegándose a coger hasta 400 individuos. En ocasiones se utilizan campanas para tratar de confundirlas con la presencia de ganado (Donald, 2004a).

Otro método específico y curioso es el del “cristal de alondra”, que consiste en un bloque de 30-40 cm de madera, con algunos cristales incrustados, que refleja la luz del sol, atrayendo de manera misteriosa a las alondras, siendo una técnica muy popular desde el siglo XVI, llegando a cogerse 1.000 alondras por cristal y día (Donald, 2004a). El espejuelo atrae a las alondras porque lo confunden con la presencia de agua o charcas en las que el alimento abunda, y suele combinarse también con redes (Bernis, 1971), siendo uno de los métodos que mejores resultados daba hasta el punto de existir un famoso dicho castellano sobre este arte de caza: “A la alondra el espejuelo, y al avefría el pañuelo” (Suárez et al., 2009). En Andalucía se utilizaba el método del “cencerro y candil” para cazar a las alondras mientras dormían (Bernis, 1971), y en Navarra durante la época de la postguerra se cazaban mediante la técnica de quemar los rastrojos, pues a ellos acudían a cientos las alondras y eran capturadas con cepos (Suárez et al., 2009).

Cambios agrarios

Actualmente, uno de los principales problemas para las aves de medios abiertos; como la alondra común, es la intensificación del campo, debido a la elevada aplicación de químicos y a la introducción de mecanización en el campo (Donald, 2004a), las cuales han provocado un retroceso considerable de los sistemas agrícolas tradicionales con ganadería y amplia variedad de cereales en Europa (Goriup, 1988; Tellería et al., 1994).

Según diversos escenarios creados para estimar la tendencia de la alondra común en Inglaterra, las densidades de la alondra disminuirían entorno al 15% en aquellas zonas donde el número de campos cultivados con trigo y con semillas oleaginosas crezca y donde la cantidad de barbechos y de cultivos de ciclo corto se vean reducidos, que es lo que se espera que suceda en los próximos años, mientras que se mantenía estable en zonas con cultivos diversos (Boatman et al., 2010). Así mismo Henderson et al. (2009), en un estudio llevado a cabo durante seis años, han comprobado la respuesta de las poblaciones de aves y su abundancia a distintas combinaciones de cultivos mixtos y regímenes de bajas cantidades de pesticidas, demostrando como la población de alondra ha crecido un 46% de manera rápida y constante durante este período.

La PAC (Política Agraria Común de la UE) entró en funcionamiento tras firmarse el Tratado de Roma en 1957, inicialmente firmado por 6 países (actualmente más de 20), dando lugar a una intensificación del campo mediante grandes cambios en los cultivos de cereales, además de fijar precios constantes, subvencionando la compra de maquinaria y de tecnología, lo cual influyó enormemente en el devenir de la alondra común (Donald, 2004a). También la intensificación del secano ha afectado muy negativamente a la abundancia de la especie (57% de reducción en dichas zonas), incluso más que en el regadío (31% de reducción; Suárez et al.,2009).

Los mencionados cambios en el cereal se centraron principalmente en favorecer los cereales denominados de invierno, que se plantan nada más cosechar, crecen lentamente a lo largo de todo el año y en primavera terminan su desarrollo, retirándose rápidamente los rastrojos para prepararlos para una nueva plantación. El otro tipo de cereal, es el cereal de primavera, que se siembran entre los meses de enero y abril, dejando los rastrojos tras cultivarse hasta la primavera siguiente, y que son cosechados 1-2 meses mas tarde que los anteriores, entre los meses de julio y agosto. Esto produjo, una merma en la cantidad de hectáreas dedicadas a los cereales de primavera, donde por ejemplo en Inglaterra en 1960 el 80% de los cereales que se sembraban en el eran de este tipo y en 1990, este porcentaje se redujo tan solo al 20% (Donald, 2004a).

La cosecha más temprana de los cereales de invierno, provoca la muerte de un gran número de pollos de alondra, habiendo sido achacado el declive sufrido durante los últimos 30 años a ésta causa (Donald y Vickery, 2001; Siriwardena et al., 2001), al igual que le ocurre en otras especies como el aguilucho cenizo, donde las tasas de mortandad por siega alcanzan el 60% de los pollos que logran nacer (Donald, 2004a). Además, las alondras presentan una fuerte preferencia por los eriales y campos cubiertos de hierbas anuales (Kragten et al., 2008), que con el cambio de siembra de primavera a otoño, se han visto reducidos ostensiblemente, al encontrarse las tierras cubiertas de cultivos durante todo el invierno, un momento en que se solían dejar como rastrojos que suponían una excelente fuente de alimentación para las alondras.

En el caso concreto de Inglaterra se ha visto que la principal causa del declive de la alondra común, es el incremento en la altura y densidad de los cultivos y pastizales durante la reproducción, provocado en parte por el abandono temporal de los cultivos; habiéndose determinado la altura óptima en aproximadamente 60cm (Suárez et al.,2009).

Por otro lado, Neumann et al. (2007), demostraron en Alemania, que la especie más afectada por el tipo de agricultura era la alondra, la cual se beneficiaba de los cultivos orgánicos, albergando 7 veces más nidos que los cultivos convencionales (0,63 frente a 0,09 nidos en 10 ha; Kragten et al., 2008).

Herbicidas

El uso de herbicidas puede reducir notablemente el número de semillas que produce cada planta, de hecho se calcula que en 80 años, la producción de semillas por planta se ha reducido alrededor de un 90% (Simms, 1992), quedando un número muy bajo de semillas disponibles en el campo, esenciales para la supervivencia de la especie (Donald, 2004a). Una alondra requiere de media 135 Kj al día, lo que significa unos 200 gramos de trigo; los cuales puede conseguir en pocas horas o necesitar todo el día, en función el número de semillas disponibles (por ejemplo, si la densidad de semillas ronda los 75 gramos/m2 en apenas un par de horas satisface sus necesidades; Robinson, 2001).

Por ello, la densidad de alondra común en zonas no tratadas con herbicidas llega a duplicar a las de zonas tratadas (Wilson et al., 1997), debido a la mayor disponibilidad de alimento y menor densidad vegetal, que facilita la nidificación, aunque algunos autores no han encontrado diferencias entre ambos tipos de medios (Chamberlain et al., 1999b). Así mismo, Donald et al. (2001c) demostraron cómo las parejas que se reproducen en zonas tratadas alimentan a sus crías con escarabajos resistentes a los pesticidas, mientras que las parejas de la zona control alimentan a sus crías con un mayor número de presas, y sobre todo, más nutritivas. Morris (en Donald, 2004a) también comenta como la condición física de los pollos en campos tratados es inferior, que los pollos criados en zonas sin herbicidas.

Así mismo, la aplicación de fertilizantes ricos en N y P se ha incrementado cerca de un 50% desde 1950 (Donald, 2004a); habiendo reducido o eliminado la necesidad de años en barbecho y de las rotaciones tradicionales (Simms, 1992). Esto ha permitido una mayor densidad del cereal y que los cereales de invierno puedan crecer durante los 12 meses al año, año tras año (Potts, 1997), provocando un crecimiento excesivo del cereal, por lo que llegado el momento de la época reproductiva, las alondras acaban abandonando dichos campos, al moverse muy lentamente y apenas poder ver en ellos, buscando zonas con escaso crecimiento o límites de caminos para intentar sus nuevas puestas (Schön, 1999; Stöcli, 2002). En estas condiciones, las alondras corren mayor riesgo de ser depredadas, ya que, como demostraron Donald et al., (2002), a mediados de la época reproductora el 95% de la superficie cultivada como cereal resulta inútil para la reproducción, buscando zonas alternativas como las pistas de paso de tractores sin cultivar en las que las tasa de supervivencia es de un 22%, mientras fuera de estas es de un 48%. Prueba de la reducción de las tierras de barbecho, la encontramos en España donde entre 1975 y 1996 se perdieron 1.498.000 ha de este tipo de tierras (Suárez et al., 2003).

También el uso de pesticidas para erradicar las plagas de invertebrados ha reducido enormemente el número de presas, siendo esenciales para la crianza de los pollos (Simms, 1992). Sus efectos indirectos a través de la cadena alimentaria, han sido propuesto como posible efecto causal del descenso de las especies de hábitats agrícolas (Boatman et al., 2004, Geiger et al. 2010).

Mecanización

También la mecanización del campo y el uso de las modernas cosechadoras han reducido enormemente el desperdicio de grano, quedando un menor número de semillas disponibles, ya que la mecanización es un método de recogida muy eficiente, e incluso en los últimos años tras la siega los propietarios realizan jornadas dedicadas únicamente a recoger las escasas semillas que queden por el campo, por lo que en los niveles actuales, hay grandes extensiones de campos que no pueden sostener a las alondras en invierno (Simms, 1992; Donald, 2004a).

Siega

La siega también supone una amenaza para la alondra, ya que, como demostró Jenny (1990a), hasta el 80% de los pollos que se encuentren aún en los nidos durante la época de la cosecha mueren durante el proceso de la siega, y los que se salvan, sufren una tasa de depredación mayor, dada la escasa altitud del cereal circundante.

Depredación por gatos

También es importante mencionar la amenaza que supone la influencia de la mano humana para las poblaciones de alondra, como la depredación por parte de gatos introducidos o las colisiones con vehículos (Dougall, 1996; Wernham et al., 2002).

Colisiones en parques eólicos

En España se han registrado hasta 86 ejemplares muertos por colisión en parques eólicos (Atienza et al., 2001). Se ha estimado en la Serra do Xistral (Galicia), una tasa de colisión de 0,007 alondras por aerogenerador y año (Tapia y Fontán, 2006). En parques eólicos del norte de Portugal, A. arvensis representó el 37,3% de las aves muertas por colisión (n= 59). El 90,9% de las alondras muertas, la mayoría durante la época de reproducción, eran machos (Morinha et al., 2014).

Colisiones en aeropuertos

Igualmente, es el ave con mayor número de muertes y colisiones en determinados aeropuertos (Simms, 1992).

Irrigación

También se ve afectada por el exceso de irrigación que puede llegar a inundar nidos en ciertas ocasiones (Khokhlov, 1990).

Incendios forestales

La quema de matorrales en Pirineos a altitudes superiores a 1.400 m empobrece las comunidades de aves y su recuperación es más lenta que en zonas de menor altitud. La alondra común vuelve a alcanzar sus densidades máximas 10-19 años después del incendio (Pons y Clavero, 2010).

De un total de 20 áreas recientemente quemadas de Cataluña, solamente se ha encontrado en dos (Pons y Bas, 2005)1.

Carreteras

Un efecto negativo directo es la muerte por atropello (Dougall, 1996; Wernham et al., 2002).

López Redondo y López Redondo (1992) registraron 10 alondras muertas por atropello en carreteras de España entre un total de 10.288 aves y PMVC (2003) registraron 12 alondras entre un total de 16.036 aves1. En Portalegre (Portugal) se han registrado 3 alondras muertas por atropello entre un total de 584 aves (Carvalho y Mira, 2011)1.

Otro factor que influye en su distribución es el efecto de las carreteras; así, Reijnen et al. (1996) en Holanda, han demostrado como la presencia de carreteras con menos de 5.000 vehículos/día, disminuyen la densidad de alondras comunes hasta alejarnos más de 100 metros de ésta, mientras que si el tráfico ascendía a 50.000 vehículos/día esta densidad no se recuperaba hasta alejarnos 1,5 km. Así mismo, Milsom et al.(2001) demostró como la densidad era menor en los 3 km circundantes a la carretera, achacando este efecto al ruido, al interferir en la territorialidad e incluso en la detección de las presas.

Plantaciones de coníferas

El efecto de repoblaciones con coníferas en su área de distribución ha sido estudiado minuciosamente, viéndose como las alondras pasaron de representar el 52 % del total de la avifauna original, al 32 % en 5 años y únicamente el 1% tras 9 años de plantación (Lack y Lack, 1951). En el sureste de la península Ibérica también se ha demostrado la presencia de la especie en pinares, siempre que éstos sean jóvenes (Bañuls, en prensa).

 

Medidas de conservación

Donald (2004a), propuso varias medidas de conservación para las poblaciones de alondra común, basadas en el manejo de los cultivos de manera que se favorezca a la especie. Estas se fundamentan en:

- Aumentar la superficie de cereales de primavera, por ejemplo a través de subvenciones y ayudas.

- Manejar en la medida de lo posible los cereales de invierno, para que produzcan los beneficios que producen los de primavera, como por ejemplo, dejando pequeños rodales no cultivados donde las alondras puedan anidar de forma más segura y en los que puedan estirar el ciclo reproductor; además, también podrían servir como hábitat de alimentación, siendo una medida muy barata y fácil de realizar, la cual ya se viene probando en algunos países.

- Mantener los rastrojos en invierno.

- Aumentar la heterogeneidad de los cultivos.

- Disminuir el uso de pesticidas, promocionar el uso de cultivos orgánicos, dando ciertas ayudas o subvenciones a los agricultores que opten por este tipo de cultivo.

Así mismo, la conservación de la biodiversidad en los sistemas agrícolas requieren la consideración de la perspectiva a nivel de paisaje para aplicar el manejo más adecuado (Batary et al.,2007).

 

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 Cristian Pérez Granados
Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio Ramón Margalef. Departamento de Ecología Universidad de Alicante

 Eva Serrano Davies
Facultad de Medio Ambiente. Universidad de Castilla-La Mancha. Campus de Toledo

Israel Hervás Bengochea y Jesús Herranz Barrera
Departamento de Ecología. Facultad de Ciencias. Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de publicación: 21-10-2014

Otras contribuciones: 1. Alfredo Salvador. 8-03-2016

Pérez-Granados, C., Serrano-Davies, E., Hervás, I., Herranz, J. (2016). Alondra común – Alauda arvensis. En: Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles. Salvador, A., Morales, M. B. (Eds.). Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid. http://www.vertebradosibericos.org/